JAVI CRUZ. TRÉMULA

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TEMPERATURA DE UN CUERPO CAÍDO

Leche templada La primera vez que pisé Madrid pedí un café con leche en el bar del aeropuerto y el chico de la barra me preguntó: «¿Cómo quieres la leche? Tibia, respondí. ¿Eh?, ¿templada dices?, ¿del tiempo? (¿cómo del tiempo? me pregunté). Sí... supongo, ni muy fría ni muy caliente. Leche templada será. Vale». Y efectivamente, esa primera bebida tenía la cantidad justa de frío y calor. Más allá de cualquier léxico, todo mamífero (ojalá) debiera conocer la temperatura exacta de ese primer alimento. Bebí plácida como un bebé. Me gusta pensar esa leche como un objeto extimio (externo, pero íntimo). La misma temperatura láctea sale ahora de mí para alimentar a Bruna. Un calor común constitutivo de dos o más cuerpos que se perciben uno. Pocos días después de haber llegado a Madrid pregunté a Javi si aquí se usaba la palabra tibio, leche tibia. «Sí, pero es más tirando a frío», respondió. Debe ser lo que en Chile llamamos «quitadita del hielo» para referirnos, sobre todo, a la temperatura del Pacífico cuando alguien vuelve de las playas del norte, cuyas aguas son más cálidas que las del resto del país. «Y ¿cómo estaba el agua?, quitadita del hielo.»

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