El país está polarizado. De eso no cabe duda. Las desavenencias y la alta temperatura en los debates de la política nacional se han convertido en el común denominador y, de paso, han tocado las fibras más sensibles de tirios y troyanos. Más aún en razón de que el Gobierno se la jugó por suscribir -a riesgo de ahondar las diferencias con sus opositores un acuerdo especial con las Farc cuyos alcances han atizado las discusiones.