Television

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D r a m at i z a d o s d e l o s n o v e n ta · D i r e c t o r e s

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· A c t o r e s

Alí Humar, una cuota de talento y otra de ángel

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La fantasía ha sido una constante en la vida de Armando Gutiérrez. Siendo un niño era frecuente verlo rodeado por las aventuras de El Llanero Solitario, Batman y otros personajes que poblaban las tiras cómicas de la época. Esa pasión por la imaginación se quedó con él y ya de adulto pudo ponerla en práctica en el oficio de la actuación. Y pensar que en un momento de su vida pasó por una facultad de contaduría, tal vez el escenario más propicio para echar a perder la capacidad de soñar. Como era de esperarse, le pareció un tema árido, seco, sin gracia y por eso lo cambió por la actuación. ¿Qué fantasía puede ser más perfecta que meterse en la piel de mil personajes y apropiarse de su vida sin tener que responder por los actos que cometan? Pero debía pulir la imaginación y por eso se vinculó al teatro El Local para que lo formaran como actor. Allí le enseñaron que un verdadero intérprete debe aprender a observar todo lo que le rodea y asimiló tan bien su lección que nada en el entorno pasa desapercibido ante sus ojos. Hasta los mendigos de la calle le han servido de inspiración a la hora de crear tantos y tan variados personajes que han nutrido su vida profesional. En el año 1968 participó en su primera obra de teatro con sus maestros de El Local y en 1979 dio el salto de las tablas a la televisión gracias a la telenovela Los novios. Esta sería la primera de una larga lista de producciones en las que ha interpretado al galán, al villano, al amante, al loco, al hombre leal y al corrupto, siempre con la consigna de esforzarse al máximo pero conservando una implacable mirada crítica sobre su trabajo. En 1983 logró una de sus interpretaciones más destacadas al darle vida a Amadeo, el protagonista de la telenovela La pezuña del diablo. A partir de ese momento, inició una racha de personajes que lo consagró como uno de los mejores actores de la pantalla chica: Fausto en Los cuervos, Martín Flórez en Amándote, Generoso El Guajiro en Calamar, Arturo Cova en La vorágine, Alejandro en Vuelo secreto, Andrés Coronado en En cuerpo ajeno, Pedro Fermín Vargas en Crónicas de una generación trágica… Lo dicho, una lista de nunca acabar. La última telenovela en la que actuó fue Corazón prohibido, producida por la programadora RTI en 1998. Después de esta experiencia se ha mantenido alejado de la televisión, con esporádicas apariciones en producciones como Padres e hijos, Historias de hombres sólo para mujeres y más recientemente en Luna la heredera. El tiempo que antes dedicaba a la fantasía ahora se lo entrega por completo a otros placeres: viajar y continuar sus estudios de dramaturgia. Porque está convencido de que para el verdadero actor la formación nunca termina.

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Armando Gutiérrez o la fantasía de ser actor

Jorge Cárdenas, Orlando Lamboglia, Angie Cepeda, Rafael Novoa, Rafael Cardozo, Nicolás Tovar, Xilena Aycardi, Catherine Siachoque, Judy Henríquez, Pepe Sánchez, Susana Torres y Carolina Sabino, en la telenovela Las Juanas.

Las Juanas El talento como escritor de Bernardo Romero Pereiro se unió al de Juana Samper para llevar a la televisión una historia macondiana, en la que el sabor y el olor del Caribe sirvieron de escenario para el amor de Juana Valentina y Rubén Calixto, dos jóvenes que se enamoraron sin saber que eran hermanos. RCN realizó esta telenovela en 1997 con la dirección de Tony Navia y las actuaciones de Angie Cepeda, Rafael Novoa, Xilena Aycardi, Catherine Siachoque, Susana Torres, Carolina Sabino, Judy Henríquez y Pepe Sánchez. Pero quien se llevó las palmas en el elenco fue Miguel Varoni, actor que le dio vida a Manuel F., un costeño tan arrogante como divertido. La producción obtuvo los premios Simón Bolívar, Estrella de Venezuela, Sol de oro de México y el de la Asociación de Cronistas del Espectáculo de Nueva York.

Si las casualidades existen, una de ellas llevó a Alí Humar al mundo de la televisión. En 1956 la pantalla chica tenía un programa llamado El primer aplauso, en el que aspirantes a actores se sometían al escrutinio del público en busca de que su talento fuera descubierto. Al pequeño Alí, que por aquella época apenas tenía once años de edad, le encantaba el concurso, así que llegó hasta los estudios para solicitar una de las boletas que le permitiera votar por su favorito, con la “mala fortuna” de que en lugar de esa le entregaron la que estaba destinada a los futuros participantes. Sin embargo, él la llenó y a los pocos días estaba parado frente a las cámaras haciendo su primera prueba actoral. Lo gracioso de esta historia es que obtuvo el primer premio: una beca para estudiar actuación con el maestro Bernardo Romero Lozano. No es de extrañar que a los pocos años, en 1961 para ser más exactos, el alumno ya estuviera actuando en los teleteatros dirigidos por su mentor. Sin embargo, las circunstancias de la vida le ocasionaron un revés económico a su familia y debió partir con ella para buscar nuevas oportunidades fuera del país. Primero estuvieron en Guatemala, donde Humar estudió filosofía y letras pero también tuvo tiempo de hacer teatro experimental, y más adelante se radicaron en Europa. Siete años permaneció fuera del país y a su regreso volvió a vincularse al medio artístico colombiano. Fue entonces cuando inició su etapa más prolífica como actor, con participaciones en las producciones Candó (su primera telenovela), Crónica de un amor, La trampa, El caballero de Rauzán, La vorágine, La mala hora, La abuela y La feria de las vanidades, entre otras. Fue calificado como uno de los galanes del momento, a pesar de que él con modestia asegura que no era muy buen actor y que sólo llegó a serlo poco antes de incursionar como director. Más bien tenía ángel y eso al público le gustaba. A finales de los años setenta hizo una telenovela tan mala, pero tan mala, que le daba dolor de estómago solo verla: La deuda. Su reacción a este trabajo consistió en buscar otras alternativas dentro de la pantalla. Y encontró la dirección. Su primera oportunidad en este campo la obtuvo con el espacio Teatro romántico, producido por la programadora RTI. A esa primera experiencia seguirían otras tan exitosas como Los cuervos, El ángel de piedra, La U (de la que también fue libretista), Lola Calamidades, La fuerza del poder, Señora Isabel y Sueños y espejos. En el 2000, después de hacer el programa Las musas para Señal Colombia y de realizar un espacio de entrevistas en Radionet, Yamid Amat lo buscó para que dirigiera el nuevo segmento de farándula del noticiero del Canal Caracol, titulado Los secretos de María José. No había concluido este proyecto cuando se produjo la noticia de que Jota Mario Valencia, por aquel entonces director de Sábados felices, debía salir del país por amenazas y fue entonces cuando el programa de humor más tradicional de la pantalla chica quedó en sus manos. A él le ha dedicado los dos últimos años de su vida, con una pequeña infidelidad de su parte en 2002 para regresar brevemente a la actuación con un personaje en la telenovela Siete veces amada. Lo aceptó ante la insistencia del libretista Bernardo Romero Pereiro. Pero esto no significa que regrese a su viejo trabajo frente a las cámaras. Lo suyo está allí, detrás del escenario, donde puede crear y dar rienda suelta a su imaginación. Porque para ese oficio Alí Humar también ha descubierto que tiene talento y un ángel especial.

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