Boletin Informativo - 2011

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A quien revela Dios sus secretos

“En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, Sí Padre, así te ha parecido mejor. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Mateo 11, 25-30 En este texto del Evangelio de San Mateo nos encontramos con una oración de acción de gracias de Jesús al Padre, llena de alegría y entusiasmo. El motivo de la alegría y del agradecimiento es que Jesús oculta sus secretos y su intimidad a los que este mundo tiene por sabios y entendidos (a las lumbreras de la humanidad) y se los revela a la gente más sencilla. Recordemos que en aquel tiempo, lo mismo que hoy, la humanidad estaba dividida entre los que saben y los que no saben, los simples trabajadores, los que ocupan los últimos puestos en la sociedad, los que carecen de poder en todos los sentidos y entre los de nivel más bajo estarían los inmigrantes. Recordemos también que, en aquel tiempo, había una clase social: los fariseos, los escribas y maestros de la Ley, los sumos sacerdotes, el Sanedrín y todos los que gobernaban y tenían en sus manos el sistema económico-político-religioso de Israel, que conocían perfectamente la Ley y todas las Escrituras. Y la mayoría del pueblo no conocía apenas la Ley que constaba de más de 600 preceptos negativos y casi 400 positivos. Las clases altas, además de considerar ignorantes a la mayoría de la gente que formaba la sociedad, los despreciaba, y estaban convencidos de que eran unos malditos por parte de Dios. En este mundo ocupaban el último lugar y cargaban con todos los sufrimientos. Y los que sabían y vivían bien, se consideraban los preferidos y los benditos de Dios. Y una señal de que Dios los bendecía, eran las riquezas de las que disfrutaban, su alto nivel cultural y su poder para gobernar la sociedad y asegurar su bienestar para el futuro. 14


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