Libro de Oro de Caicedonia

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Alcaldía Municipal de Caicedonia

por parte del ser humano, sometido a circunstancias casi siempre difíciles de precisar por su carácter cambiante, lo cual hace que se desborden, en parte o en todo, las previsiones de los planificadores y visionarios. CONSTRUCCIÓN E INAUGURACION DE LA PRIMERA CAPILLA Y CREACIÓN DE LA VICEPARROQUIA DE CAICEDONIA: Si nos atenemos al testimonio de don Joaquín Parra, uno de los fundadores de la aldea inicial que fue Caicedonia, el proceso de poblamiento, que siguió al acto fundacional del 3 de agosto de 1910, estuvo caracterizado por los altibajos. Empezó con mucho entusiasmo el levantamiento de las viviendas (“ranchitos”, los llama don Joaquín), pero la dureza del clima, cálido y húmedo por efecto de la selva, y el acoso de las enfermedades, especialmente, la malaria, la fiebre amarilla y las infecciones intestinales, desanimaron a muchos de los pobladores y condujeron al abandono, por parte de un buen número de ellos, de sus casuchas de esterilla de chonta y guadua o de madera, y techo de paja o de canal de guadua; o de bahareque y techo de teja de barro, ya en la década de los treinta. Sin embargo, el espíritu aventurero y colonizador que crecía entre los antioqueños y caldenses y que se extendía a los habitantes de otros Departamentos, en un país de pobres, realimentaba el proceso poblador de la naciente aldea y de los terrenos de su entorno más distante, de modo que, pese a los obstáculos, que a tantos sacaron corriendo, Caicedonia crecía sin prisa, pero crecía. De la lectura de diferentes documentos que dan cuenta de los orígenes del Municipio, se deduce que la acendrada religiosidad de sus primeros pobladores fue uno de los factores que más contribuyó al fortalecimiento de su voluntad de mantenerse en su empeño de construir un futuro para sus familias en estos parajes feraces, pero, climáticamente, feroces y, además, aislados, pues la comunicación con los también jóvenes pueblos vecinos se hacía a través de cenagosos caminos, a pie o a lomo de mula o caballo. Por lo cual, salir a Sevilla o Armenia era un problema de una, dos o tres jornadas, según fuera la crudeza del invierno, con el agravante de que, también, en esos municipios la escasez de recursos para la salud, la alimentación (física 87

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