Canibalismos
14/03/2017 cAracas, venezuela-madrid, espaĂąa
catĂĄlogo de aperitivos literarios
XXVI
©Maria Elisa Quiaro. «Belleza a la medida», Collage Artista plástico
Me he bautizado en una señal de teléfono, de espaldas al mundo y a los ojos de los hombres. El rugido de todo un cuerpo tendido entre cánticos de radio, mirándose a un espejo que no le pertenece y que le grita a los ojos y el sonido se clava como garras de sirena; así ha sido escrito sobre los astros de mis adentros. Me he caído en el miedo de no saber si tengo forma, si mi frotar en el falso terciopelo de las butacas del mundo es también falso, es su propio poema de pleno derecho. No he sabido trazar con claridad los ángulos que dan en el vacío donde mi vacío fondea; me habría costado sacarme los ojos y confiárselos al viento. He tenido que medirme a lo lejos con la inmensidad de mi ánimo, y no ha sido suficiente. Allá donde no soy me he visto caer. Los cazos de cocina y su recital de misterio hirviente serán espejo y memoria De las noches En las que el muchacho con manos de tizna recoja sus redes, Y no haya nada. Las urracas me recuerdan con lamento Porque antes en mi memoria había oro, Y ahora deben hundir sus picos en Himnos estridentes a la inexactitud humana. Allá donde no soy me he visto caer. Me podría reír en el pasado Como si en lugar de una mente infinita Y un trueno al final de la voz Me basara en un beso donde mi boca arroja silencio y pliegues en el tiempo. Los céntimos se bajan del final de las fustas. Ya no puedo tender una cuerda más; Sea el suspense.
Jácaro del Valle
Nacido en Madrid en 1998, es estudiante de Literatura General y Comparada en la UCM.
Video killed Sentados bajo la orilla de la ermita se escuchan los susurros humanos de su arquitectura… sentados en el sofá infrecuente de nuestras vidas con la radio entre las manos despertamos como el disparo, como el trueno como la muerte de la radio a manos del video… Demando el agua de tu cuerpo y las piedras de tu relieve subimos con la fama de las voces de radio y caemos al instante en los sueños… en un cantar lento nos despedimos, en un cantar lento voy cerrando mis párpados, en un cantar lento digo: “Video killed the radio star”
Charles Pouzols
Pasó la vida entre bares y bibliotecas, actualmente continua con dicho este proyecto. Poeta vitalista.
Partir Partir de casa. O partirse. Mejor vaciarse. Pero no encuentro ningún vacío porque todo se lo tragan. Se lo traga, por ejemplo, el hombre de al lado. Maldice mientras masturba comerciales. Grita con la palma babosa que está cansado de tanta mierda. Yo me río, como si en algún momento toda esta evacuación parara. Señor, los problemas son de los vivos, en este lugar lo que queda es el crimen. Y resolverlo supone un culpable, un asesino, múltiples asesinos, asesinos en serie, asesinos de mujeres, asesinos de asesinos, pero no hay homicida, es solo la tristeza haciendo lo suyo. Hágase su amigo y cómprese un sofá nuevo para morir.
O mejor sueñe.
Sueñe, en instancia, que los verbos crujen, que todo en realidad cruje. Que estos son enormes caballos, jalados del cuero, golpeando sus caras chorreando pozos de sangre. Escuche como se lamentan, se parten de tristeza. Sale una oración y se les cae el espesor que los acobija. Luego una tinta dorada, asiática cruz de plomo, los plaga de ducha arrancándose las esquinas y el filo se pierde dejando orificios de luz. Todo se desmorona. Lo que quedan son portales donde cabe el ojo entre las telas arácnidas. Si se asoma puede verla, a la helénica: Allí está, tendida, en la sequía de otro sueño que parece durar muy poco. Un sueño parecido al sueño del caribe, al sueño del fracaso, del eteno retorno, del demonio de la noche. Como la mujer de las madres te acoge a tu paso, te quita el velo del sexo y abre su boca / busca tocarte como si los Dioses la hubiesen enseñado. Insertas tu dedo y te tiendes como un niño que descubre el origen del Deseo. La calma que queda luego de venirse. El amor. Andrés de Tomasi
Caracas, 1993. Guitarrista Graduado de Comunicación Social en la UCAB.
Una alabanza más Recuerdo cuando los Dioses en velo Nos desahuciaron acariciándonos el pelo. Aprendieron de nosotros cada artimaña, Tal como lo hizo Alá con la guerra Y los tronos del alma defenestrados En los baños de sangre de Hosanna. En la creencia de que hay algo intangible Y seres celestes que son incapaces de morir Recuerdo al olvido y a sus gemas de realidad; Todos ellos murieron antes de ser santidad. Y aun si hoy están hechos de luz y de lo que se diga No hay llama que emerja triunfante y no se extinga. Todos somos los sueños del menester Y los Dioses son solo las primeras meditaciones De aquel que soñó el continuo fenecer Donde este rezo existe con sus tentaciones De libaciones, sacrificios y paz Para aquel sordo a una alabanza más. Juan Carlos Rubio Vizcarrondo Abogado, músico y escritor.
Poema de los dones
Seréis como Él.
Gracias Señor por el trankimazin que convierte mi mente en una ciudadela inexpugnable, a resguardo de los efectos, los afectos y los desafectos de lo temporal. Gracias por todas las demás golosinas de mi nutrido botiquín y por el mueble bar siempre bien surtido. Gracias por las tetas naturales de Karma Rosenberg y de Anastasia Christ, por sus culos de mármol y sus coños de nácar. Gracias por mi polla y mis cojones, por la forma personal e intransferible en que penden sobre el mundo como una plomada señalando la vertical de mi ser y el centro del universo. Gracias por las erecciones que me concedes y por esta evolucionada mano prensil de primate que me permite cascármela. Gracias por tu pornográfica Creación y por tu fabuloso y violento mundo en 3D. Gracias, Señor, por tu inexistencia presente y por mi inexistencia futura el fruto amargo que me hará igual a ti. Francisco López Serrano
ha publicado siete libros de poemas, seis novelas, cuatro libros de cuentos y tres traducciones de poetas ingleses.
Génesis 3:1-5
El hijo bastardo Soy el hijo bastardo De una generación perdida Desorientada Henchida de consumo capitalista Podrida & en descomposición. Soy el hijo bastardo En el prolongado estío neoliberal De este pútrido país de postal Atestado de Walmart y McDonald´s De la cajita (in)feliz De comida basura De falsa felicidad. Soy el hijo bastardo De Don Graft y la vieja culiá sapa de la esquina De los pastas del barrio Del pela’o Henry y la loca Silvia Del Diógenes de Madreselva Soy el hijo bastardo Rodeado de otros bastardos & bastardas Un huacho sin padre ni madre Ni hermanos Ni abuelos Ni tíos Sin linaje Sin nación Soy el hijo bastardo Que no reconoce fronteras Un apátrida Que enarbola la bandera negra Con la calavera y huesos blancos cruzados. La de los piratas somalíes que surcan los bravíos mares La de los yonkis del Raval La de los colas del Madame Jazmine De los comensales del Bar Leo de la Barceloneta De los gitanos rumanos de Jaén Rodríguez en Madrid De los putos latinos de la Puerta del Sol
De un mariquita oriundo de Tarragona De mi primo travesti y sus amigas andaluzas y griegas Y de su padre pastabasero De los habitantes de las tres mil de Sevilla De los homeless del metro Châtelet en París & de los negros que venden baratijas en la Torre Eiffel Del italiano que me gritó en Roma HijoePuta Del etíope que pide plata en las afueras de Termini De los traficas de la Plaza del Comercio en Lisboa Que ofrecen chocolate Hachís y cocaíne A pasos de la policía Soy el hijo bastardo De las putas de San Antonio De San Camilo & de la Rotonda Quilín De la inmigrante haitiana de Quilicura De la colombiana que vive en Iquique Del colono alemán y de la esposa de su inquilino De la mapuche ultrajada desde hace siglos Al sur y norte del Río Bío-Bío Por el gozoso español (que es un vividor) Castellano Vasco Gallego Andaluz Y por el patrón terrateniente Chileno Alemán Suizo Soy el hijo bastardo: Un paria & mi Patria es el mundo.
Barcelona-Santiago, diciembre del 2016-febrero del 2017.
Eduardo Godoy Sepúlveda
Chile, 1982. Autor de 4to. Sector de Lo Hermida y es parte de la Antología de poesía popular (2016).
Món Str U O Una hermosa, siniestra mariposa nocturna apareció en mi habitación. Nacida de la nada: hija de la noche. Un ruido sordo interrumpió mi lectura: sospeché que tenía compañía. Luego pude notarla. A los pocos segundos de prender la luz distinguí la oscura silueta del animal -en perfecto contraste con el verde pálido de las paredes- revoloteando a pocos centímetros del techo, presa de un triste violento desorientado aleteo. Pensé que quizás se trataba de su último viaje. Contemplé, con mezcla de tristeza y rabia los vaivenes de aquella lúgubre doncella surgida del vacío, me incorporé y, sin dejar de observarla, estuve meditando acerca de la condena que debía imponerle, culpable el insecto de un allanamiento que había turbado la calma absoluta que reinaba en el reducto -y en mí. Dirigí una mirada fugaz a la ventana -cristal fino, madera antigua-, que estaba cerrada, a pesar de que aún no había terminado aquel extraño mes de agosto. Sopesé la opción de exonerarla y permitir que continuara con su efímera existencia. Instantes después me encontraba de pie ante la silla de mi escritorio, testimonio de la agonía que sufría la inofensiva inquietante criatura que, hecha pedazos, se revolvía convulsivamente en el asiento de cuero negro, pringándolo de miembros descuartizados y polvo lunar, herida de muerte. Un simple golpe seco utilizando el libro a modo de bate de béisbol había bastado para enviarla al otro extremo de la habitación -y de paso, al otro barrio. Entonces pensé, contrariado, que quizás no debería haberlo hecho, pues ahora yo era el culpable de un acto cruel e innecesario, fruto de mi ira, de mi pereza, de mis propias frustraciones, que había focalizado en aquella pobre criatura sin cerebro ni culpa. Y mientras me disculpaba en voz alta por la maldad de la que había hecho gala y me llamaba monstruo a mí mismo, en un arrebato piadoso, recogí los restos aún palpitantes del insecto y los aplasté entre mis dedos, terminando así con su sufrimiento. Luego los tiré a la basura, salí de la habitación, me dirigí al baño, enjaboné mis manos, me las sequé, volví a la cama y retomé la lectura. Puede que no hubiera para tanto. Franc Streich Poch Vargas Teixidor Jovanovic Llach Göld Torrent
Snow I finally saw in the glass two hands over the window condensation. It was a saving light, the unstoppable grass over a concrete floor. Two inches of coal that painted my face forever and the hunger of an orphan dressed as the snow. Pure and white, cold and wet. Sunless. A layer as thinner as a page and as deadly as your existence over a pine limb five seconds away of an unavoidable breaking.
Albert Lloret
Literatura General y Comparada en UCM. Nacido en Barcelona en 1996.
Cocoroco COCOROCO TATARATA Bla bla bla… Nadie recuerda lo que se ha dicho. Tanta palabra que muere en el aire. Tanto oído que se cierra y la deja desamparada. Tantas palabras que flotan sin rumbo espermatozoides sin cola semen infértil expelido en una fatua insatisfactoria eyaculación. Tanto verbo que muere y se pudre VERBO-RREA. Las conversaciones son cantos calvos que las gallinas cacarean que los idiotas tararean. COCOROCO TATARATA Bla bla bla…
Simón Antonio Rodríguez Landaeta
Presidente del Centro de Estudiantes de Letras de la UCAB.
I
Parábola
El humor salvó a la tragedia de su padre. Aún recuerdo el teléfono de jaspe, las uvas doradas. Ha pasado el invierno con tenebrosa senectud. Yo mismo vi cómo se desarrollaba el misterio al presentársele el amor increado. Atendí, humano, a la sensibilidad explosiva, e hice eclosionar el huevo adentro del gallinero con mi muñeca de tormenta. Pero ahora..., ¡ahora!, mi alma pesa, y debo recobrar la fuerza cuanto antes para liberar a todos mis secretos. Mi vanagloria es excelente. Más alto que un barco, duermo en la panoplia de los vientos. Cuando anochece, todos mis ventanucos se disuelven, y algo derrite el perfil de los sentidos. Sin madre, abrazo centenares de fotografías, iluminado por la brutalidad de la infancia. Personas de muy diferente estirpe se reúnen en mi pleno, y pasamos madrugadas enteras fumando poderosamente. Amaneciendo ya, corremos a buscar gotas de lluvia bajo la garganta de los puentes. Mientras tanto, los señoritos traban amistad a las puertas de los viejos teatros. Siempre jóvenes: ése será nuestro deseo. II Pero nunca ha sido útil mi limosna. Entre los abetos de mi antiguo hogar, donde los topos sueñan en silencio, le encontré. De magnética tez, su influencia me acompañaría para siempre. Paganos, conversábamos sobre el hecho mágico, y era para nosotros un milagro el edén de las ciudades. Compartíamos absolutamente todo cuanto respiraba vivo. Éramos parte esencial de la agónica alegría, y sabíamos que éramos necesarios para reconstituir el origen incorrupto. “Se es o no se es”, susurrábamos entre nosotros en un tono extraño. Pero expiró en el zenit de la conversación. III ¡Han despertado nuevos diccionarios! A la edad de cinco años, abandoné mi mapa en la sombra del tiempo. Lavada, mi imagen curiosa hacía reír a payasos y capitanes de guerra. Lo que es seguro es que ya no creo en la inteligencia, ni en el cuerpo mutilado del esclavo. ¡Mil veces mis tontos libros! O un camping de santos sobre la hierba de mi dormitorio. Los corazones resurgirán en el momento previsto para el amor. Intuyo en ese avance una más valiosa voluntad para los hombres. Parece que el viejo anda cansado pero, en realidad, no piensa. ¡Nada como el lujo de la sensibilidad! ¡Aroma animal! ¡Arqueologías!... El sol es la asombrosa clave del delirio. Álvaro Guijarro
(Madrid, 1990). Poeta y fotógrafo. Autor de “Travesía sensible”.
Stravinsky de fondo Tuve un padre que se preocupó y una madre sin cuidados: dejaría con gusto la piel pudrirse a la intemperie, no salvaría mi propio culo, habiéndose probado un tumor (benigno o no) en la cúspide de mi sesera, la misma mollera que entre ideas tuberculosas ahora proclama (acaso con placer): sea mi cadáver roído por animales del campo (caballos o aves negras) sea mi propiedad desechada sobre la Plaza Sucre sea mi comida envenenada y ofrecida a los perros (de raza y callejeros) sea mi diario encendido en una pira vikinga junto con mi armario completo sea el dinero que cuento ahorrado como pago a un poeta por concepto de versos a un novelista fantasma por concepto de libros y ambos publicados a mi nombre en una editorial independiente bajo el título de obras póstumas con un tiraje de 100 ejemplares (numerados sin lugar a dudas) sea 1 para mi madre y los siguientes 99 para mi padre sea que suene Stravinski durante el sepelio (L’oiseau du feu, si vous voulez) sea que viaje a la tierra (durante el último movimiento) dejando tras de mí una última muesca que lleve impresa nuestro apellido sea entonces la clave que falte para cerrar los ojos y tirarlo todo al olvido. Sea ésta mi voluntad de infamia. Alexis Maldonado
(Valencia, 1995) estudiante de Educación Mención Lengua y Literatura Universidad de Carabobo.
Los Próceres
{S}
Una mujer en La Guaira decapita hombres luego de haber dormido con ellos la noche anterior y guinda las cabezas en su cerca. Dice que a ella le parece lindo, y que es una forma de adornar su casa, que ella los quiso (aunque sólo fuera una noche), y que a diferencia de esas señoras recatadas de alta sociedad ella está orgullosa de su promiscuidad. Una mujer en La Guaira vende empanadas de carne mechada en una esquina, los lugareños la acusan de caníbal: puesto que las cabezas aparecen, pero los cuerpos no.
Alfonso Kras (Collage y texto)
xclamación rotunda, del temblor de la tierra, hace el tremor de los infames, es el grito caníbal, temeroso de los ojos pérfidos de las madres que rezan incesantes, por los demonios, que no nos lleven. No los dejaremos, somos una última fuerza que resiste y se embriaga de silencios sostenidos entre estrofas, párrafos, un temblor, sobre la tierra incultivable, bañada en napalm. Somos caníbales en el fin del mundo, donde los ojos pierden el horizonte, donde el viento no encuentra camino más que el del grito, somos la tristeza en los ojos de lo ajeno, somos el otro que mira descuidado, somos la cabeza decapitada de las revoluciones decepcionadas, el barro manchado de luz, la mancha en la zebra. El momento en que la tierra recuerda que no somos, permanecemos un tiempo más allá de lo contabilizable. Temerosos todos aquellos que osen ofender el tremor, que somos caníbales, somos el fin y hacemos el comienzo, lo hacemos con nuestras manos, sobre el trigo, la yuca, la papa, la arena árida, la mirada de otros, nos vemos y no nos reconocemos. Somos uno en la desaparición del reflejo, gritamos contra el silencio: que descanse en paz.