La urss desmintiendo

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militantes tuvieron ocasión de conocer su criterio y, a pesar de ello, mantuvieron su decisión de que continuara al frente del Partido. Naturalmente hay otro papel mucho más trascendental que Lenin cumplía: el de dirigente comunista del Partido y del proletariado. Salvo el de miembro del Comité Central, Lenin no necesitó ningún cargo dentro del Partido para que sus directrices fueran seguidas por todos los demás militantes. Para eso no había ningún sustituto. No hubo más que un Lenin, un dirigente respetado y reconocido que nunca necesitó imponerse por la vía disciplinaria. No sólo los bolcheviques sino todos los revolucionarios del mundo quedaron huérfanos cuando él falleció. No había testamento capaz de suplir ese hueco. En todas las entrevistas que concedió, cuando a Stalin le preguntaban si se consideraba el heredero de Lenin, respondió negativamente: él no era Lenin, sólo era un alumno de Lenin. El asunto, tal y como ha quedado planteado por el trotskismo y la burguesía, es aún más absurdo, habida cuenta de que en el Partido bolchevique el Secretario General no era un dirigente al que todos debieran ninguna clase de obediencia. La dirección era colectiva y las pautas las marcaba el Comité Central, tanto en la época en la que Lenin vivía como después de su muerte. Pueden ponerse numerosos ejemplos en los que el voto de Lenin y Stalin quedó en minoría y fueron otras las decisiones adoptadas contra su criterio. Ahora bien, Trotsky tenía otra concepción del Partido. Creía que si él era nombrado heredero de Lenin, podría por fin imponer sus criterios y todos los demás estarían obligados a cumplir sus órdenes. Esa presunción de ocupar el vacío de Lenin estaba en Trotsky y en ningún otro militante bolchevique, como lo prueba ampliamente en su biografía de Stalin. Por eso habla de una forma verdaderamente aberrante y despreciativa de sus propios camaradas como segundones y testaferros. Por encima de ellos, en el lenguaje de Trotsky, estaban los jefes que, a espaldas de los demás, conspiraban y se apuñalaban por la espalda para quedarse con la herencia. Trotsky trató de aprovechar aquellos difíciles momentos en que Lenin estaba incapacitado para modificar la línea del Partido. Pretendió hablar en nombre de Lenin, exponer las auténticas ideas de Lenin que, según él, comenzaban a ser tergiversadas. Él había ingresado en el Partido bolchevique, pero no había modificado ni un ápice sus viejos principios mencheviques, no había rectificado y únicamente pretendía introducirlos en el seno del Partido. Para ello había que falsificar el leninismo y sustituirlo por el trotskismo. Trotsky sabía que, por sí misma, su línea no podía cuajar, así que había que poner en boca de la máxima autoridad bolchevique sus propias tesis. La trascendencia que Trotsky y Jrushchov (y tras ellos toda la burguesía imperialista) dieron a los últimos escritos de Lenin es lo único que justifica un análisis algo pormenorizado de ellos. Esos escritos se divulgaron —a diferencia de otros que fueron

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