Television

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D r a m at i z a d o s d e l o s n o v e n ta · A c t r i c e s

m e m o r a b l e s ·

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“He aquí una mujer que quiso recordar”. Ese es el epitafio que Margarita Rosa de Francisco quiere en su tumba, pero a la vez es la frase que puede indicar lo que ha sido su vida: sucesión de recuerdos, unos dulces y otros dolorosos, que la han convertido en la mujer que es hoy, en una de las actrices más admiradas por los colombianos. De ese cúmulo de memorias hacen parte momentos íntimos, como los que quizás vivió con sus padres y sus hermanos en la finca Santa Bárbara donde creció, pero también aquellos de los que han sido testigos los colombianos desde el preciso instante en que dio el paso del anonimato a la popularidad. Recuerdos que van desde ese 1984 cuando fue elegida como la Modelo del año por la revista Cromos, título que coincidió con su participación como candidata del Valle del Cauca en el Concurso Nacional de Belleza. La memoria no falla: en esa oportunidad lloró por no resultar elegida. Pero también supo poner buena cara ante los medios y la nueva reina. Esa fue su primera actuación. Después vendrían otras, las mismas que edificaron su carrera y le permitieron obtener un premio India Catalina en el 2000 como la actriz del siglo. Pero entre ese primer llanto y el galardón fueron muchos los instantes que poblaron su vida. Como su viaje a Londres después de la experiencia en el reinado. La llamada de Julio César Luna en 1986 para pedirle que protagonizara la telenovela Gallito Ramírez. Los premios Simón Bolívar e India Catalina que recibió como la revelación del año precisamente por aquel papel de la niña Mencha. El matrimonio y posterior divorcio con Carlos Vives. Su paso por el Noticiero 24 horas como presentadora. La controversia que despertó en 1988 por sus sensuales escenas en la serie Los pecados de Inés de Hinojosa. Los años de estudio en España, con la consiguiente actuación en la serie Brigada central. El fenómeno de la telenovela Café… Esta fue su consagración definitiva entre los colombianos. Ellos ya la querían. Era su novia. Pero con el

personaje de la Gaviota la convirtieron en un ídolo, título que Margarita nunca ha pedido para sí misma. Pero su público lo hizo y junto a él los cubanos, venezolanos, panameños, argentinos… En fin, todos aquellos que la vieron sufrir por el amor de Sebastián Vallejo y entonar rancheras entre los cafetales. Pero entonces volvió a marcharse. España fue una vez más su refugio, con esporádicas escapadas a Colombia para actuar en la película Ilona llega con la lluvia (un recuerdo más: el premio del Festival de Biarritz como mejor actriz), la serie Hombres y las telenovelas La madre y La Caponera. Una nueva escapada y un contrato para filmar una película en la Península Ibérica fueron interrumpidos en el 2000 por la llamada de Jorge Roa, por aquel entonces gerente de mercadeo del Canal Caracol, quien deseaba hablarle sobre un proyecto que apenas empezaba a gestarse: el reality show Expedición Robinson. El canal quería que ella fuera la presentadora. En un principio no le sonó la idea, pero tan pronto le mostraron la estructura de la versión argentina de este espacio aceptó. Lo hizo porque siempre le ha gustado la naturaleza y porque compartir situaciones extremas con 16 desconocidos podía darle otra perspectiva del ser humano. La experiencia le gustó. Por eso en el 2002 quiso repetirla y volver a aprender con los expedicionarios. Después de esto regresó a uno de esos silencios prolongados a los que ya se ha acostumbrado Colombia. Las ofertas abundan. Otros países quieren tenerla en sus telenovelas. Pero ella no acepta. Para hacer melodramas se queda en su tierra, donde se hacen los mejores. El cine es cosa aparte. Por él se deja tentar en cualquier rincón del mundo. Porque en los recuerdos agradables de su vida el séptimo arte ocupa un lugar especial. No obstante, en el 2004 los televidentes la vieron de nuevo en la pantalla chica nacional, haciendo la presentación del último reality del Canal Caracol, Desafío 20.04, en compañía de Víctor Mallarino.

Gracias. Esa palabrita tan pequeña pero a la vez tan diciente, que puede no encerrar ningún significado y a la vez guardarlos todos, fue la primera que pronunció Humberto Dorado frente a las cámaras de la televisión. Gracias. Tenía apenas diez años y miraba con ojos sorprendidos al señor director que tenía en frente de ellos, Víctor Mallarino Botero, quien le daba las indicaciones para que dijera su palabreja, único parlamento de aquel joven aspirante a actor, en la comedia Hogar dulce hogar. Gracias. Finalmente pronunció su línea, la misma que no olvida hoy, 43 años después, cuando se ha dado el lujo de recitar parlamentos enteros, algunos de ellos verdaderas joyas del cine, el teatro y la pantalla chica, a través de sus incontables personajes. A pesar de aquella primera experiencia, Humberto asegura que su carrera como actor empezó realmente en 1967, después de ganar el concurso de cuentos para menores de 21 años organizado por Alfonso Lizarazo en la emisora Radio 15. Por aquellos días era alumno del Colegio Champagnat de Pasto y junto a sus compañeros fundó el Club de Teatro Experimental La Urraca, con el cual realizó siete obras, en las que participaba como actor, escritor o director. La vena artística lo acompañó incluso en las épocas de la universidad, cuando llegó a Los Andes para estudiar economía. Los números se entremezclaron de una manera curiosa con los extensos parlamentos de obras como Vietnam y El tigre, de cuyos elencos hizo parte como integrante que era del grupo Teatro Estudio. Una expulsión de la universidad, sumada a su cercana participación en la fundación del Teatro Libre, lo llevó a dejar los libros a un lado y dedicarse de lleno a la actuación. Su trabajo en las tablas, primero con el Libre y más adelante con el Teatro Nacional, no opacó otra de sus grandes pasiones: la escritura. Fue así como en 1986 ganó el VI Concurso Nacional de Guiones de Focine con el guión de la película Técnicas de duelo, la primera dirigida por Sergio Cabrera y que dio paso a una de las sociedades más fructíferas de la pantalla grande nacional. Gracias a ella han surgido títulos como La estrategia del caracol, Águilas no cazan moscas, Golpe de estadio y el documental El ciudadano Escobar. Pero si bien su aporte al cine y el teatro colombianos es importante, sin lugar a dudas el público conoce más su faceta en la televisión, la cual le ha permitido hacer creaciones importantes para producciones diversas: El coleccionista, Calamar, Sangre de lobos, Sueños y espejos, La alternativa del escorpión, Crónicas de una generación trágica, Leche y La costeña y el cachaco. Por ahora lo que ocupa su tiempo es el guión de la película Solo de sol, que cuenta la historia de un saxofonista colombiano en Estados Unidos. Porque en la humanidad de Humberto Dorado, el actor y el escritor no son entidades independientes. Se amalgaman, se complementan y continúan haciendo un importante aporte al arte dramático colombiano.

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