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“Cantaré eternamente las misericordias del Señor”, es el sentimiento que brota de lo más profundo del corazón, al celebrar el Primer Centenario de la Pascua Eterna de Santa María Bernarda Bütler.
Es por eso, que hemos querido dejar plasmada la memoria de este jubiloso acontecimiento, eclesial y congregacional, a través de esta revista conmemorativa, que recoge en sus páginas cada uno de los momentos celebrados y vividos durante este Año de gracia y bendición, con el deseo de perpetuar en la historia este Centenario de Eterna Misericordia y dejar a las futuras generaciones el legado de una vida santa, posible de imitar.
Como preparación, para esta gran celebración, vivimos intensamente un Año Jubilar, del 19 de mayo de 2023 al 19 de mayo de 2024, recorriendo juntos el itinerario espiritual de esta extraordinaria mujer, que con su vida y ejemplo, nos ha permitido crecer en nuestro proceso de conversión personal y fortalecer los valores del Carisma, don del Espíritu, legado a Ella.
Un año para bendecir y alabar al Señor por un “Centenario de Eterna Misericordia”, derramada a manos llenas, en un sin número de favores y gracias obtenidas,
por intercesión de Santa María Bernarda. Expresado también en la acción misionera de la Congregación, esparciendo semillas de misericordia, desde los diferentes campos pastorales y en cada uno de los lugares a donde el Señor nos ha permitido llegar, como Operarias del Reino.
Damos infinitas gracias a Dios por permitirnos ser testigos de éste significativo acontecimiento, en la vida de la Congregación y de la Iglesia. Nuestros sinceros agradecimientos a todas las hermanas de la Congregación, a nuestra querida Arquidiócesis de Cartagena y a todos los que, de una u otra manera, se vincularon a esta gran celebración, en los diferentes momentos y actividades, y con su apoyo hicieron posible todo cuanto realizamos.
Esperamos que, más que una revista, sea un medio que nos permita beber de las fuentes del tesoro de las enseñanzas de Santa María Bernarda. Rogamos a Ella que, desde la plenitud de la gloria, nos bendiga a todas y todos, comprometiéndonos a ser continuadores de la eterna misericordia de Dios con nuestro testimonio de vida, siguiendo su ejemplo de santidad.
Hna. Marelvi Buelvas M. Animadora General

SANTA MARÍA BERNARDA BÜTLER, Fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, nació en Auw, Cantón de San Galo, Suiza, el 28 de mayo de 1848. Su nombre de pila: Verena, hija de Enrique y Catalina Bütler. Ingresó en el Convento María Auxiliadora, en Altstätten Suiza, donde cambió su nombre por María Bernarda.
Fundó la Congregación el 19 de Junio de 1888, cuando con seis compañeras más, dejó su convento en Suiza y partió para
la misión en Ecuador, América Latina. A causa de una revolución de tinte masónico, desencadenada en Ecuador y que expulsó a los sacerdotes, obispo y religiosas, llegó a Cartagena - Colombia, el 2 de agosto de 1895.
Santa María Bernarda, misionera sin fronteras, entregó su vida en América Latina (Ecuador y Colombia) por la causa de los pobres, los enfermos y los marginados, desde 1888 hasta 1924, año en que pasó al Reino de los Bienaventurados. Colombia vio crecer su pequeña comunidad, con
un gran despliegue misionero en la labor evangelizadora, la cual se extendió a otros países del Continente Americano y Europa. El 19 de mayo de 1924, el Arzobispo de Cartagena anunció que ese día había fallecido en la ciudad “una santa”. Años después se inició el proceso canónico para el reconocimiento de algunos milagros a ella atribuidos.
Fue beatificada el 29 de octubre de 1995, en Roma, por el Papa Juan Pablo II. Y Canonizada el 12 de octubre del 2008, por su santidad el Papa Benedicto XVI, como “Misionera de la Misericordia”.
Cartagena, la Ciudad Heroica, alberga con gran regocijo, respeto y devoción sus restos, como semilla de paz y esperanza. Allí, miles de devotos y peregrinos visitan su tumba, donde llegan para pedir su poderosa intercesión para la solución de tantas necesidades y darle gracias por los innumerables favores y milagros recibidos.
Santa María Bernarda, alimentó su vida con la meditación asidua de la Palabra de Dios, teniendo como lema: “Mi Vivir es el Evangelio”. Vivió en grado heroico las

virtudes de la misericordia, la humildad y caridad, la fe inquebrantable, la contemplación, reflejo de la intimidad con Dios, el amor entrañable a la Eucaristía, a la Santísima Trinidad y a la Encarnación. Además, su especial devoción a la Santísima Virgen María, bajo la advocación de “Auxiliadora”.
Las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, en fidelidad a su vocación “ad gentes”, hacen presencia evangelizadora en los países de:
Las hermanas hacen presente el amor misericordioso de Dios como: educadoras, enfermeras, gerontólogas, pastoralistas, formación de niños y jóvenes, entre otros, respondiendo a las múltiples necesidades, apoyando a las Iglesias Particulares y a las urgencias sociales, que requieren su presencia.
Con profunda alegría y mucho gozo, el 19 de mayo de 2024 celebraremos los 100 años de la partida de Santa María Bernarda a la Casa del Padre Celestial, motivo por el cual el Papa Francisco ha decretado un Año Jubilar, teniendo la posibilidad de ganar la indulgencia plenaria a todos aquellos que se acerquen con devoción al Santuario de Santa María Bernarda. La Indulgencia también es concedida a los enfermos del mundo y a los que no pueden peregrinar al Santuario y ofrezcan sus sufrimientos o cumplan actos de piedad.


Mayo 19 de 2023 – Mayo 19 de 2024
Trate a todos benigna y misericordiosamente conforme a lo que hace el manso y bondadoso Corazón de Jesús con los débiles.

Santuario Santa María Bernarda
La Solemne Celebración Eucarística fue presidida por Monseñor Carlos José Ruiseco Vieira, Arzobispo emérito de Cartagena. Estuvieron presentes el Arzobispo de Cartagena, Mons. Francisco Javier Múnera Correa, el Clero y el Seminario Mayor San Carlos Borromeo de la Arquidiócesis; Hna. Marelvi Cecilia Buelvas Mendoza, Animadora General, algunas hermanas de los Gobiernos, General y Regionales de Colombia, las Hermanas del Centro de Espiritualidad y de las Fraternidades de Cartagena.


Iniciamos la celebración, con la Solemne “Apertura de la Puerta del Santuario”, como nos dice el libro del Levítico: “Es una fiesta en honor al Señor, y todo el pueblo se reunirá para adorar solemnemente al Señor. Es una fecha memorable, y debe ser anunciada por medio del sonido de trompetas.” (Lev. 23, 2324).
Homilía pronunciada por Monseñor Carlos José Ruiseco Vieira, Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Cartagena.
Nuestra Santa y todos los bienaventurados, tienen dos vidas: la de la Tierra - que nos la relatan los biógrafos y la del Cielo, que está en las manos de Dios y es deleite para los ángeles y gracia para los humanos creyentes.
Ahora bien, las dos vidas se apoyan y se proyectan mutuamente. Mientras la santa
está atada a las circunstancias del cuerpo, su alma -marcada por la fe y alimentada por la Eucaristía- se recrea en ese cielo al que tiende su amor; y después, -al experimentar la pascua y volar al lugar del cielo preparado por Dios, para ella- esa misma alma sigue conectada a las personas, lugares y eventos de la historia vivida, en la etapa de su vida mortal.
Hoy nos reunimos aquí en el santuario donde su cuerpo testifica su vida terrena y prenuncia su vida celeste. Aquí, a su lado y bajo su protección estamos orando y meditando: sus hijas, las religiosas Franciscanas de María Auxiliadora, sus protegidos, los sacerdotes de Cartagena, y sus devotos, familias, individuos e instituciones, los seminaristas de diversas diócesis y los que han sido honrados con favores de la Santa.
Hagamos un paralelismo entre los 76 años de vida terrena de la Madre María Bernarda y los 99 subsiguientes a su muerte. La etapa terrestre se refleja en su vida celestial, y a su vez, esta etapa se configura en la primera.

Enmarcamos su vida terrenal desde el 28 de mayo de 1848, nacimiento de Verena Bütler Müller en Auw, hasta el 19 de mayo de 1924, nacimiento para el cielo de una santa, que calificamos de: profeta, maestra y madre de religiosas y juventudes.
Comienza entonces la vida celestial de María Bernarda del Sagrado Corazón de María, que continúa por noventa y nueve años cumplidos hoy, y con la Providencia Divina, se seguirá celebrando en la Gloria de Dios, por épocas que nosotros apenas alcanzamos a vislumbrar.
La vida de Verena-Bernarda en la tierra, recorrió varias facetas, todas ellas dirigidas por la sabiduría de Dios.
Fue la niña suiza alegre y cumplidora del deber; la hija y hermana de un hogar cristiano, formado por el padre, la madre, cuatro niñas y cuatro muchachos.
La jovencita a quien la Iglesia orientó por caminos muy específicos, desde las caricias que suele hacer Dios a las almas privilegiadas, hasta los momentos especiales, en que el Espíritu Santo le fue manifestando su doble vocación de oración y de apostolado, en modelos diferentes, vocación a la que la Providencia la destinaba y que se concreta en la bondad, según escribía ella misma: “Yo tenía grande comprensión para todo lo bueno; mi alma se sentía arrebatada al oír, así fuera de paso, una palabra de aliento hacia el bien”. (Beda Mayer, pág. 23)
Después fue la Religiosa observante del presente, pero inquieta del futuro, que no dudó en hacerle caso a Dios que le iba cambiando su proyecto de vida, con sabiduría, sí, pero sin consultarle.
Fue la Misionera, la que escuchó con atención el mandato del Salvador: “Vayan por todo el mundo, hagan discípulos en todas las naciones, enséñenles lo que
yo les he enseñado, bautícenlos y estén seguros de que yo estaré con ustedes todos los días” (Mt. 28, 19.20).
Fue la Fundadora, que supo trabajar en equipo y llegó a Ecuador, con las primeras cohermanas para después arraigar en nuestra Cartagena, y de aquí, a otros países.
Fue la Santa que la Iglesia supo inscribir en el catálogo de los que escucharon y cumplieron la voz de Dios, la llamada a la perfección personal y al servicio del prójimo.
Cuando se habla de personas célebres, se suele decir: Exhaló el último suspiro; pero cuando se trata de santos, usamos la palabra que el evangelio nos trae con respecto al Señor Jesucristo: “Entregó su espíritu en manos de Dios”.
Ese momento que vivieron con dolor y también con admiración las Hermanas, los fieles de Cartagena y el Arzobispo con sus Sacerdotes, fue consignado por escrito por el biógrafo, Sacerdote Capuchino Fray Beda Mayer.
Escuchemos: “Llamaron al Padre Efrén Bernheim, su confesor, conforme lo había deseado, él mismo. Se presentó a la una de la madrugada; hasta entonces, la Madre Bernarda había permanecido con los ojos bajos, como sin sentido, pero al entrar el confesor, abrió los ojos enseguida, pues sentía su presencia. El Padre le dio nuevamente la absolución sacerdotal, y mientras una de las Hermanas le sostenía la vela encendida, en las manos frías, comenzó la recomendación del alma. Hizo con la Madre actos de fe, esperanza y caridad, y rezó el Credo. Alrededor del lecho de la moribunda se habían reunido todas las Hermanas, acompañándola con sus oraciones y derramando abundantes lágrimas.
El sacerdote le volvió a dar rápidamente la absolución y la bendición. Esto era lo
que esperaba; respiró unas cuantas veces levemente, dio un suave suspiro y el corazón fuerte de la Madre Bernarda terminó de sufrir. Su alma compareció ante Aquel a quien únicamente había amado y deseado. Era el 19 de mayo de 1924, a las cinco de la mañana, precisamente a la hora en que durante tantos años había recibido la sagrada comunión. Para completar 76 años de su vida, le faltaban seis días. De estos años había vivido la Madre Bernarda 56 en la Orden Seráfica y de ellos 38 en las Misiones”.
Con la ascensión de su alma al cielo, comenzó para ella, la triple tarea que corresponde a todos los santos: dar gloria a Dios Creador y Redentor; ser modelo asequible para los mortales e interceder ante Dios por los necesitados de protección divina, a los que llamamos devotos.
Podemos considerar estos cien años, agrupados en tres períodos, correspondientes a tres épocas que la Iglesia, junto con el mundo, han experimentado; cada una corresponde aproximadamente a 33 años, la edad de Cristo. En todos estos tres períodos, la proyección de Santa María Bernarda sobre nuestra tierra, se ha manifestado de manera especial, en la vida y ministerio de los Sacerdotes que la han invocado y que han recibido su protección. Se cumple así lo que ella misma escribió: “Por medio del Sacerdote el mundo ha de ser renovado y salvado, en unión de las almas víctimas que el Corazón de Jesús escoge para ese fin”.
De nuestra santa sabemos que fue una “Alma Víctima”; ella no aprendió doctrinas en la universidad, sino que, al estilo de Juan Evangelista, se entregó como víctima al Corazón del Salvador y recibió de él, un doble don: “Poner por escrito lo que Él le inspiraba y aplicar su condición de víctima, en intercesión por la vida y el Ministerio Sacerdotal”.
Consideremos la primera, de las tres fases, entre los años 1924 y 1957 que comprende la Segunda Guerra Mundial, con todas las circunstancias de carencias e inquietudes;
las religiosas y los religiosos extranjeros sufrieron en carne propia, las dificultades que les infringían las potencias que creían ser dueñas del mundo. La Arquidiócesis estaba pastoreada por los arzobispos Pedro Adán Brioschi y José Ignacio López Umaña, varones sacrificados que recorrían su dispersa feligresía a lomo de mula o remo de canoa. Más tarde, se multiplicaron las sedes episcopales, habiéndose organizado las de: San Andrés, San Jorge y Barranquilla.
Los sacerdotes ordenados en esa época, eran formados en el Seminario de San Carlos Borromeo, restaurado por el santo obispo Eugenio Biffi. Yo les pongo de tarea a los seminaristas de Sincelejo y Montería, ir a conocer a las estatuas del P. Berzal en Lorica o del P. Percy en Coroza -Qué ejemplo nos dan esos pastores de los tiempos sin electricidad, y, por supuesto, sin los medios electrónicos de hoy. Y la Madre Bernarda desde el cielo, se esmeraba en proteger a sus hijos Sacerdotes que ella misma había conocido y cuidaban espiritualmente de sus hijas, las Religiosas Franciscanas.
En esos años, el Señor propició dos acontecimientos: la introducción y progreso inicial de la Causa de Canónización desde 1935 y el doble traslado de las veneradas reliquias de la Sierva de Dios María Bernarda, primero del cementerio a la Obra Pía (1926), y luego en solemne procesión, de allí hasta el lugar donde nosotros nos encontramos (1956).
Una segunda etapa, más cercana a nosotros es la de los años 50 a 90. Comprende la época bendecida del Concilio Ecuménico Vaticano Segundo y el tiempo de su consiguiente hijo ilegitimo el Postconcilio.
¡Cuánto ganó la Iglesia en esos años, cuántas cosas se innovaron!, ¡cómo nos hicimos discípulos del Papa Bueno, Juan XXIII! Pero también, cómo sufrió la Iglesia toda ella (la jerarquía, los pastores y las ovejas) ante los errores de interpretación, la deserción de
muchos presbíteros que, desorientados, se interrogaban: Yo para qué me ordené...
Me pregunto: ¿cómo hizo la Santa Bernarda para frenar caprichos y para atraer a los buenos? Fue entonces cuando comprendimos y nos dimos cuenta de que, fidelidad sacerdotal significaba, fe práctica en la Eucaristía y devoción confiada y filial a la Madre de Dios. Así, por gracia de Dios se ha curado el malestar del Postconcilio.
De contraparte, Dios bendijo nuestra Iglesia con acontecimientos que positivamente perduran: En 1959 el Papa Juan XXIII aprueba los escritos de la Sierva de Dios y en 1974 el Papa Pablo VI autoriza formalizar la Causa de Canonización.
La Iglesia en nuestras diócesis progresaba. En ellas, la pastoral vocacional se incrementaba. En 1965 se creó el Seminario Regional Juan XXIII y se pusieron las bases de nuestro querido Seminario Provincial San Carlos Borromeo, orgullo de los innumerables sacerdotes egresados y hogar bendito de los seminaristas de las seis diócesis, de este lado del Caribe. Muchos sacerdotes realizaron estudios de especialización y ellos levantaron templos e instituciones de grandes frutos para la Iglesia. Entre tanto la Madre María Bernarda se solazaba en estos hijos consagrados a Dios en el sacerdocio, para servicio del pueblo.
El tercer periodo de la vida de Santa Bernarda en el cielo, lo estamos culminando nosotros, al celebrar el Centenario con el “Año Jubilar”. Le decimos a Dios: Gracias por haber sido tan generoso con nosotros. Gracias por habernos dado esta Madre que nos enseña y nos protege. Gracias por otorgarnos, en sacramento de fraternidad, a estas Religiosas Franciscanas que, como repetía yo en tiempo pasados, “Están cosidas a la historia de la Iglesia de Cartagena”. Son nuestras hermanas y por eso, nosotros vivimos el sacerdocio confiados en que, el ideal de la vida religiosa y la consagración episcopal,

son paralelos ofertorios de vidas que Dios acoge en sacrificio de olor de santidad.
Este último período, del año 1990 al actual, se adornó con las dos fechas por años anheladas: la Beatificación (29 de octubre de 1995) y la Canonización (12 de octubre de 2008).
No hay otra Diócesis en Colombia, que conserve los cuerpos de dos santos canonizados, y no hay jurisdicción que se acoja al patrocinio de una santa, que todavía vive entre nosotros pues recorrió las calles de la ciudad y evangelizó la población juvenil, de quienes llegan a celebrar su centenario.
Y para colmo de gratitud a Dios, el Señor Arzobispo Francisco Javier Múnera Correa, ha obtenido de la Santa Sede el privilegio de un “Año Jubilar” que se inicia hoy para purificar las conciencias de los fieles creyentes que acudirán a la Madre Iglesia, en este Santuario de Santa María Bernarda, y recibirán las más especiales bendiciones que la Misericordia Divina puede otorgar.
Permítanme concluir con un párrafo de mi intervención en este mismo lugar, el día en
qué nos gozamos con la Beatificación de nuestra santa, constituida Patrona de los presbíteros de Cartagena y su Provincia.
Madre Bernarda, Madre de los Sacerdotes, que demostraste tu afecto evangélico por los “Ungidos del Señor” y prometiste pasarías tu cielo orando por los sacerdotes hasta el final de los tiempos, mira de manera especial a los sacerdotes de la Arquidiócesis que se te consagran y te eligen como Patrona y Protectora ante Dios; son tus hijos predilectos:
Los presbíteros ancianos y enfermos que ya entregaron a Dios lo mejor de su vida.
Los recién ordenados, que, con ardor juvenil, quieren servir incondicionalmente y en forma ingeniosa a Dios y a la Iglesia.
Los que sufren por las incomprensiones y dificultades del camino ministerial.
Los que son asaltados por dudas y tentaciones.
Los que quieren ser fieles a sus compromisos de perfección personal y de servicio al pueblo del Señor. Protégelos a todos y comunícale a cada uno, la palabra oportuna que Dios te sugiera.
Gracias sean dadas a Dios todopoderoso que, mediante su Iglesia, ha permitido este gran gozo a nuestra ciudad y diócesis.
Que la Iglesia Particular de Cartagena y la Congregación de Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, formemos un único y unido corazón, que constituya el objeto de amor de nuestra común Madre, Santa María Bernarda Bütler del Sagrado Corazón de María.
Pasemos ahora hermanos, a lo que vinimos: a ofrecer al Padre Dios, el Sacrificio Eucarístico de su hijo Jesucristo, que nos redime y nos santifica.
Que así sea. Concluyó Monseñor.
Bibliografía: Una Alma Víctima - P. Mayer Beda ofmcap.



Como las raíces del roble se agarran a la roca, así se agarra la confianza de la Madre Bernarda a la Misericordia Divina.


Las virtudes son cualidades, fortalezas, atributos positivos de una persona. No sólo actos aislados, sino práctica permanente de buenos hábitos constantes en la conducta, que se convierten en modos de ser, actitudes, armonía entre ser, hablar, hacer, expresión de santidad.
No es santidad ir a la Iglesia, porque en ella todos parecemos santos. Sino una santidad de cada momento, en las dificultades, en la tribulación, en la enfermedad, en los malentendidos, en la calle, en el mercado, en el trabajo, en la forma de afrontar problemas, no para vivir y morir con luz y paz.
El justo - dice el Salmo 1: será como árbol plantado junto a las corrientes de agua, que en su tiempo dará su fruto, porque la caridad, animando el corazón, lo lleva a la práctica de muchas buenas obras, que son frutos de virtudes.
Y es con el dinamismo de las virtudes que cada persona hace su camino de santidad, cultiva el Reino y glorifica a Dios.
Santa María Bernarda decía claramente: “En primer lugar, debemos cultivar el Reino de Dios en nosotros mediante la práctica de sólidas virtudes” (CSMB 2). “Es crítico el tiempo en el que vivimos y la urgencia de la oración y la virtud es mayor que nunca. Sin sólidas virtudes, nuestra vocación y misión ni siquiera tendrían sentido”. Es una llamada clara a un proceso permanente de conversión y santidad.
¿De dónde vienen estas virtudes, actitudes de vida que marcan su ser y hacer?
Brotan de su profunda experiencia de Dios. De dicha experiencia resulta:
Una espiritualidad - manera de orar, de ser, de hacer el bien/virtudes, de relacionarse con Dios, de hablar de Él, piedad, humildad, búsqueda del Reino de Dios.
Una manera de vivir - de vivir juntos, de organizarse (en la soledad, en el monasterio, en la fraternidad, en la familia).
Un modo de actuar - la misión que asume (por los pobres, los enfermos, los abandonados, los ancianos, los niños, las mujeres, los huérfanos, la educación escolar, las obras de misericordia).
A esto lo llamamos carisma, que incluye una espiritualidad, una forma de organizarse, una misión específica, con el don del Espíritu de Dios a la persona para servir a la Iglesia.
Si otras personas se reúnen a su alrededor, formando una Comunidad, una Congregación, un Instituto, este carisma se vuelve de todos.

Como mujeres consagradas e hijas de Santa María Bernarda, somos responsables en cimentar nuestra FE en quien nos ha llamado a una total adhesión a Él y darlo a conocer para que muchos fortalezcan su fe en el Señor Jesús y se conviertan en discípulos fieles, llenos de esperanza, que contagien a muchos en los diversos caminos de la historia.
En la base de su espíritu misionero, encontramos la extraordinaria FE, de la cual estaba imbuida. La sumisión al Papa, a los Obispos y al Confesor, fue siempre diligente y devota. A la FE heroica se unía una firme esperanza sobrenatural.
Dicen los teólogos en “Heroicidad de las virtudes” que Santa María Bernarda, “Agradecía permanentemente la gracia de la FE; hubiera dado con gozo la sangre y la vida para que innumerables personas fueran conducidas a la FE en la Iglesia. La FE que había recibido como don de Dios desde su infancia, iluminó toda su vida, la sostuvo en las tribulaciones y dio un significado a todas sus empresas.” (Voto VIII)
“La FE era el metro con el cual medía todo, era la luz con la cual todo lo veía, era la vida que ella vivía, era la realidad que la penetraba en todas las fibras de su cuerpo” (Voto III y V). Se adhirió totalmente y con generoso heroísmo a la voluntad de Dios, acogiendo la Palabra con alegría y progresando en la FE, no obstante las duras pruebas a las que fue sometida.
En las dificultades y en las horas oscuras, dio siempre prueba de la confianza que tenía en el Señor. Se preocupaba por permanecer muy firme en la FE y de estar lista para dar la vida por ella.
“Madre Bernarda se mantenía firme en la FE y se preocupaba para que las Hermanas permanecieran y estuvieran dispuestas a dar la vida por la FE y la difundieran con perseverancia entre sus encomendados”. (Voto VI)
“Deseó ser mártir por la FE para vivir en plenitud el Misterio Pascual de Cristo. Amó la Eucaristía porque era el centro y la fuente de la vida de la Iglesia y fundamento de la FE. Fue devotísima de la Santísima Virgen María porque en ella, descubrió la Madre que sostiene el continuo crecimiento en la FE de sus hijos. Como María de Nazaret, María Bernarda se adhirió total y responsablemente a la Voluntad de Dios, acogiendo la Palabra con alegría y adhiriéndose con generoso heroísmo, progresando en la FE”. (Voto IX)
La FE heroica, parece orientar toda la vida de Santa María Bernarda, pues sin esta virtud fundamental, no podríamos dar una explicación a la existencia plena de méritos y de obras de la Madre María Bernarda, con características, en algunas circunstancias, dramáticas y casi de aventura.
Para Santa María Bernarda la FE: “Era la luz con la cual todo lo veía, era la vida que ella vivía, era la realidad que la penetraba en todas las fibras de su cuerpo”.
Según Santa María Bernarda, vivir la misericordia significa también tener un corazón sincero y compasivo, ofrecer un amor oblativo, cultivar un trato amable y cariñoso para con todos, ahuyentar los pensamientos recelosos, ayudar a llevar la carga común con amor, ternura y minoridad.
Este principio le exige ponerse en salida para ir al encuentro del herido, amenazado, abandonado, haciendo de su vida un peregrinar con los excluidos.
Madre Bernarda, muchos años atrás, afirmaba: “El mejor método para ganar los corazones de todos nuestros confiados es la misericordia; por eso, ella insiste que orientemos, enseñemos y animemos debidamente a todos y juntos les apliquemos, con dulzura, el generoso OLEO DE LA MISERICORDIA.”
El Principio de la Misericordia es criterio permanente de nuestro vivir y actuar. Nunca se equivoca quien se entrega a la vivencia de la MISERICORDIA. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
La misericordia, en la vida de Santa María Bernarda
“Tened entrañas de misericordia para comprender y para ayudar”.
“El amor más grande de Dios, tanto en el cielo como en la tierra, se concentra en su insondable misericordia”.
Dios no salva con truenos y relámpagos, sino con la benigna, mansa, dulce y celestial misericordia con que el Verbo Eterno dejó el
seno de su padre Celestial, para vivir en esta tierra entre los hombres, sus hermanos. Debéis cambiar vuestra superficialidad y debilidad por la fuerza de una fe viva; debéis emplear vuestro tiempo para orar, enseñar, hacer sacrificios y dar muerte a las pasiones y gustos, aunque no sean siempre malos. (Diarios Espirituales cuaderno 28 pág. 793)
Mediten profundamente la MISERICORDIA de Dios, porque entonces aprenderán también a apreciar y amar la justicia divina y desearan que las castigue paternal y misericordiosamente para reparar las ofensas que han hecho a su divina majestad.
«Tú, oh Espíritu Santo, sin mérito alguno de mi parte, me permitiste una mirada clara y penetrante al mar insondable de tu misericordia». Me dijiste: «Alma, mira la altura, la profundidad, la anchura y la longitud de mi misericordia e intenta imitarla».
“Haz, Señor, que yo pobre y miserable, sea mensajera de tu misericordia, para que todos los hombres puedan saber cuán bueno eres Tú”. (Directorio Espiritual. Cuaderno N° 2)
“Queridas hijas ustedes están convencidas de que Dios las ama con inmenso amor, que les perdona misericordiosamente cuando faltan, y que les ayuda cuando le piden auxilio. Con todo, solo debidamente captarán el amor, la fidelidad y la misericordia que el Señor les prodiga. Pero, esfuércense por lo menos de hacer de su vida una sola ofrenda de amor”.

En Santa María Bernarda se encuentra, desde el principio de su vida consagrada, una decidida orientación hacia Dios con un perfecto desprendimiento de las criaturas, para enriquecerse interiormente y después, participar de tal riqueza a sus hermanas y hermanos, en el apostolado.
“La esperanza heroica de las almas consagradas se demuestra especialmente en la coherencia y perseverancia en seguir la llamada divina y en vivir generosamente los compromisos asumidos. Santa María Bernarda, fue tenaz en realizar la vocación religiosa, no obstante las dificultades iniciales, quiso vivir profundamente la espiritualidad seráfica, en el total desprendimiento de todo lo terreno, para aspirar únicamente a Dios; hizo todo lo posible para llamar a sus hermanas a la santidad de su profesión; fue guía de un ejército de religiosas, orientándolas con el ejemplo, con las palabras y con numerosos escritos. Sus 55 años de profesión religiosa, coherente y fructuosamente vividos, son signo de la orientación decidida de Santa María Bernarda, índice inequívoco de una esperanza a toda prueba”. “Ella colocaba una gran fe en los méritos de Jesucristo”. (H.V. pág. 71)
Santa María Bernarda tuvo la virtud de la esperanza y manifestó tal esperanza en el modo como afrontó las dificultades, teniendo como meta la vida eterna. (H.V. 72) La virtud de la esperanza tuvo el efecto de hacerla muy valerosa, capaz de soportar las arduas pruebas encontradas y de actuar con indómita y extraordinaria energía, en todas las dificultades que intentaban impedir la realización del plan de Dios. (H.V. 204)
Toda su esperanza se fundamentaba, en la total confianza que ponía en la infinita misericordia de Dios y en los inagotables méritos de la Pasión de Cristo. La filial confianza en Dios animaba su vida de oración, sus prácticas de piedad, sus obras, toda su relación con Dios. Cuanto mayor eran las pruebas y los sufrimientos, con confianza tanto mayor, se aferraba a la misericordia de Dios. (H.V.106)
Conservó siempre la calma y la alegría en la enfermedad, en las horas de oscuridad y cuando era incomprendida. Antes de tomar decisiones importantes, rezaba y hacía rezar.
A las hermanas infundía ánimo y confianza, para que superaran las adversidades. Hablaba siempre sin temor a la muerte y finalmente la deseó, para unirse a Cristo. Animada por la virtud de la esperanza, demostró filial respeto a Dios, procurando evitar los pecados veniales. (H.V.134)
En las acusaciones e incomprensiones, alimentó la más firme esperanza en la bondad de Dios. Confiándose a Dios, Santa María Bernarda afrontó numerosas dificultades, interiores y exteriores. (H.V 158)
El no haber perdido la calma ni siquiera en lo más mínimo, en los momentos extremadamente críticos y de oscuridad, nos confirma que estamos ante un alma que ha vivido en grado heroico la esperanza. Permaneció compuesta, fuerte y pronta siempre a continuar el camino emprendido. (H.V.176)

Santa María Bernarda
La magnitud del triunfo se mide por el ardor del combate… “Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos” (Mateo 5,12). Aliméntense con el Pan Eucarístico que hará auténticamente eficaz sus voluntades. (CSMB 47)
Dios quiera que todas nosotras podamos participar un día de aquella felicidad. ¿Qué nos toca hacer mientras tanto? Respondo: Cumplir alegremente, todos los días y hora tras hora, la Santa Voluntad de Dios. (CSMB 4)
Sean almas interiores en cualquier oficio, edad o condición, la humildad y el mutuo aprecio fomentan esta “devotio interior” que vivificará sus almas y les dará alegría y frescor. La Trinidad misma las introducirá en esta vivencia divina y las hará Cristiformes. Las almas Interiores son grandes apóstoles por su ejemplo, y son Teofanías que convencen y arrastran. Pidamos esta gracia de la interiorización las unas por las otras. (CSMB 20)
La “Paz” del Señor esté con ustedes y el gozo del Espíritu Santo vivifique sus almas. Deseo que sirvan a Dios de todo corazón y que jamás pierdan la santa alegría en el Señor.
“Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Juan 3.16). Realmente, esta verdad es motivo superabundante para sentirnos amadas, y para desbordar de santa alegría, todos los momentos de nuestra vida. ¡Agradezcan y alégrense, Hermanas! (CSMB 96) ¡Que el gozo del Espíritu de Amor, las plenifique y las consuele!
“La alegría cristiana es la respiración del cristiano, un cristiano que no es alegre en el corazón no es un buen cristiano. Es la respiración, el modo de expresarse del cristiano, la alegría. No es algo que se pueda comprar, o que se pueda lograr con esfuerzo. No. Es un fruto del Espíritu Santo. Aquel que nos da la alegría del corazón es el Espíritu Santo”, fueron las palabras de Francisco.
El Pontífice señaló que memoria y esperanza son los dos componentes que permiten a los cristianos vivir en la alegría, no en una alegría vacía, sino en una alegría de “primer grado”.
“La alegría no es vivir de risa en risa. No, no es eso. La alegría no es ser divertido. No, tampoco es eso. Es otra cosa. La alegría cristiana es la paz. La paz que se encuentra en las raíces, la paz del corazón. La paz que solo Dios nos puede dar. Esa es la alegría cristiana. Y no es fácil custodiar esa alegría”.
“Ámense en Dios mediante el mutuo servicio
través de miradas y palabras”

Madre Bernarda nos recuerda
“Sirvan con corazón alegre”
¡Ave María! En Jesús amadas hijas:
Sirvan con corazón alegre al Señor, queridas Niñas, conforme siempre lo había hecho nuestro glorioso y santo Padre de la Orden.
Desde el momento en que San Francisco se volvió de todo corazón al Señor, buscaba sólo agradar y hacerse semejante a Dios con la práctica de todas las virtudes. De esta manera se hizo pronto el serafín del amor divino. Ustedes alcanzarán lo mismo si se vencen seriamente a sí mismas, si hacen la guerra sin cuartel a sus malas inclinaciones, y si se colocan en la luz de la fe para irradiarse desde ella. En todo tiempo, queridas Niñas, con excepción de la recreación, es decir: caminando, trabajando o rezando, deben dar una buena imagen de una auténtica esposa de Jesucristo, mediante su modestia y atractivo recogimiento.
Cada una de ustedes debe estar consciente de lo que hace, delante de Quién está, y por Quién trabaja. Un comportamiento disipado, triste y melancólico, es repugnante en personas laicas, y en esposas de Jesucristo es desedificante y escandaloso. Yo suplico a la querida Hermana Superiora, que esté atenta y corrija semejantes manías según conveniencia. Más, esto ni siquiera debería ser necesario, porque cada una de Uds. debe manejarse dignamente ante Dios y ante los hombres por propia cuenta. Vivan por Jesús, Él será el Maestro que les enseñará el arte de la interiorización, si son auténticamente humildes. ¡Oren por mí!. Por este Dulce Corazón
las saluda su Madre del Sagrado Corazón de María. (Tomado del Libro “Amor y Misericordia, Pág. 138-139; Septiembre 27 de 1917)
Vive el valor del servicio
Santa María Bernarda, entregó generosa e incondicionalmente su vida a Dios y al servicio de los más pobres, marginados y afligidos. Sé preocupaba por los miembros dolientes de Cristo, sin evadir ningún sacrificio, para proporcionarles algún alivio material y espiritual. Animaba a las Hermanas, para que en los enfermos, miraran a Cristo sufriente; así merecerían el título de “ángeles de la caridad”.
Experiencia de Santa María Bernarda, al servicio de los pobres
Santa María Bernarda dejó su patria, su familia y su cultura, para servir a los más pobres, primero en Ecuador y luego en Colombia. Amaba entrañablemente a los pobres, enfermos y necesitados. En ellos descubría el rostro de Jesús y les servía con especial predilección.
Ante los sufrimientos y miseria del pueblo, la Madre Bernarda se cuestionaba, contemplaba y oraba, así: “Recibe Señor, las necesidades, la miseria, el hambre, la sed, el frío y los dolores del cuerpo y del alma de millares de pobres, y ayúdanos, con tu gracia, a servirles con generosidad”.
El mejor servicio que podemos ofrecer a los pobres no es quitarles la carga, sino infundirles la necesaria energía para sobrellevarla.
La virtud de la gratitud nos ayuda a perseverar en la unidad fraterna, y nos permite recordar quiénes somos ante Dios. Por tanto, hermanas(os), no cesemos de darle gracias al Señor, en unión con la Virgen María, por todas las bendiciones que a diario recibimos, en este proceso congregacional, para vivir “Resignificadas en fidelidad a la Alianza”. Que el reconocimiento del don de Dios, ensanche nuestro corazón, para que de él brote, convertida en oración, una verdadera “acción de Gracias”.
El agradecimiento es uno de los sentimientos más puros que podemos experimentar los seres humanos. Practicar a diario el agradecimiento es un imán de milagros. Hacer conciencia de todo lo que Dios nuestro Señor pone a nuestra disposición para ser artesanos de la vida que Él nos da, sin duda genera un sentimiento de satisfacción y paz.
En este contexto, Santa María Bernarda nos invita a cultivar esta virtud, diciendo: “La humilde y fiel gratitud, es una cualidad grande y hermosa. La primera y mayor demostración de gratitud la debemos a Dios”.
“Seamos agradecidas; que nuestra gratitud se manifieste en palabras y obras. Que nunca muera en nuestros labios, el “Dios le pague”, expresión de inapreciable valor”. ¡Qué agradable es escuchar desde todos los rincones de la casa, la alegre canción del “Dios le pague”, intérprete de almas agradecidas!”.
Recuerden, que ya desde ahora conviene comenzar este cántico de loor; no exige pulidos versos, exige un poco de esfuerzo y es manifestación de un sincero amor. ¡Penétrense
pues, de la total gratuidad de este don y agradézcanlo de todo corazón!
Agradézcanlo, y dispónganse a sufrir cualquier prueba para asegurar la gracia de su vocación.
¡Qué bien se vive en un ambiente, donde almas finas se agradecen y aprecian aun, los servicios más insignificantes!. (CSMB 94)
De igual manera, nos viene bien, acoger la invitación del Papa Francisco, a concebir el espíritu de la gratitud, como un:
• Rasgo característico del corazón, visitado por el Espíritu Santo.
• Signo de buenos modales, distintivo de toda persona de bien.
• Genuino signo del Reino de Dios, que es amor gratuito y generoso.
Necesitamos aprender a “vivir agradecidos” de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos; este es el principio de una vida llena de esperanza y alegría, que nos lleva a la plenitud emocional y espiritual”. (Papa Francisco).

Santa María Bernarda como manifestación de solidaridad.
Experimentó en su vida un amor apasionado por Cristo pobre y un tierno y fraterno amor a los pobres, expresado en su estilo de vida, marcado por la genuina sencillez y una gran humildad.
Cuando comenzó la misión en Ecuador, se despojó totalmente de sí misma. Quiso vivir tan pobre, como los pobres que encontró en la misión de Chone - Ecuador, así quiso dar respuesta al llamado que el Señor le hacía de ampliar el horizonte de su vida, para ir a donde Él la enviara: “Al pueblo pobre de América Latina, a Anunciar el Evangelio de Jesús.”
Santa María Bernarda fue una mujer deslumbrada por Dios, por el Evangelio y por los pobres. La preocupación por los otros, especialmente los más débiles, fue una constante de su itinerario vital como mujer consagrada.
Ella y sus hermanas, vivieron no solo con los pobres sino ante todo, como los pobres.
Comprendieron que la pobreza consistía, ante todo, en la capacidad de dar y volver a dar, hasta expropiarse de todo, y que esta virtud era una mediación para identificarse con Cristo pobre y con los pobres; sabía cómo cuidar de cada uno, especialmente de los enfermos que vivían totalmente desprotegidos.
Exhortaba a las hermanas, diciendo: Ojalá que los pobres se acerquen a nuestras casas, sin miedo. Que sean acogidos como hijos de Dios y hermanos nuestros, escuchados, orientados y atendidos en sus necesidades”.


“La humildad es la llave para abrir el corazón de Jesús. La humildad conquista el amor
y la complacencia del humildísimo Corazón del Salvador. Es su virtud predilecta”
(El Corazón de Jesús en la vida de la M.B. Pág. 20)
El camino de humildad, en Santa María Bernarda
La Humildad Evangélica fue una gracia y prerrogativa particular de Santa María Bernarda. (H. V. Pág. 51)
La vida de Santa María Bernarda es todo un ejemplo de virtudes, donde no resulta difícil reconocer su heroicidad.
Llevó una vida oculta y en oración.
Nutría una inmensa confianza en Dios y en la Providencia.
Su vida ha sido todo un confiar en Dios, que la guiaba por el camino de la santidad.
Se consideraba y se llamaba, con plena convicción, “una gran pecadora” y quería que todos también la consideraran persona de poco valor. Hacía poco caso de sí misma y de su vida, despreciaba los honores y las alabanzas; deseaba ser despreciada y humillada; se alegraba de las humillaciones; atribuía, todo bien, únicamente a Dios. (H. V. Pág. 110)
Por humildad y modestia, prefería dejar de dar limosnas y dejar que las otras hermanas lo hicieran, para permanecer oculta. Amaba
la simplicidad. Sus palabras eran siempre sinceras y explícitas. En ella, todo era auténtico, inspirado por la bondad y la benevolencia. Se consideró siempre la más pequeña de las hermanas, obligada a servir a todas, y a estar sometida a todas.
En el ejercicio heroico de esta virtud, se inspiró en la humildad de la Virgen María, no dando ninguna importancia a su persona ni al cargo que ocupaba, sino atribuyendo todo bien exclusivamente a Dios.
Quiso que la humildad fuese la característica de su Congregación y educó a sus hijas espirituales, para cultivar y amar esta virtud. La virtud de la humildad resultó la constante de su vida y de su actividad. Es admirable su prudencia y humildad. Jamás buscó defenderse de cualquier acusación, antes bien, se apresuraba a echarse sobre sí, toda culpa. (H. V. Pág. 211)
Era siempre honesta, sincera, genuina y auténtica. Nunca se le vio impaciente o irritada. Las amonestaciones y correcciones las hacía con voz tranquila. Después añadía alguna palabra de estímulo que hacía efecto. Cuando el mundo externo no la comprendía, la contrariaba y la perseguía, permanecía silenciosa y no se defendía. Al confesar sus culpas, reconocía sus propias faltas con gran humildad.
Cuando era acusada, jamás se mostraba ofendida, con actos de caridad hechos ocultamente y haciendo los trabajos más humildes, quería ponerse al servicio de todos. En su comportamiento nunca manifestó nada que fuese contrario a la virtud heroica de la humildad. (H. V. pág. 143)
En los sufrimientos por las incomprensiones del Obispo de Portoviejo y su Clero, permaneció en silencio y no se defendió.
Sumergida en la más profunda humillación delante del Señor, agradecía por la oportunidad
de poder sufrir y aparecer culpable delante de todos.
Ella nos dice: hermanas créanme, el único camino al cielo es aquel que Cristo halló con su propio pie…. “humildad - sacrificio - y amorosa oblatividad”.
La Madre Bernarda en su carta 59, dice: mucho les he escrito sobre la humildad, pero… ¿la han asimilado…? No basta reflexionar, hay que obrar. Si faltara la práctica sería mejor callar.
Quiera la Sangre Redentora de Cristo, sanar nuestros corazones de la soberbia, del egocentrismo y de la exagerada autosuficiencia.
Quiera también que la humildad eche hondas raíces y produzca frutos sazonados de santidad.
Lo será si se humillan todos los días de su existencia. De otro modo, el cerro de la soberbia se convertirá en montaña infranqueable. (CSMB 59)


En todos los escritos concretamente el diario espiritual, las cartas a la fraternidad de Óbidos, las cartas espirituales, las cartas de enseñanza para algunas hermanas con nombres propio y en los escritos parenéticos, la Madre Bernarda habla brevemente pero con mucha sencillez y profundidad sobre la vivencia del silencio.
En su vida oculta y silenciosa como ella misma lo reflejó con su testimonio de vida, como lo contaban las primeras hermanas que vivieron con ella; hoy es también para nosotras, oculta y silenciosa, porque no tenía nada que mostrar, ni tampoco aparentar, vivió muy consciente y atenta a la presencia de Dios que la envolvía en todo momento.
Siempre como una buena animadora espiritual, ayudaba a las hermanas en las distintas fraternidades de la Congregación, a estar atentas por el camino del silencio para vivir una autentica vida interior.
En su vivencia del santo silencio, como ella solía llamarlo, y en una de sus experiencias místicas, escuchó que Dios le habló para sus hermanas a través de su ángel:
“Amadas esposas de Dios: ¡Guardad el santo silencio que es el guardián de la auténtica vida espiritual!”.
Es aquí desde su vivencia del silencio donde lo fundamenta, como un elemento importante para alcanzar una vida espiritual profunda en Dios Uno y Trino. Para ella, sin el silencio no puede haber vida interior, vida espiritual.
Por lo tanto, este silencio al vivirlo en las responsabilidades que se tiene en la vida fraterna misionera, como lo experimentó ella misma, es hermoso y se convierte en un arte sagrado como ella lo expresa.
La Madre Bernarda permanece con la atención fija en el silencio, como un medio, para llegar a la auténtica vida interior, considera el silencio fundamental para la
interioridad. Por eso en la misma carta, conforta a esta fraternidad de Óbidos a estar vigilantes, atentas al silencio.
En su misma preocupación por la falta del espíritu de silencio, la Madre Bernarda, sigue insistiendo a esta fraternidad, algo que hoy nos falta en muchas fraternidades, en las obras…aprender a vencer nuestra lengua, y nos lo dice así:
“Mis queridas hijas, hemos de aprender el dominio sobre nuestra lengua, sin este dominio no se puede hablar de un espíritu bueno en una persona consagrada o en una fraternidad”.
Para ella, tener control en el hablar y hablar solo lo necesario nos trae muchos beneficios espirituales como el espíritu del silencio, para nuestra vida interior.
De lo contrario, sino se aprende a dominar la lengua, imposible ser una verdadera esposa de Cristo, como lo dice ella tan explícitamente en la carta a la fraternidad de Óbidos. “Miren, es casi imposible que una religiosa pueda ser una verdadera esposa de Cristo, si no sabe dominar su lengua. Porque mancha su corazón con innumerables faltas, y así resulta más bien una persona seglar metida en el santo hábito”.

En primer lugar aprender a hacer silencio nuevamente, para escuchar la voz del Padre, la llamada de Jesús y el gemido del Espíritu.
Silencio exterior que es practicado por amor y al mismo tiempo, es este el que impulsa al santo silencio interior o el recogimiento, para avivar la vida interior.
Hablar lo necesario, en forma moderada, llena de caridad, permaneciendo atenta, y evitando los ruidos fragosos, las palabras ociosas sin desear saber de dónde procede esto o aquello.

Una de las virtudes que la Iglesia destaca más en la vida de la bienaventurada Santa María Bernarda y que ella vivió en grado heroico, es la Caridad.
La Caridad fue la luz de toda su vida, de todas sus palabras y de todas sus obras.
La Caridad en su doble movimiento:
• Caridad hacia Dios: Animada por la fe viva y por su esperanza firme en Dios, brillaba su vida, por su caridad ardiente, buscando en todo, conformar su vida con la Voluntad de Dios, con la frecuente expresión: “Sea lo que Dios quiere…” Dios estaba verdaderamente en el centro de su vida y de sus aspiraciones.
• Caridad hacia el prójimo: De la fe y del amor a Dios, corazón abierto y tierno a todos, particularmente a los más necesitados.
Estaba siempre dispuesta a ayudar y promover, según sus posibilidades, el bien espiritual y corporal de los hermanos.
Inculcaba mucho a las Hermanas, la práctica de la Caridad. Ella misma nos recomienda que debemos hacer una verdadera iniciación en la “Escuela de la Caridad”. Nada mejor que en este año de la Pascua Eterna de Santa María Bernarda, todas frecuentemos esta Escuela, hoy la Iglesia nos pide insistentemente la práctica de la Caridad.
Queridas Hermanas y Laicos, dejemos que la Bienaventurada Santa María Bernarda, sea nuestra Maestra y Guía en el esfuerzo que hace cada una/o para que la Caridad sea nuestro distintivo y señal de fidelidad a nuestro Carisma. Lo mejor que podemos hacer, es escuchar a nuestra Fundadora, en sus sabias enseñanzas sobre la Caridad, buscando vivirlas en el día a día.
Escuchémosla:
• “Queridas Hermanas, el contacto con Cristo hará que nos amemos unas a otras como Cristo y el Padre se aman. Desde siempre fuimos amadas y somos objeto de Eterno Amor
• “En esto conocerán que sois discípulos míos: Si os amáis los unos a los otros…”
• Hermanas, examinaos respecto a esta señal de vuestra Caridad, no toleréis la más mínima falta contra esta preciosa virtud. Desterrad dentro de vosotras faltas contra la Caridad.
• Muchas citas de la Sagrada Escritura, nos hablan de las preferencias que Dios tiene por la virtud de la Caridad. En las Fraternidades donde ella tiene derecho y asilo, Cristo coloca su tienda.
• “Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él”. (1 Jn. 4,16)
• Dios misericordioso exige y, con mayor derecho, que nos amemos unas a las otras y nos aceptemos, con paciencia, no juzgando a los demás.
• Queridas hermanas y laicos, no os olvidéis practicar la verdadera Caridad Fraterna, con paciencia a toda prueba, cada una cargue el fardo de la otra, con sus flaquezas, tendencias y fallas de carácter. A cada una debe bastarle cuando ve que la otra se esfuerza para mejorar. Una cosa deseo que florezca en todas las Fraternidades y Obras: un sincero y cordial relacionamiento.
La Madre Bernarda nos exhorta a la vivencia de la fraternidad
“¡Oh, feliz vida comunitaria! Sí, feliz, aunque haya que soportar muchas incomodidades para fomentar el bien común”, nos recuerda Madre Bernarda en su carta 24.
Estamos invitados a descubrir, una vez más, el tesoro de la vida en fraternidad, asumiendo las actitudes propias de Jesús: acogida, paciencia, prudencia, mansedumbre, perdón, pureza de corazón, que favorece la construcción de una vida fraterna, en el Espíritu. De ahí que, la presencia de Jesús en nuestras vidas, nos anime y fortalezca para construir la fraternidad, comprometidos con el crecimiento de todos los hermanos. Somos conscientes de este tesoro, que el Señor nos ha confiado: “Yo sembré, Apolo regó, pero Dios ha dado el crecimiento”.
Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios, quien es el que hace crecer. “El que siembra y el que riega están al mismo nivel, aunque cada uno será recompensado, según su propio trabajo”.
(1Co. 3, 6-8)
El amor fraterno, fue uno de los rasgos más fuertes del corazón y de la personalidad tierna de la Madre Bernarda. Su preocupación

por las hermanas, por su bien espiritual y corporal era verdaderamente grande.
Madre Bernarda espera de nosotras, sus hijas, que orientemos nuestras vidas en fidelidad al dinamismo interno de la Divina Comunidad: la TRINIDAD.
Ella nos dice: “La mejor alabanza de la Congregación al Dios de la vida, es una prueba evidente de que en ella no entraron la envidia y la ambición y observar que las Hermanas forman un solo corazón”.
En este Centenario de la Pascua Eterna, pidamos a Jesús, por intercesión de Santa María Bernarda, nos conceda la gracia de seguir construyendo la fraternidad, sobre el único fundamento que es Él y de esta manera se convierta en lugar salvífico para todas.
Dios nos dice:
“Tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición. Pues quien quiera amar la vida y ver días felices, guarde su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas, apártese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella”. (1ra. Pedro 3, 8 – 12)

“Bendita seas, porque pusiste la confianza en Dios”
“Grande confianza en Dios supone desconfianza en sí misma. Convéncete de tu debilidad e impotencia. Deja toda confianza en ti misma, en tu poder, en tu éxito. No te gloríes de tu experiencia. La pura experiencia no es una virtud”.
¡Cuidado! No pongas demasiado peso en las consolaciones y consejos humanos, fortalécete espiritualmente para cargar la cruz de tu vocación, aunque falte toda ayuda humana.
Este pensamiento te fortalezca: “Nada puedo sin la gracia de Dios”. La humilde desconfianza de ti misma es una de las alas con que debes bajar de nuevo al abismo de tu nada. Debes subir en el mismo instante, con el ala de una invencible confianza en Dios, cuanto más profundamente bajes al abismo de tu nada, tanto más poderosa será el ala de la confianza y tanto más alto se elevará a Dios. Dios está siempre pronto para ayudarte con amor paternal.
“¡En los sufrimientos y aprietos de toda especie, ten fe! Jesús quiere y puede ayudarte en todas las vicisitudes”. La Confianza en Dios sea vuestra compañera inseparable. (NJD Pág. 90)
La confianza y abandono en Dios,acompañaron siempre a la Madre Bernarda. Solía decir: “Que tu voluntad, Señor, se cumpla siempre en mí”. Atenta al Plan de Dios en su vida, se preocupó únicamente de la gloria del Padre, con la confianza sin límite de los hijos de Dios. Junto con las hermanas, quería depender exclusivamente de la Providencia Divina y tener solamente lo que la misericordia del cielo le proporcionara, por conducto de las personas buenas.
La actitud de abandono a la Voluntad de Dios, transformó todos sus pasos en actos de puro amor. Conservó siempre la alegría y la calma en la enfermedad, en las horas de oscuridad y cuando era incomprendida.
Antes de tomar decisiones, oraba e invitaba a las hermanas a orar, y en las adversidades, les infundía ánimo y les decía: “Amadas hijas, practiquen todos los días la confianza; con esto, agradan y honran al buen Dios. Entréguense sin reserva a la Voluntad de Dios. Nuestro apoyo sea siempre la Divina Providencia”.
No temía a la muerte, la deseaba ardientemente para unirse con Cristo. Animada por la confianza en Dios, se mostró siempre pronta a colaborar con Él.


Dios se hace sentir acá y allá en los acontecimientos naturales y sociales. Ellos deben provocar sensibilidad, conmover, porque son la voz de Dios.

Soy Liliana Sánchez Ríos. Nací en Barranquilla el 17 de agosto de 1967 y fui atendida por el Dr. Luis de la Hoz. Estoy muy agradecida con la Madre Bernarda porque nací con una inflamación tumoral y sin hueso en la parte derecha del cráneo.
El Dr. de la Hoz diagnosticó que moriría en pocos días, ya que el tumor crecía con rapidez. La hermana Filomena Martínez le dio a mi mamá una reliquia y una novena de la Madre Bernarda, quien oró con mucha fe toda la noche, suplicando que yo no muriera.
Al amanecer se obró el milagro: estaba totalmente curada, gracias a la intervención de la Madre Bernarda. Gracias a este milagro, la Madre Bernarda fue beatificada

el 29 de octubre de 1995 por su Santidad Juan Pablo II.
A partir de esta experiencia con la Madre Bernarda, pude ser una niña feliz. Estudié, trabajé, formé una familia y tuve dos hijos que actualmente están estudiando. Hoy me siento una mujer satisfecha y profundamente agradecida.
Quiero decirles que no podemos olvidar que tenemos un Dios que nunca nos abandona, que está presente en cada momento y que, aunque no creamos, siempre encuentra la manera de mostrarnos que su amor es incondicional.

Soy Mirna Jazime Correa, doctora de la Clínica Madre Bernarda en Cartagena, con 18 años de experiencia. Mi especialidad es medicina interna. En el año 2002 me enfermé de los pulmones; tenía una neumonía severa con derrame pleural bilateral, lo que motivó mi ingreso a la Unidad de Cuidados Intensivos con intubación.
Mis propios colegas no tenían fe en mi recuperación; estaba muy grave, por lo cual mi familia me encomendó a la Madre Bernarda. Unos días después lograron desintubarme y retirarme los tubos de tórax



con una mejoría demasiado rápida, por lo que fue considerado un milagro. Este prodigio permitió que su Santidad Benedicto XVI santificara a la Madre Bernarda el 12 de octubre de 2008.
A partir de mi experiencia con la Madre Bernarda, soy un ser más humano. Soy capaz de diferenciar hasta dónde la ciencia puede mejorar a un paciente y nunca perder el sentido de que la fe es la que realmente puede sanarnos.
Esta experiencia marcó mi vida, por eso quiero decirte a ti que sigas teniendo fe, que sigas creyendo, que sigas orando. Dios siempre escucha nuestras oraciones y sabe que siempre hay una parte espiritual en la enfermedad que también debe ser sanada para que la enfermedad pueda ser curada.

En febrero del año 2023, una noche sufrí un fuerte dolor en la espalda. Al día siguiente, me comuniqué con mi cardióloga para explicarle lo sucedido, y me ella me pidió que asistiera a una cita urgente. Durante la consulta, revisó algunos exámenes que yo llevaba y algo le preocupó. Por ello, costeó personalmente otro examen en el mismo sitio donde atiende. Al revisar los resultados, encontró algo que definitivamente no le pareció bien, por lo que me dio una orden de hospitalización.
Me hospitalicé en la Clínica “Madre Bernarda”, donde me dieron una orden para realizarme un angio-TAC. En el examen, descubrieron que tenía fisuras en las aortas superiores, lo que requería ser trasladado a un centro asistencial de mayor complejidad. Por ello, gestionaron y aprobaron mi traslado a una clínica en Barranquilla. Allí, un médico revisó los exámene y quedó bastante preocupado, ya que mi caso era delicado. La única alternativa era realizar una cirugía similar a la de corazón abierto que he había hecho hace seis años.
El médico revisó todos mis antecendentes clínicos y decidió que me realizaran otro angio-TAC dos días después del primero. Desde el comienzo, me había encomendado a santa María Bernarda y a un sacerdote de la arquidiócesis que murió de COVID. Para sorpresa de ese médico y la Junta médica, encontró una diferencia en los dos angio-
TAC. En el segundo, pudieron ver que había cicatrizaciones queloides sobre las fisuras que habían encontrado en el primer resultado de dos días antes. Para los médicos de la junta, esto fue algo sobrenatural. El mismo médico me manifestó que para él eso es un milagro, por lo cual le doy gracias a Dios y a la intercesión de santa María Bernarda.
Desde entonces, todas las eucaristías que celebro las ofrezco en Acción de Gracias a Dios por las bendiciones recibidas a través de la intercesión de santa María Bernarda.

Ana Verena Salgado Reyes. Sahagún, Córdoba - Colombia
Así sucedió:
Yo, Ana Reyes de Salgado, exalumna Franciscana Misionera de María Auxiliadora, 24 años casada sin tener hijos, vivía confiada en la Madre Bernarda, a pesar de la falta de fe de mi esposo Ángel Salgado.
Acudí a muchos especialistas, en 1992 hice un viaje a Cartagena a la tumba de la Madre Bernarda. Ahí nos acompañó la hermana Filomena Martínez Atencia, quien conoció a la Madre Bernarda personalmente.
Mi esposo y yo nos arrodillamos delante de su tumba, cruzando la mirada muy diferente a la

normal, le pregunte: ¿Qué pides? respondió “UN HIJO”. Lo mismo que tú. La Hermana Filomena nos narraba muchos testimonios en ese momento.
El 31 de diciembre de 1994, yo le oraba y pedía a Dios ese deseo preparándome para el nuevo año de gracia de la Madre Bernarda “Así era mi fe”.
Qué sorpresa el 20 de junio de 1995, la bacterióloga exclamó “Esta embaraza”, respondí “Es un Milagro”, mi esposo al recibir la noticia exclamo: NO SE SI REIR O LLORAR, el hacía 22 años no se acercaba a los sacramentos. Nació mi hija el 20 de diciembre de 1995, es una profesional en educación especial, educadora infantil, especialista y magister en el estudio de las TIC, docente de la Institución Educativa Cecilia de Llera (Sede Montería).
Gracias Santa María Bernarda, que intercediste ante Dios para concederme este gran Milagro.
Dejo como testimonio…DIOS ESTA VIVO Y HACE MILAGROS POR INTERCESIÓN DE SANTA MARÍA BERNARDA.


Claudia Lucia Chaparro
Bogotá, Colombia
Para mí es un honor poder contar mi testimonio de sanación de Nuestro Señor Jesucristo por intercesión de santa María Bernarda
Amediados de febrero 2024 inicio un cuadro de fiebre y dolor de huesos, en tres oportunidades me acerque a la Clínica la Colina, alli me enviaban antibióticos sin tener resultados de mejora, en mi tercera visita me hospitalizaron, después de varios diagnósticos entre ellos, que tenía una neumonía, porque encontraron en la radiografía de pulmón una mancha.
Inicio una serie de exámenes, para identificar la enfermedad que me producía los síntomas que no mejoraban, paso por una broncos pía, una biopsia directa de pulmón, de la cual por un mal procedimiento entro en Neumotórax en dos ocasiones. Estuve un mes hospitalizada, me hicieron varios exámenes, cultivos, biopsias, me hicieron un examen que determina si hay otros órganos comprometidos, para descartar si era un Cáncer el cual se llama PET. El resultado hablaba de hallazgo de sospecha de cáncer con metástasis en otros órganos.
El Resultado era tan devastador y contundente, que a mi habitación empezaron a llegar: el psiquiatra, el doctor del dolor, el doctor de manejo de oncología. Escribiendo este relato aun lloro, y se me pone la piel fría, de la sensación de desolación que sentí.
Con este resultado mi Fe fue afectada, mi hija conoce al Sacerdote Andrés Felipe García, párroco de la Parroquia Santa María Bernarda Bütler en Fontibón - Colombia, por temas de
trabajo y me pregunta si quiere que el me visite para orar y pedir por mi salud y mi fe.
El Presbítero muy amablemente se acerca a la Clínica la Colina, al día siguiente de recibir la noticia, me comenta la historia de la Madre Bernarda, al principio no entendía porque me contaba su historia, yo nunca había escuchado de los milagros de ella, pero luego el me muestra la reliquia de la Madre Bernarda, oramos y en ese momento entiendo que Dios busca diferentes formas para mostrar su bondad. Oré con toda la fe, empezamos hacer la novena todos en mi familia, y pedí con todas las fuerzas de mi alma que yo fuera un milagro de Dios, le prometí visitarla en su Santuario en Cartagena-Colombia y dar testimonio de su milagro.
Al tercer día, llegó el resultado de la Biopsia, la cual fue Negativa, todos los médicos quedaron desconcertados con el resultado, a los pocos días llego el resultado del cultivo, con el cual fue diagnosticada mi enfermedad se trataba de un hongo llamado HISTOPLASMOSIS, de la cual ya me encuentro curada, por la bondad de Nuestro Señor.
Para mí y todos los que vivieron mi enfermedad, damos toda la gloria a Dios y a la intersección de santa María Bernarda, no es casualidad, que el padre Andrés Felipe, acabara de recibir la reliquia de la Madre Bernarda, que conociera a mi hija, que me visitara y me diera testimonio de la vida de esta santa.

Cristina Bedoya (mamá de Luciana) Bogotá, Colombia
a historia empieza mucho antes de ser engendrada, yo la mamá tengo Lupus una enfermedad autoinmune que me dio después del COVID, por lo que me habían dicho que era peligroso tener otro hijo.
Adicional mi esposo se hizo exámenes y le dijeron que para poder tener bebés debía hacer un tratamiento a lo que nunca accedimos.
En septiembre del año pasado (2023) estuvimos de viaje y pasamos por Roma por lo que aprovechamos para ir al Vaticano y en la basílica de san Pedro me arrodillé con mucha Fe y amor le pedí a Dios que me permitiera ser madre de nuevo, pero con un bebé sano y yo con salud para poderlo criar, puedo decir que Dios me escucho y mi oración subió directo al cielo porque esa misma semana quedé embarazada de Luciana.
Llegamos a Colombia y nos enteramos a finales de octubre que venía un bebé, todo transcurría normal hasta que en febrero decidí adelantar una cita médica en la que me dijeron que algo no andaba bien con el corazón de la bebé.
Fuimos a urgencias y nos dieron el diagnóstico más difícil de nuestras vidas, nos dijeron que la bebé tenía una bradicardia que contaba de un bloqueo Av Completo, es decir que su corazón no latía como debía, los bebés deben estar por encima de 120 y Luciana estaba en 52, nos dijeron que no había nada que hacer, que el corazón igual se iba a cansar y en cualquier momento paraba y ella moría en mi vientre.
Ha sido una prueba difícil pero Dios nos ha permitido tener las personas y las herramientas para superarla.
Nos puso los médicos idóneos y creyentes.
El Padre Andrés García supo de mi situación y muy amablemente fue a buscarme a la clínica donde estaba hospitalizada, en esa visita llevó la reliquia de santa María Bernarda, la puso sobre mi vientre mientras orábamos, me confesó, me regaló la novena y me enseñó a hacerla, desde entonces la hago a diario.
Contra todo pronóstico Luciana nace el 21 de mayo por cesárea en la clínica Reina Sofía, nos dijeron que podría morir el día
del nacimiento, pero no fue así, durante el procedimiento nunca tuve miedo porque siempre supe que estaba Dios con todos sus santos operando mi cuerpo y trayendo mi hija a este mundo.
La bebé fue ventilada, remitida a la clínica Shaio y fue operada, el primer día de vida tuvo un marcapasos externo casi un mes, hasta el 17 de junio que recibió su marcapasos definitivo, después de esta cirugía tuvo una complicación pulmonar y no mostraba mucha mejoría, por lo que decidí llevar a la UCI la estampita de santa María Bernarda y ponerla en la incubadora de la bebé, acompañado de la oración, novena y El Rosario.


Sin dejar atrás la intervención de el Arcángel san Rafael también, automáticamente al día siguiente la bebé empezó a mostrar mejoría y le retiraron el aparato con el que respiraba, la pasaron a la cuna normal y en cuestión de una semana ya estábamos en casa.
Los milagros si existen, Luciana es uno de ellos, somos una familia pro-vida y queremos que este testimonio lo lean y escuchen muchas personas, para poder ayudar cuando tengan dudas de Fe o cuando estén pensando en interrumpir vidas inocentes.

Mi nombre es Laura Vanessa Mejía Fontalvo, resido en Barranquilla- Atlántico, actualmente tengo 33 años de vida.

Comienzo contándoles que desde niña tuve el deseo de conformar una familia y tener un par de hijos eso sí, después de haber consolidado un hogar en el que junto a mi esposo tuviéramos estabilidad económica, espiritual y emocional que brindarles a los retoños de nuestro amor.
Me casé con John Jairo a mis 22 años, sin embargo, los diagnósticos médicos de nuestra salud reproductiva no eran muy alentadores, vivimos ocho años que se sintieron como una eternidad, por ello decidimos que luego de recibir la segunda dosis de la vacuna contra la covid-19 y haber ahorrado lo necesario, acudiríamos a un tratamiento de fertilidad que pudiera coadyuvar en el anhelo mas preciado de los dos, como esposos.
En el 2021, lo intentamos y luego de haber rezado con mucha fe la novena de la medalla milagrosa, el 27 de noviembre del mismo año nos enteramos que venían en camino dos bebés.
Finalmente, Dios en su infinita misericordia había hecho realidad nuestro milagro anhelado. Fue un embarazo un poco difícil puesto que la carga hormonal recibida durante la fertilización in-vitro, sumado a las hormonas propicias de un embarazo gemelar golpearon fuertemente mi salud, con nauseas y vómitos que me obligaron a permanecer mucho tiempo internada en la clínica.
En la semana 23 desarrollo una incompetencia cérvicouterina que estaba provocando que el cuello del útero se abriera por dentro, es decir, el cuello se había puesto como un embudo, lo que amenazaba una posible expulsión de los fetos por su peso dentro del útero.
Esto conllevó a que tuviera que ser intervenida quirúrgicamente para realizar un cerclaje “coser el cuello”, evitando de esta forma la salida de los bebés que para ese momento ya sabíamos que se trataba de dos hermosas niñas.
Pese a que el cuerpo médico de la clínica donde me encontraba, se negara a realizarme un cerclaje por no tener científicamente un alto índice de efectividad en embarazos gemelares. Sin embargo, en nuestro caso, Dios y la Virgen

nos acompañaron y para su gloria pudimos llegar hasta la semana 36.
El 03 de julio de 2022 fui citada en la clínica la asunción de Barranquilla, por el perinatologo que había atendido todo mi embarazo, por ser esa clínica la única en la que había conseguido dos UCI neonatales para las niñas, ya que no habían completado las 37 semanas de gestación, debido a que mis cifras tensionales estaban demasiado elevadas y las bebés podían requerir cuidados intensivos.
A las 04:45 pm nació Helena y a las 04:46 pm nació Victoria. Aparentemente el parto había sido un éxito, pero sobre las 07:00 pm un sangrado excesivo por la herida quirúrgica y una palidez cutánea, habría alertado a los médicos de la clínica. Me ingresan nuevamente a quirófano encontrando una hemorragia en el útero, lo que los obligó a practicar una histerectomía como medida salvadora de mi vida.
Posteriormente debieron realizar una laparotomía exploratoria para verificar si otro órgano presentaba hemorragia, decidiendo empaquetarme (colocarme compresas de gasa estéril) y dejarme la herida abierta en caso de alguna otra eventualidad.
La perdida de sangre era tal, que llegué a tener la hemoglobina inferior a 4.3 g/dl, fue necesario entonces intubarme en medio de las cirugías, debido que las cifras tensionales por la pérdida abundante de sangre me jugaron una mala pasada dejándome hipotensa, taquicárdica y diaforética.
A las 10:15 pm entro en código rojo haciendo además un shock-hipovolémico, en otras palabras, estaba viva por misericordia de Dios, me mantenía ¨estable¨ conectada a un ventilador y con vasopresores que permitieran regular los signos vitales.
Al finalizar la noche, mi esposo pudo ingresar a verme porque el médico de turno tuvo compasión de ambos y me cuenta que aun con los ojos cerrados reconocí su presencia y le apreté las manos. Ya siendo 4 de julio los médicos identifican que los riñones no están funcionando, así que proceden acolocarme el catéter de mahurkar (en la yugular) para iniciar la terapia de reemplazo renal continua por 72 horas (hemodiálisis). Mientras que por un lado una maquina bombeaba la sangre a través de un filtro y luego la devolvía a mi cuerpo, por el otro lado, me transfundían 17 pintas de sangre para poder estabilizarme hemo-dinámicamente.
Nuevamente soy ingresada a quirófano, a fin de evaluar la condición de las compresas y si el sangrado se había detenido, afortunadamente encuentran las compresas con escasos residuos de sangre, pero deciden hacer un lavado y volverme a empaquetar, dándome chance de no presentar ninguna otra hemorragia.
Sedada y anestesiada podía escuchar muchas voces, pero no podía abrir mis ojos porque posterior a lo relatado, sufrí un accidente cerebro vascular (ACV) conocido más comúnmente como sangrado cerebral, viviendo una experiencia imposible de olvidar no solo por lo grave de la situación; sino, porque durante ese trance de mi vida, recorrí el ¨famoso túnel de la vida¨ dos veces.
Hablé con familiares que ya no están en este plano terrenal, vi a Jesús y a María Santísima a sus pies, de hecho, pude contemplar mi supuesto sepelio, ver como me lloraban mis padres, mi esposo y demás familiares. Lo curioso fue que nunca experimenté miedo pese a que siempre le tuve mucho temor a un momento como ese.
Durante varios de esos días veía que estaba sentada al lado de la cabecera de mi cama una mujer de contextura gruesa, que vestía un habito negro, con unos ojos azules inolvidables que me daba aliento y acariciaba con ternura mi cabeza, me dio a beber incluso un té de tilo y una noche pude tenerla frente a mi contándome que ya había dado a luz a mis hijas y que tanto ellas como mi esposo estaban esperando por mí, que era una mujer fuerte y que por eso me daba la orden de levantarme y echarme a andar, que debía ir corriendo por mis hijas y que ella cuando volviera a hacer ronda por UCI no quería verme ahí, a lo que le contesté que iba a exigirle humildemente a Dios por mi milagro, que Él no hacia regalos incompletos y que me iba a levantar.
Hasta ese momento no sabía de quien se trataba, ya estando en habitación y luego de un episodio convulsivo, al ver que todas las hermanitas de la Congregación se acercaban a ver como iba mi recuperación, le pregunte a mi mamá ¿por qué la monjita qué vestía de negro no me había ido a visitar?,¿Qué si ella solo estaba rondando por la UCI?, me respondió que estaba confundida, que ninguna de las hermanitas de la Congregación vestía de negro, por ser Franciscanas sus hábitos eran blancos, pero al describirla delante de mi hermano, él me dijo que me traería una foto a ver si podría reconocer a la mujer que describía.
Salió de inmediato al pasillo de la habitación tomó una foto y me la mostró, al afirmarle que efectivamente era esa monjita, fue entonces cuando me enteré que se trataba de la Santa Madre María Bernarda Bütler, quien habría estado intercediendo por mi vida ante nuestro padre Celestial.
Le hice la promesa a Jesús que si me sacaba de esa UCI y me permitía conocer a mis hijas iba a testificar de su grandeza y de su amor.
Hoy, después de un largo periodo de recuperación, de poder volver a caminar, a hablar coherentemente, de disfrutar ver crecer a mis hijas, puedo testimoniar la grandeza de un Dios de amor, de misericordia y compasión;
también, de una Santa mujer como lo es, la madre Bernarda quien estuvo asistiéndome y acariciándome dulcemente, a quien también le debo mi devoción y amor profundo por interceder por mi vida aún sin conocer de su historia y su gran legado.
A todo el que tenga la oportunidad de leer este, mi testimonio, quiero decirle que los milagros existen, que el amor de Dios es inmenso, bueno, perfecto e implacable y que a través de los santos como la madre Bernarda podemos pedir por su intercesión con fe y vamos a poder salir de cualquier situación por más difícil e imposible que parezca.
Teniendo siempre presente lo que nos dice san Marcos 9:23 ¨Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible¨ y san Lucas 1:37 ¨Porque ninguna cosa es imposible para Dios¨. Mi invitación hoy es a que pidamos con fe y creamos que Dios si nos escucha y tiene un propósito con nuestras vidas, así pasemos por valles oscuros y momentos de dificultad, ¡DIOS NOS AMA! ¡Créelo y decláralo!
Con amor en Cristo Jesús, Laura Mejía Fontalvo
