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Ángel Martínez García-Posada

cerse ciertas formas inmanentes, y por encima de estas, una manera de mirar y dibujar el mundo. Podríamos relatar otros dos capítulos, uno en Berlín y el otro en Évora, afines a esta historia del gran velo granadino. Una década antes de estas tribulaciones con el Zaida, Siza había sido invitado a construir un edificio en la muestra de viviendas de Berlín, en el barrio de Kreutzberg, que habría enseguida de hacerse célebre por un dibujo anónimo y reivindicativo, un graffiti caligráfico que escribía “Bonjour Tristesse” sobre su acabado blanco. En otra conversación entre los dos arquitectos, esta editada por la revista El Croquis en uno de sus números dedicado al arquitecto luso, Siza relataba a Juan Domingo el incidente de este modo: “En una de las visitas de obra el arquitecto Peter Brinkert, que colaboraba conmigo en el proyecto, me esperaba en el aeropuerto preocupado. Le dije que fuéramos a ver la obra y él me respondió que mejor al día siguiente. Yo le insistí porque tenía interés en ver cómo iban los trabajos, pero lo notaba muy reticente y al final me confesó que había algunos problemas, razón por la cual decidí acercarme rápidamente por allí. Al llegar vi la pintada mientras él esperaba atento mi reacción. Estuve largo tiempo mirándola y claro que me irrité. Sabía que formaba parte de una campaña muy dura por parte de grupos minoritarios de extrema derecha. Pero no contra el proyecto. Era en contra de todos los proyectos que estaba desarrollando la IBA, organismo que fomentaba el diálogo con los inmigrantes turcos. Había grupos extremistas que luchaban en la calle contra la policía, todo muy duro. Me irrité porque era absolutamente imposible hacer la pintada a aquella altura; cada obra tenía un guardia armado con un perro y, por tanto, era imposible subir y pintar sin la

connivencia previa con el guardia. También estaba esa cosa ridícula de escribir la “S” y la “J” al revés para sugerir que el pueblo era inculto y no sabía escribir. Quedé muy irritado al principio con todo eso. Después pensé qué hacer, porque el color del edificio formaba parte del revoco y si picábamos el trozo afectado se notaría, ya que surgiría una discontinuidad con el resto de la fachada. Por otra parte, la solución de pintar todo el edificio de nuevo era impensable económicamente. Entonces decidí dejarlo tal y como estaba; y así se quedó. Más tarde el edificio fue portada de la revista Lotus y la pintada se convirtió en un símbolo. En algún momento se llegó a decir que yo había mandado colocar allí aquel graffiti para llamar la atención; nunca fue así”. La narración ejemplifica que a veces los edificios construyen también sus propias historias. Existe un hermoso dibujo previo de este bloque berlinés, un boceto similar al que en el caso del Zaida ocupó el cerramiento efímero de la parcela durante las obras, en el que Siza abstrae la propuesta a apenas una línea sinuosa que separa el blanco edificado del cielo testigo sin distinguir huecos, como si la fachada fuera tan solo una tela blanca en la que no fuera relevante el calado menudo de ventanas. Si hemos consignado que los edificios alientan a veces historias también sucede que algunos relatos se entrelazan en el tiempo. Ese dibujo berlinés parecía anticipar la futura envoltura textil provisional del proyecto de Granada. Esa consideración de la fachada como un velo, la del dibujo de Berlín o la de la acción de obra de Granada, nos hace evocar otro dibujo anterior, uno de los más simbólicos de Siza. Cuando en los años setenta el arquitecto estaba trabajando en Évora en las viviendas de la Quinta da Malagueira, años antes que en Berlín

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