1010060923 tenenti&romano los fundamentos del mundo moderno

Page 209

Aquella estructuración burocrática puede comprenderse acaso con especial evidencia siguiendo los desarrollos de la diplomacia. Durante toda la Edad Media, la distinción entre cónsul y embajador habla sido muy clara. El cónsul era el que representaba, de un modo estable, con residencia fija, los intereses prácticos, económicos (en general, comerciales) de un grupo de [270] una determinada nacionalidad residente en el extranjero; el embajador era un enviado extraordinario, con una misión precisa, que representaba el poder de su país en las gestiones relativas a un solo y determinado asunto. No habían faltado ejemplos de cónsules, que a sus poderes jurisdiccionales habían añadido también los de embajadores, pero se había tratado siempre de casos especiales, y, de todos modos, de corta duración. Ahora, en cambio, empieza a formarse un cuerpo de funcionarios diplomáticos, que tienen su órgano central, la «cancillería», y sus sedes fijas cerca de los soberanos, para los que han recibido las cartas credenciales. Así, mientras se fijan las capitales y se forman las cortes, cuando los soberanos toman una residencia más estable, es normal que, tras ellos, tomen residencia fija los representantes de las potencias amigas —y menos amigas—: a la gloria de las capitales nacientes no podía faltar el reconocimiento del mundo extranjero. Bajo otro ángulo, es de tener en consideración que esta nueva posibilidad de emplear el talento propio al servicio del señor, del estado, representa también una solución para las dificultades de viejas familias aristocráticas alcanzadas por la crisis, y, al mismo tiempo, una posibilidad, para las familias de reciente influencia, de llegar a las altas esferas del poder. Empieza también a perfilarse la costumbre de la familia que se consagra toda entera, o casi, a estas específicas funciones diplomáticas. En 1499, por ejemplo, Pietro Soderini representa a Florencia en Francia; Francesco Soderini, en Milán; Paolo Antonio, en Venecia... Esta concentración, esta heredabilidad de cargos en una misma familia van acompañadas de fenómenos no siempre positivos. Si, por ejemplo, a un alto nivel, en la formación de verdaderas «dinastías» de altísimos funcionarios, pueden encontrarse elementos positivos, como una cierta educación, estilo, formación, tradición, este mismo fenómeno, aplicado a funciones menores, da lugar a fenómenos completamente distintos. Ahora se asiste a una cierta («democratización» de los servicios del estado (hasta el punto de que el latín va siendo progresivamente sustituido en las actas oficiales por las lenguas vulgares). Interviene una progresiva tendencia laica de los servicios públicos, en los que la presencia del sacerdote es cada vez más rara; sobre todo, los burgueses asumen funciones hasta entonces reservadas a determinados grupos sociales. La formación de una clase de empleados no es sólo importante en un sentido técnico (es decir, para comprender cómo el estado «nuevo» se enfrenta con las necesidades «nuevas» que se le imponen), sino también como elemento determinante de una auténtica revolución social. De origen generalmente modesto, el funcionario que entra en el mecanismo del Estado se adueña (en [271] proporciones más o menos considerables) del poder, y comienza a constituir una clase en sí mismo, la cual descubre que está, demasiado a menudo, mal retribuida en relación con el poder y con las funciones que ejerce: de ahí la corrupción burocrática. Que, además, es «corrupción» sólo en el juicio moral (y moralista) que nosotros podemos darle hoy, pero que, en la óptica del tiempo, no lo es más que en casos entremos. Por otra parte, está


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.