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HISTORIAS DE ENFERMEROS LATINOAMERICANOS

HISTORIAS DE ENFERMEROS LATINOAMERICANOS

AGRADECIMIENTOS

Dra. Leila Cura: Ideación y armado

Giulia Matozza: Líder del proyecto

Renata Grinberg: Coordinación general

Francisco Arias: Conceptualización, maquetación, mapas y diseño

Tere Prieto: Colaboración en el armado e ideación

Iván Alberto Pittaluga: Escritura del prólogo

También extendemos nuestro agradecimiento a las siguientes personas por su contribución al proyecto: Julieta Castagnaro, Soledad Lean Cole, Melanie Brave, Bárbara García Cabot, Thaís Montero, Isabela Pittaluga, Julián Genuario.

PRÓLOGO

Agradezco a BRISA que me haya dado la oportunidad de prologar “Historias de enfermeros latinoamericanos 2024”. Pienso que un buen libro es aquel que nos conmueve, el que no nos deja igual después de haberlo leído. Esa fue mi experiencia con esta obra. Leerla ha sido un viaje inspi- rador y emocionante.

La palabra viaje no es solo una metáfora. Los testimonios aquí recopilados nos llevarán por diferentes lugares de la geografía americana.

Algunos de ellos, de gran belleza, pero hostiles y desafiantes. Ese clima riguroso no detendrá a quienes, dispuestos a atender a quien lo necesita, avanzan paso a paso sobre la nieve con raquetas en los pies, se internan en el caluroso monte misionero o suben por caminos de montaña hacia un pueblo remoto del altiplano.

¡Cómo inspira la vocación de servicio! Morrie Swartz, un sabio profesor universitario, aquejado por una enfermedad terminal, reflexionó: “Son muchas las personas que van por ahí con una vida carente de sentido. Parece que están medio dormidos, aun cuando están ocupados haciendo cosas que les parecen importantes. Esto se debe a que persiguen cosas equivocadas. La manera en que puedes aportar un sentido a tu vida es dedicarte a amar a los demás, dedicarte a la comunidad que te rodea y dedicarte a crear algo que te proporcione un objetivo y un sentido.” 1

En estas páginas conoceremos a personas que tienen muy claro el sentido de su vida y veremos cómo ese amor por los demás se concreta en acciones, algunas aparentemente muy pequeñas (como improvisar una fiesta de cumpleaños para una paciente que lo necesitaba), otras de dimensiones épicas (afrontar una pandemia), la mayoría comunes y corrientes, pero siempre con la entrega, la empatía y el compromiso del que ama de verdad.

1 Albom, Mitch (1998), Martes con mi viejo profesor, México, Editorial Océano, pág 57-58

¿Cómo nació esa vocación? Nos lo cuentan ellos mismos: a veces brotó naturalmente en la propia familia, otras fue ver a las enfermeras en ac- ción lo que sembró la semilla. Las que llegaban desde lejos a sus pueblos para vacunarlos cuando eran niños o las que atendían a sus pacientes sin imaginar que el recepcionista de la clínica las admiraba y acabaría convir- tiéndose también en enfermero. Quienes hacen grandes contribuciones a la vida son quienes, aún temerosos de la llamada a la puerta, responden a ella.

“Estoy convencida, afirma una enfermera mendocina, que al enfermo no podemos llevarle más problemas de los que tiene. Tenemos que brindarles soluciones, cuidados, confort, dentro de lo que podamos y con los recursos que tengamos”.

La formación del enfermero es constante. “Es un camino de un continuo aprender”, nos dirá una de las entrevistadas. Ese afán por saber más para servir mejor lleva a actualizarse, a estudiar, a prepararse: “Me sigo capacitando, la emergencia no tiene revancha, son solo minutos” advierte un enfermero que trabaja en Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La emoción de estas páginas está en las múltiples anécdotas relatadas. Situaciones que pusieron a prueba la comprensión, la creatividad y el buen humor. Son pequeñas historias llenas de humanidad. Niños que nacen con 350 gramos, chacareros que viven en zonas inaccesibles, an- cianas tristes que se iluminan cuando hablan de sus nietos. El acierto de acompañar los testimonios escritos, recogidos por Brisa, con fotos narrativas sacadas por los propios entrevistados completa este viaje con un álbum que le pone rostro y contexto a estas historias. Este es un libro valioso. Un homenaje a personas que entregan su vida cada día por los demás. Espero que su lectura le resulte tan inspiradora y emocionante como lo fue para mí.

Pittaluga

HOJA DE RUTA

página 16

Jonatan Agustín Marquez, San Vicente, Misiones, Argentina

página 22

Maira Solange Romero, CABA, Buenos Aires, Argentina.

página 28

Carlos Sebastián Navia, Malargüe, Mendoza, Argentina.

página 34

Rosa Edith Nievas, Catriel, Río Negro, Argentina.

página 40

Romina Paola Ibañez, CABA, Buenos Aires, Argentina.

página 52

Nicolasa Miriam Villalobos Muñoz Lomas de San Pedro, TECAMAC, Estado de México

página 46

Nancy Noemí Marin Chilibroste, Córdoba, Argentina.

página 58

Francisco Rubén Darío Poblette, Esquel, Chubut, Argentina.

página 64

Lilian Josset Tejerina Coronado, Camargo, Nor Cinti, Bolivia

página 76

Melisa La Furcada, Villa María, Córdoba, Argentina.

página 70

Marta Marisa Castaño, Campana, Buenos Aires, Argentina.

página 82

Marcelo Giardina, CABA, Buenos Aires, Argentina.

página 88

Marcela Carabajal, Coronel Pringles, Buenos Aires, Argentina.

página 94

Alva Arevalos Espinola, Iruña, Alto Paraná, Paraguay.

página 100

Carlos Sebastián Navia, Malargüe, Mendoza, Argentina.

página 106

Azucena Edith Huinca, Zapala, Neuquén, Argentina.

página 118

Yanina Escobar, Zárate, Buenos Aires, Argentina.

página 112

Juana Noelia Sandoval, Tupungato, Mendoza, Argentina.

página 124

Miguel Ángel Garay Aroca, Neuquén capital, Neuquén, Argentina.

página 130

Bárbara Noelia Rivero, Mendoza Capital, Mendoza, Argentina.

página 142

Nazareno Castro, CABA, Buenos Aires, Argentina.

página 136

Javier Saldivia Rey, Comodoro Rivadavia, Chubut, Argentina.

página 148

Digna Coronel Itá, Centro, Paraguay.

JONATAN AGUSTÍN MARQUEZ

HOSPITAL SAMIC DE SAN VICENTE Y OBRA SOCIAL CÁMARA DEL TABACO DE MISIONES.

Hobby: Viajar, pescar y tomar tereré o helado. San Vicente, Misiones, Argentina.

Nos conocimos

que los tiempos difíciles de la Pandemia mermaron y el hospiesa, la primera reunión de unas cuantas, la que cambió mis días para siempre. Sentada en el piso de la sala donde nos explicarían nuestros nuevos puestos de trabajo, estaba ella: Valeria. La sentí simple e increíblemente bella. Llamó mi atención de inmediato. Su mirada se cruzó con la mía un instante. Lo suficiente como para saber que esa chica sería mi esposa. Tiempo más tarde me enteraría que a ella le pasó lo mismo conmigo: “¡él es todo un caballero!”.

Dicen que las casualidades no existen, pero ambos fuimos derivados al mismo sector: neonatología. Allí, viendo su accionar con los pacientes, también me enamoré de su carisma y dulzura. Luego vinieron los encuentros en el monte, allá lejos donde nadie podía vernos. Entre “Cepitas” y tererés todo fue fluyendo entre los dos hasta que surgió este gran amor que culminó en nuestra boda. Hoy en día nuestro vínculo es fuerte, conversamos y nos nutrimos mutuamente. También disfrutamos de esos pequeños momentos en que nos podemos escapar a “la esquinita” o a la playita y tomar nuestra Cepita fría, o tomar unos helados. La nuestra es una historia de amor y por la profesión. Soñamos con que uno de esos nacimientos vividos en neonatología sea, en un futuro cercano, el de nuestro propio hijo.

MAIRA SOLANGE ROMERO

CENTRO GALLEGO DE BUENOS AIRES, HOSPITAL PRIVADO EN BUENOS AIRES, ARGENTINA.

Hobby: Caminar y jardinería.

CABA, Buenos Aires, Argentina.

Gallego. Al principio existía un grupo grande, como de veinte personas, unido por WhatsApp. Lo había creado Daiana con la finalidad de que estudiar se hiciera más fácil. Pero nosotras andábamos de a tres, teníamos mucha afinidad. Nosotras éramos y somos las “Superpoderosas”, las de la tele, las de ojos grandes, las de personalidades complementarias, las de habilidades bien distintas: Burbuja, Bellota y Bombón.

Nos tocó estudiar en tiempos de covid y la mayoría de nuestras materias se enseñaban virtualmente. Como todo lo que ocurrió en educación en Pandemia, nuestros cursos se iban organizando y digitalizando sobre la marcha. No me gustaba nada esa desorganización. Lo sentía como una irresponsabilidad, me enojaba y cuestionaba mucho. Es que así soy yo. Es mi lado luchador, donde busco el orden y la justicia. Es mi lado Bellota, como dicen las chicas. Aunque también tengo un lado muy espiritual donde me conecto con la naturaleza, donde me hallo tranquila y transmuto todo lo malo por energía positiva. Ese lado aflora cuando cuido a mis pacientes, los contengo, los abrazo, los escucho y acompaño. Cuando afeito a un paciente que está solito y espera a su familia. Para él es un montón. Para mí es un acto de amor. Bombón, o Lau, es la pizpireta del grupo. Ella es más extrovertida. Lo es en lo personal y en lo laboral. Solo ella podría llevar adelante un trabajo secundario de venta de lencería y juguetes sexuales. Y lo más importante, solo ella podría armar un espacio de estudio dentro de su local. Y allí estábamos las tres, ¡estudiando entre corsets y objetos eróticos! Y el trío se completa con Melanie, nuestra burbuja del grupo. Ella es una mamá al cien por ciento.

Hay un refrán qu

Ella corre desde la clase de equitación de Dylan a la reunión del jardín de Olivia. Es nuestra “Susanita”. Cuando hacíamos nuestros encuentros por Zoom conocimos a sus chicos, que aparecían en pantalla demandando atención; también al marido, que cocinaba al principio hasta que la desafiamos y empezó a cocinar ella. Nuestra Burbuja vuela como globito en el aire.

Y así cursamos y compartimos horas de hospital, sobre todo los domingos, y vivimos muchísimas situaciones graciosas como aquel primer día de uso de guantes cuando nos quedaban enormes y nos inhabilitaba trabajar. O cuando nos pusimos sobre lentes por primera vez y se nos cayeron mientras examinábamos al paciente. Otras situaciones no eran cómicas, pero ante el dolor, tratamos de ponerle cierto humor. Recuerdo aquel paciente terminal a quien bañamos, perfumamos y acostamos. Al relajarse, se fue. Nos miramos y dijimos: “se fue al cielo, pero bien limpito”. Nuestro grupo se afianzó y realmente sentimos que éramos las Superpoderosas. Por eso, en un momento creativo, nos dijimos: “compremos cofias con sus imágenes”. Y así fue. Llegó por correo el paquete, lo abrimos, y sin decir quién era quién, cada una se colocó la cofia del personaje que más le sentaba. No hubo dudas.

Fue grande nuestra sorpresa cuando todos nos ubicaban en el hospital como un grupo de tres. Cuando andaba una suelta, enseguida alguien preguntaba: “¿y tus compañeras?”. Más grande fue la sorpresa cuando Daiana, aquella chica que coordinaba al grupo grande, se acercó a nosotras con cara de buenas amigas y nos preguntó por lo bajo: “¿les parece que yo podría tener la cofia del supervillano Mojo Jojo?”

CARLOS SEBASTIÁN NAVIA

YACIMIENTO RÍO COLORADO PLUSPE- TROL, EMPRESA DE SALUD

DATUM S.A.

Hobby: Trail Running,Mountain bike y Montañismo. Malargüe, Mendoza, Argentina

En 2023 compa

necesidad. Los llevé hasta al mirador de la tragedia de los Andes, un monumento construido en honor a las víctimas y sobrevivientes del accidente aéreo de 1972, un lugar de emoción y reflexión.

No fue la única situación que pude compartir con otros grupos de personas, en la montaña, y donde adapté mi profesión de enfermero para la prevención y asistencia. Así, colaboré en 2022 con los brigadistas de Brigada Corcobo, en la sofocación de un incendio forestal menor, provocado por una tormenta eléctrica.

Los enfermeros nos capacitamos permanentemente para prestar primeros auxilios ante la emergencia. En las charlas de rescate nos enseñan cómo hacerlo en las montañas, hacer excavaciones, socorrer a los accidentados después de una avalancha. Nuestra indumentaria también se adapta a las condiciones difíciles del lugar de trabajo; por ejemplo, cuando tenemos que usar raquetas en los pies para caminar sobre la nieve. Ser enfermero no es solo una vocación, es un sentimiento que te impulsa a ayudar al prójimo, y para hacerlo hay que adaptarse a los escenarios de la Enfermería. Algunos lo hacen dentro de un hospital, yo lo hago afuera, en zonas geográficas difíciles, agrestes, donde quema el sol, donde tienes frío. Esta es la Enfermería que yo amo y a la cual llamo off-the-road, la Enfermería abierta.

ROSA EDITH NIEVAS

CENTRO DE ATENCIÓN PRIMARIA DE SALUD BARRIO LOTE 6.

Hobby: Escribir, leer (mi autora preferida es Isabel Allende) y tejer. Catriel, Río Negro, Argentina.

actividad petrolera aflora, donde Ceferino te recibe de allá arriba, y donde las compuertas, las rotondas de ingreso al pueblo y la torre petrolera dan carácter al lugar. Catriel que no está cerca del mar ni está cerca de la cordillera. Catriel es mi lugar en el mundo. Aquí vivo, trabajo, me pinto las uñas de color fucsia y blanco glitter, y también tejo. Soy enfermera. Estudié primero en la Cruz Roja en San Rafael, Mendoza, cuando quedó trunca mi aspiración a ser profesora de inglés. Mi padre no me dejaría entonces ir a estudiar a Mendoza capital. Mucho más adelante decidí hacer la licenciatura y hoy estoy recibida en la Universidad de Córdoba. Trabajo en el Hospital de Salud Pública Dra. Cecilia Grierson. Mis manos, aunque no me gustan mucho, son mi herramienta de trabajo. Con ellas cuido, acaricio, vacuno, saludo, escribo, tipeo, guío, expreso, consuelo. No soy de hablar tanto, pero he dado muchos apretones de mano que hablan más que mil palabras. Actualmente llevo adelante la salita del lote 6 y me ocupo de todo. Desde lo asistencial, lo administrativo, lo médico, de la gente, de todo. Trabajo sola. En eso nos parecemos con mi esposo, Alberto. Un capo. Él fue policía, hoy es constructor, pero sabe de todo. Se ocupa de todo. Lo admiro, pero no quiero que se agrande así que no se lo digo seguido. Mis hijos son una mezcla, pero no es casualidad que Marina sea enfermera como yo, Valeria médica, y que Candela, a quien le estoy tejiendo un sweater a crochet, estudie medicina en Bariloche. Emanuel no, él es técnico en minería. Nada es casual y en las brujas no creo, pero una vez un gitano leyó mis manos y me dijo que tendría cuatro hijos y que mi mano izquierda tenía el poder de la sanación. “Si lo practicaras, le harías mucho bien a la gente”, sentenció el gitano.

Vivo en Catriel, p

Los cuatro hijos los tengo, con las manos trabajo y, como si fuera poco, hace un tiempo hice una especialización en lenguaje de señas en la Uni- versidad de Tucumán y mis manos fueron las herramientas más precia- das. ¡Eso sí, para el curso me pinté las uñas de otro color!

Agradezco a Iris Lucero por incentivarme a participar y tomarme las fotos con entusiasmo y cariño.

ROMINA PAOLA IBAÑEZ

INSTITUCIÓN PRIVADA DE SALUD EN CÓRDOBA CAPITAL.

Hobby: Pasar tiempo conmihijo Ciro, leer y escribir. Córdoba capital, Córdoba, Argentina.

Soy enfermera. Cuido a todos los pacientes que tengo en las distintas áreas del sanatorio. A los mayores, que apagan sus días acompañados de familiares desesperanzados, y a los que recién llegan al mundo, que están encendiendo sus miradas ante médicos, enfermeros y flamantes mamás. Mi labor es a tiempo completo en todo sentido. No paro ni un minuto. Este es mi lugar. Siento que no hay otra profesión más indicada para mí que la de ser enfermera. Y la de ser mamá. Pasiones que se entremezclan. Ciro me llama, me demanda, me muestra su muñeco Thor y suelta un globo rojo al techo. Lo atiendo mientras anoto cosas de mi tesis en la compu, ¡la tan anhelada licenciatura está pronto por llegar! Le preparo la comida a Ciro y, mientras tanto, recuerdo a esa mamá sola y primeriza que había asistido en su parto. Por suerte había llevado el celular para sacar la primera foto de Emma, su hermosa beba. Y mi cabeza no para; veo el globo rojo en el techo y recuerdo el 3 de enero, cuando mi hijo cumplió 5 añitos y nos visitó Lili, esa paciente que hace años atendí y luego se transformó en mi amiga; había venido desde Jujuy a saludarlo. Durante su internación en el sanatorio, le contaba el día a día de Ciro para que se distrajera. Ella conoce cada detalle de su vida. Me sorprendo nuevamente. ¡Cómo se entrelaza mi vida personal con la laboral! Me gusta escribir sobre ello.

Hablo de globos y cumpleaños y recuerdo a Susy. ¡Qué linda personita se cruzó en mi vida! Ya con sus años entrados, se resistía a cualquier muestra de alegría dentro del sanatorio. No era un lugar para festejos y risas. No era el momento adecuado.

Disfruto mis días

Pero aquella tarde cuando Alexis, el camillero, la llevaba al área de re- sonancia, al tomarla de la mano su pulserita identificatoria se giró y que- dó al descubierto. Ni bien la leí le dije: “¡Susy, hoy cumplís años!”. “Es solo un día más” dijo ella mientras la perdía de vista en el pasillo del hospital.

Fueron cinco segundos. Mi cabeza volvió a mezclar lo personal con lo laboral. Con la complicidad de mis compañeros corrimos al sector de Atención al Paciente y pedimos globos para llenar su habitación de colores. Con la ayuda de Florencia, hija de Susy, conseguimos que haya una linda torta. Virginia, la “secre”, se cruzó al quiosco a comprar una velita. Todo estaba listo cuando ella regresó y las puertas del dormitorio se abrieron. Cantamos el feliz cumpleaños y la emoción de Susy nos atravesó. Sus lágrimas nos agradecían el momento que estaba viviendo. Florencia tomó su teléfono y lo registró en cálidas fotografías. De ahí en más, el vínculo con Susy fue muy estrecho. Fueron tres meses en que ella me buscaba para todo. Fui su pilar y nunca, jamás, pude olvidarla.

Los globos vuelan como los días. Los días que nos impregnan de momentos especiales. La tinta que registra nuestras memorias. Ese es mi gran anhelo. Dejarlo todo escrito en relatos breves y que, el día de mañana, Ciro pueda leer sobre el cumple de Susy, sobre Emmita y sobre las tantas historias que surgen con el arte de cuidar.

NANCY NOEMÍ MARIN

HOSPITAL REGIONAL PASTEUR, DEPARTAMENTO GENERAL SAN MARTÍN, CÓRDOBA, ARGENTINA.

Hobby: Pintura en óleo y cerámica. Chilibroste Departamento Unión, Córdoba, Argentina.

En Chilibroste, a

ta de la esquina, ni se percibían cuerpos danzantes los fines de semana. Solo se respiraba algo de arte cuando la señorita Eva, con sus tacos, su perfume y con los pocos recursos que tenía en sus manos, nos deleitaba con “el acto de fin de año escolar”. Ese era el recuerdo más cercano a lo que es la expresión artística que tengo de toda mi infancia. Tampoco recuerdo que el arte haya atravesado mis días de adolescente. Hacíamos a diario 21 km por camino de tierra hasta la cercana localidad de Noetinger para cursar el secundario. Sí surge con claridad la figura de la profesora de Anatomía, le decíamos Pampita. Tanta pasión le ponía a su materia, que gracias a ella yo elegí la carrera de Enfermería. Cursé la carrera en Villa María. No fue fácil. No hubo mucho color en esa etapa de estudio. Era muy jovencita y humilde, y tuve que vivir días duros en el colegio de monjas donde me hospedaba hasta poder acceder a un trabajo. Tengo presente que con mi primer sueldo le compré a mis padres una tabla de planchar. Qué feliz me sentía. Y desde entonces, ya podía pagarme una pensión. En esa etapa estudié, trabajé, luché y viví con pasión la carrera de Enfermería. Siempre digo que si volviera a nacer volvería a elegir la enfermería.

De a poco, como en los cuadros que ahora pinto, los colores fueron apareciendo en mi vida. Trabajé en una clínica donde los dueños me ayudaron a pagar los estudios en la Universidad Nacional de Córdoba para recibirme de licenciada. Pasé por investigación, por alto riesgo, por terapia intensiva y tantas áreas más en estos años en la clínica. Continué capacitándome y hasta estudié docencia, aquella carrera que mis padres hubieran querido que eligiera.

Recuerdo aquel día en que, con el diploma en mano, visité el cementerio de mis padres con la sensación de haber cumplido su sueño. Mágicamente, esa noche, un llamado telefónico abrió otra etapa en mi vida. Me requerían como docente en un instituto que recién abría. La docencia fue desde allí mi otra gran pasión.

Los colores surgieron con más fuerza todavía. Formé mi familia, tengo dos hijos hermosos, Guillermo y Fernando, que dan luz a mis días. Mi ma- rido, Sergio, es mi compañero de vida y una fuente de inspiración. Incur- sioné en el arte y pinto mucho. Descubrí que pintando me desestructuro. Llené mi casa de cuadros coloridos. Y es así como pensando en hacer un homenaje en el Día del Enfermero, en el Hospital Regional Pasteur de Villa María, donde trabajo hace ya 22 años, realizamos una actividad de arte pintando abstracto, dándole matices a nuestras horas y vivencias. Descubrimos allí todo lo que el arte representa para el ser humano. Todo lo que ayuda, lo que transmite, lo que apasiona. Sobre todo, entendí que muchas historias tristes se maduran y que luego de transitarlas y sanarlas les podemos poner mucho pero mucho color encima y ¡transformarlas!

NICOLASA MIRIAM VILLALOBOS MUÑOZ

DOMICILIO PARTICULAR (CASA DE LA PACIENTE) EN EL ESTADO DE HIDALGO.

Hobby: Atletismo, hace más de 15 años que vengo haciéndolo Soy cristiana y disfruto de hacer servicio a la sociedad.

Lomas de San Pedro, TECAMAC Estado de México.

La riqueza cultur

respeta mucho, se valora su sabiduría, se les honra y así trascienden. En general ellos viven en el seno familiar hasta sus últimos días; y todos, desde los más pequeños a los más grandes, los recuerdan después de su partida. Es que tanto ellos como nosotros somos parte de historias que se van eslabonando y que uno no quiere olvidar.

Nosotros, los enfermeros, somos muy importantes en la etapa final de esos adultos mayores.

Siempre digo que ellos dejan su huella en mí y que yo dejo parte de mi corazón en cada uno de ellos. Recuerdo en tiempos de Pandemia, en los que prácticamente nos instalábamos a vivir en sus hogares. Es que no convenía andar por allí con el riesgo de contagiarse y contagiarlos. Esta pasión por la enfermería la heredé de mi madre Guadalupe, o Lupita, como le dicen los amigos. Y los días compartidos con mi abuela Anita, a quien amé mucho, me hicieron comprender la vulnerabilidad en la que se encuentran estas personas. Por eso honro a los mayores. Porque ellos iniciaron mi historia, lo que hoy vivimos.

Y hablando de historias, hermosas son las que repaso con Leonorcita y Natalia. Vaya qué mujeres. La primera con sus ciento un añitos. La segunda con noventa y tantos.

Allí están ellas con sus rostros dibujados por los pliegues en su piel y con sus sonrisas juveniles a pesar de la dureza del camino recorrido. Es que no ha sido fácil para ellas. Provenientes ambas de lugares muy humildes de estos suelos mexicanos, donde lavaban y planchaban la ropa ajena para poder sacar a sus familias adelante. Han tenido que dejar de lado muchos sueños para conseguir otros, aprendiendo de jovencitas a ser fuertes, tenaces y a brindar mucho amor. Es que ambas han tenido muchos hijos y conocen lo que es el sacrificio. Ambas han sido muy jóvenes alguna vez y su andar era muy distinto.

Hoy en día, su memoria está un poco holgazana, sus manitas aún llevan los panecillos a la boca al desayunar, pero siempre con nuestra ayuda, la de los enfermeros. El deterioro de la edad se nota en ellas, aunque solo el recordar cosas de Michoacán, de donde es originaria Nati, hace que ella me cuente y reviva hechos del pasado. Y así es que, platicando sobre su historia para ejercitar su capacidad cognitiva, voy tejiendo sus vidas. Cuando quedó viuda a los treinta años con sus siete hijos, cuando criaba animales y sembraba para mantenerse. De esa vida austera que no reconoce estufas ni cocinas en los recuerdos. De fogones de leña, de frijoles y tortillas.

Y qué lindo es escuchar a Leonorcita y comentar cómo se transformó Tizayuca. También contarme sobre sus hijos y nietos a los que ayudó a cuidar. El orgullo porque ellos estudiaron, ya que ella ni escolaridad tuvo. Y aquí, en esta ciudad que algún día se llamó Tenochtitlán, donde la cultura es el resultado tanto de la tradición indígena como de la española impuesta por la colonización, aquí yo también tejo mi historia. Tengo a mis hijos Kevin, Brian y Leonardo. Con ellos vivo la grandeza cultural, natural y artesanal de mi México querido. Somos unidos como lo es todo el pueblo mexicano. Somos gente muy afectuosa, cálida, servicial, gente a la que nos gusta amar y ayudar. Nos gusta hacer celebraciones de todo, hasta lo trágico. Y, sobre todo, nos conmueve recordar. Aprender de los mayores y recordar sus historias. Que, como dije, se unen de una u otra forma a las nuestras.

Sé que mi historia no es la mejor, pero sí de gran valor. En ella se plasma la honra y ayuda a nuestros viejitos (con cariño) para que sus últimos días los vi- van con gran amor y cuidado. Sean preparados sus corazones, almas y familia- res para su partida, como nos fue instruido en nuestra enseñanza de enfermería. “Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh, Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido”.

FRANCISCO RUBÉN DARÍO POBLETTE

EMPRESA BRISA SALUD Y BIENESTAR, GOLFO SAN JORGE, ARGENTINA.

Hobby: Escuchar música, andar en bicicleta y sacar fotos. Esquel, Chubut, Argentina.

Siempre me llamaron la atención las ambulancias, esas que anuncian que algo está pasando y que hay que accionar. Termino mis estudios secundarios y repaso aquello que me gusta. Bailar folclore, la fotografía, pero también me despierta el deseo de continuar los estudios. Descubro que en la Universidad Nacional de la Patagonia de Comodoro Rivadavia se estudia enfermería. Me gusta. Me voy para allá, total, es solo por un tiempo. ¡Comodoro, allá voy!

Nací en Esquel,

Allí estudio Enfermería y luego para licenciado en Enfermería y descubro que me apasiona el área de emergencia, pero también la prevención, las estadísticas, la administración; todo me gusta. Cuando ingreso a mi actual empresa, en donde brindo mis servicios, me deslumbro con las ambulancias súper equipadas.

El tiempo pasa volando y en la Asociación de Enfermería del Chubut conozco a Nazira. Ella, enfermera como yo, será mi compañera de vida. Aprendo mientras tanto a disfrutar este cambio de paisaje, a descubrir otros animales tan diferentes a los de la cordillera, a percibir la aridez de los paisajes que no se parece en nada a los bosques de Esquel. Mi ojo fotográfico observa imágenes provocativas en los yacimientos. Veo cómo convive la naturaleza con el factor humano. Los guanacos junto a las máquinas petroleras llamadas cigüeñas o AIB. Siento las cuatro estaciones del año en un mismo día. Hay lluvia, nieve, calor, sol, todo junto. Es sorprendente.

LILIAN JOSSET TEJERINA CORONADO

Hobby: Dibujar, pintar y realizar manualidades. Camargo, provincia de Nor Cinti, departamento de Chuquisaca, Bolivia

EMPRESA AACBAR, LA PAZ, BOLIVIA.

Nací en el munic

niña, y mi vida se desarrolló en esta ciudad. Aquí en Potosí, o la Villa Imperial de Carlos V, una característica de mi ciudad es el clima, no se conoce las cuatro estaciones. Siempre estamos abrigados, hace mucho frío, casi siempre andamos con una chamarra a mano. Vivimos en una zona altiplánica a unos 4000 metros sobre el nivel del mar y al pie del histórico Cerro Rico de Potosí. El Cerro Rico fue el centro minero, metalúrgico y comercial, y el más grande dentro de la cultura andina, que participaba del Camino Real del Inca. Ya lo dijo Cervantes, las cosas valiosas “valen un Potosí”. Hace unos quinientos años, esta era una de las ciudades más importantes del mundo debido a la riqueza minera que desde ya tenía nombre propio: plata. Pero el auge de la plata se terminó, y Potosí ahora es otra ciudad.

Cuando concluí el colegio mi vocación fue estudiar medicina, pero como no había carrera en mi ciudad y mi familia no permitía que mis estudios superiores los realizara en otra ciudad, elegí la carrera de enfermería, una rama en el campo de la salud y donde sentí que podía ayudar a las personas. Fue durante una práctica en un municipio del departamento de Potosí, a unas cinco horas de la ciudad, que conocí a Hugo, mi actual esposo. Allí nos enamoramos ambos. Él era el responsable médico de la práctica. Como no correspondía que empezáramos un vínculo tuvimos que esperar la conclusión de mis estudios; mientras tanto solíamos comunicarnos mediante cartas, hacer llamadas por teléfono para finalmente ponernos de novios, luego casarnos y formar nuestra familia. Nuestras hijas Alexia y Maciel no tardaron en llegar, siendo la alegría de nuestro hogar.

Hoy en día mi vida se divide entre la familia y la profesión. Puedo decir que es un cincuenta y cincuenta, o más bien, un cien por ciento. Cuando estoy trabajando, me entrego al cien por cien, y lo mismo hago cuando estoy con mi familia. Durante mis años de trabajo, la mayoría de las veces lo hice ad honorem, de adscrita, sin percibir remuneración económica, pero feliz de poder ayudar y salvar de acuerdo con mi vocación. También trabajé a través de contratos con la alcaldía, con el Ministerio de Salud, con organismos no gubernamentales (ONG). En el trabajo realizado participé en diferentes actividades del Programa Ampliado de Inmunización P.A.I a través de campañas de vacunación dentro del área periurbana de Potosí, visitando casa por casa para en- contrar a niños y niñas que no cuentan con el esquema de vacunación completa. Asimismo, se vacunó a mujeres gestantes, mujeres en edad fértil y personas de la tercera edad, cumpliendo y llegando a toda la po- blación en general que no cuentan con las diferentes vacunas. Esta acti- vidad se realiza porque la comunidad no accede a un establecimiento de salud por varios factores como, por ejemplo, no encontrarse asegurada al sistema de salud, por la distancia, por el rechazo a la vacuna contra el covid y, por sobre todo, malacostumbrar a la población a que el personal de salud realice la visita a su domicilio, recorriendo caminos con una geografía accidentada. Tuve la oportunidad de trabajar con la OPS-OMS como consultora, realizando seguimiento de la implementación del plan de vacunación contra el covid-19 y demás vacunas del esquema a los niños y niñas menores de 5 años. Fue así como llegué al sinuoso “camino de la muerte”, llamado así a los caminos estrechos populares en nuestro País, donde se encuentra el municipio de “San Pedro de Buena Vista”, lugar en el cual se llevan a cabo los Toro Tinku o peleas de toros.

Lastimosamente en nuestro departamento de Potosí llevamos arrastrando muchos años en los cuales las personas no acuden a los establecimientos de salud. Por tal motivo es que el personal de salud somos quienes debemos visitarlos, para poder cumplir con las actividades propiamente del Programa Ampliado de Inmunización. En su mayoría es gente que migra del campo a la ciudad, que viste con sus trajes típicos y ropas coloridas, que se alimenta de quinua, mote, charque y chuño. La que desayuna con papa, huevo y llajua.

Todo el trabajo que realizo es por vocación porque me gusta mi profesión, y sé que la recompensa está en el alma y en el deber cumplido.

MARTA MARISA CASTAÑO

AXION ENERGY REFINERÍA CAMPANA, BUENOS AIRES, ARGENTINA.

Hobby: Bailar y explorar lugares. Campana, Buenos Aires, Argentina

“Chispita” me de

nica Privada Campana, me decían “bebé”. La más pequeña era yo. La que no tenía idea de cómo cambiar un pañal, ni cómo cocinar o atender a otros.

Por aquellos tiempos, mis días en Campana, mi ciudad natal, se dividían entre largas jornadas de guardia y las salidas a bailar en clubes de barrio.

Hoy en día no es así. “Sin querer, queriendo”, como diría El Chavo del 8, fui aprendiendo de la Enfermería todo lo que soy en mi vida. No solo lo referido a salud en sí, sino también lo humano, lo que involucra mis sentimientos, que es tan importante. Lo más importante, diría yo, ya que, en mi infancia, por razones culturales, no fue posible recibirlo de parte de mis padres. Ese crecimiento comenzó con la empatía que uno establece con los pacientes.

Recuerdo los tiempos en terapia intensiva donde el paciente está como desnudo, no físicamente hablando, sino indefenso, asustado a lo desconocido, con sus habilidades disminuidas, siendo incapaz de alimentarse por sí mismo, de hablar, de expresarse. La palabra UTI tiene mala prensa para el común de la gente. Pero en esos momentos yo fui el vínculo que tenían con la vida, el exterior y su familia. Me ocupaba de todo. Aprendí todo aquello que jamás había hecho de más chica. Los alimentaba, los rotaba, los bañaba. Aprendí los tips para afeitar. Fui los ojos y las manos de quienes estaban internados. Y podría decir que también fui cómplice varias veces.

Durante los días de internación ocurrían cosas que me causaban gracia. Más de una vez tuve que recibir en distinto horario visitas de familiares. No porque fueran muchos para entrar en la sala, sino porque no debían cruzarse esposas con amantes. Una vez, cuando comenzaba a usarse los celulares, me tocó esconder el segundo celular de un paciente. Con ese teléfono solo atendía a una chica que había conocido. ¡Claro que no era su novia formal!

Y otras veces, la vida me dio lecciones. Recuerdo al señor mayor que hablaba mucho sobre anécdotas pasadas.

Decía que él era amigo de Palito Ortega y muchos famosos más, que Miami esto y aquello, ¡y bla, bla, bla! Por supuesto que yo asentía gestualmente para no contradecirlo, pero todos conocemos a Palito Ortega. No era gran noticia la de ese señor. La noticia fue cuando me enteré de que él era el padre de Charly Alberti, el de Soda Stereo. Me lo dijeron las chicas del otro piso. ¡Chicas, cómo no me avisaron antes! Le hubiera pedido fotos y un autógrafo. Pero lo que más me impacto fue enterarme que era él el autor de la canción “El Elefante Trompita”. La pucha, si habré cantado el Elefante. Qué mala costumbre la mía, esa de no tomarme todo tan en serio. Ser enfermera es un camino de un continuo aprender. Con el tiempo pasé de áreas donde estaba en contacto con pacientes a áreas de gestión y admi- nistración (Enfermería Laboral). Sigo aprendiendo. Aprendes de un niño o de un viejito de noventa y nueve, todos los días hay algo por aprender y a su vez enseñar. Incluso de las historias que no tienen un final feliz. Ser enfermera es un aprendizaje continuo y sin dudas volvería a elegirla nuevamente a esta profesión.

MELISA LA FURCADA

HOSPITAL REGIONAL LUIS PASTEUR, VILLA MARÍA, CÓRDOBA, ARGENTINA. Hobby: Fotografía, handball y fútbol. Villa María, Córdoba, Argentina.

Soy una pata de

costanera que da al río Calamuchita frente al que nos sentamos con amigos a puro mate y tereré en épocas veraniegas. ¡Hasta astrología estudié!

Pienso en astrología y pienso en la luna y en esos partos a los que asistí en el Hospital Provincial Luis Pasteur, donde me desempeñé como enfermera en neonatología por tres años. Enfermera como mi mamá, Nora. Ella, ya jubilada como enfermera de terapia intensiva (pero como buena enfermera de vocación todavía sigue trabajando). En cambio, yo elijo con los que comienzan su vida. Aunque todo se conecta ¿no? Cuando alguien se va, alguien viene.

Yo no creo en las panzas redondas o puntiagudas, pero sí estoy convencida de que cuando hay cambio de luna vamos a tener un día agitado en las salas de parto porque es época de mucho nacimiento. He tenido hasta siete partos en un día. Y creo que estuve presente en más de tres mil. Me gusta la energía que hay en un nacimiento. Anoto con exactitud la hora, los minutos y segundos del momento en que la chancleta o el varón vienen al mundo. Eso es muy importante para un astrólogo.

Muchas veces me sorprendo con los nombres que les ponen a los chicos. Es un voto cantado que alguno se llame igual que los protagonistas de la novela de moda. No han faltado las Sherazade cuando los turcos nos invadieron con sultanes y costumbres pintorescas en nuestras pantallas de la tarde. También he visto anotar a algún Byron Rodríguez y algún Arnold Schwarzenegger como nombres y Choque de apellido. ¡Pobre chiquito cuando tenga que escribirlo en el margen de su hoja rayada!

Recuerdo con claridad dos momentos que presencié gracias a mi profesión. Cómo olvidar cuando mi hermana me llamó y me dijo:

- ¿Estás trabajando? Voy camino al hospital, Ciro quiere salir. ¡33 semanas! Ahí estuve yo, recibiéndolo en mis manos con tan solo 1,5 kg. Y luego cuidarlo hasta su alta.

El segundo fue aquel miércoles cuando nació Bastian… ¡350gr! ¡Sí, leyeron bien! Me lo entregaron en mis manos, hoy ya con 8 años…

Siempre me impresionó el alto umbral de dolor que tienen las mujeres de países cercanos como Bolivia. Ellas, en su proceso preparto, pueden estar con 9 cm de dilatación, pero no se escuchará una queja ni muestra de dolor. Es impresionante ver cómo la cultura nativa vive dentro de cada uno.

Allí en esa área fue que decidí mi tesis, luego de ver muchos niños que vienen al mundo con una enfermedad que no debería ya ser noticia, como lo es la sífilis. Hoy en día estoy trabajando en el área infantil. Veo pasar por el consultorio chicos en edad escolar a los que recibí en el parto. Sus madres me lo recuer- dan. Es muy emotivo y la satisfacción que se siente es enorme. Hace poco vino María, una nena que nació con un kilo y ahora la veo alegre como a un cascabel. Nos visitan en el hospital mamás adolescentes con varios hijos ya, también personas con sífilis. Todo me hace pensar en la prioridad de educar. En el futuro me gustaría estudiar para ser profesora y dedicarme a la educación. Me gusta enseñar. Lo hago cuando vienen las enfermeras jóvenes que tienen que hacer prácticas. Seguramente lo haga cuando en Villa María, aparte de festivales y peñas hermosas, abran las inscripciones en la universidad local.

“La muerte es el genio inspirador de la filosofía. Sin ella difícilmente se hubiera filosofado algo. Nacimiento y muerte pertenecen por igual a la vida, se contrapesan, forman los dos polos extremos de todas las manifestaciones de la vida”

A.Schopenhauer (1788-1860)

Elijo creer que desde aquel momento en el cual el silencio se hace eco dentro de una habitación fría y oscura, un grito estremecedor y pleno de vida llena de felicidad a un rostro en un tiempo exacto.

MARCEL O GIARDIN A

SAME - SISTEMA DE ATENCIÓN MÉDICA DE EMERGENCIAS. ENFERMERO DE VUELO PARA EMPRESAS PRIVADAS.

Hobby: Periodismo y radio.

CABA, Buenos Aires, Argentina.

Soy pequeño. So

Soy pequeño. En lo de mi tía, aquí en Capital Federal, vemos por las noches mi serie favorita: Medical Center Todo lo que ocurre en esa serie llama mi atención. Absolutamente todo. Pienso en cómo actuaría si fuera uno de esos hombres vestidos de blanco impecables que en la serie reciben a personas en estado crítico. Me encanta esa ambulancia que es un Fairlane largo lookeado con sirena y colores. Mientras tanto sigue pasando la vida.

Soy adulto y, ya enfermero, apodado El Capitán por la fascinación que me daba todo lo americano en cuanto a Emergencias y equipamiento. Soy un hombre curioso que investiga todo lo que le llama la atención. Soy un hombre que está lleno de parches. Parches de los lindos, los que parecen escudos, esos que se cosen en los uniformes o en las mochilas. Esos que se colocan en un cuadro detrás del escritorio. Esos parches que representan logros y se llevan pegados en el alma, bordados en el corazón. Cada parche es una historia, un momento de mi vida, una curiosidad investigada, un logro, una meta alcanzada para ser quien soy hoy.

Tengo parches de todos los colores y formas: el de la CRUZ ROJA, donde estudié para auxiliar de Enfermería allá por el año 1986; el de la Universidad Abierta Interamericana, donde me recibí de enfermero universitario; el de USAR-ARG 11, Grupo de Búsqueda, Rescate y Salvamento de la Provincia de Buenos Aires; el del Hospital Piñero, donde la mesa de anestesia fue mi pasión. El de los Cascos Blancos, del cual soy parte activa; el de Naciones Unidas; el de Rescatista; el de Bombero Voluntario del cuartel de la 31, Barrio Padre Mugica (gracias al comandante Viale por la convocatoria). El de Ciudadano Italiano, el del SAME, el de Profesor Universitario. El de MEDEVAC, donde participo volando con pacientes críticos y en el sector de aeroevacuación con rescate en altura.

El de Periodista en Salud, teniendo al aire mi programa de radio soñado, ganador de 3 estatuillas; el de emergentólogo especialista en Trauma; el de UNICA: Unidad de Catástrofe del SAME; el de la INMAE, Instituto Nacional de Medicina Aeroespacial, ya pasando las 1500 horas de vuelo. El de instructor de RCP; el del INCUCAI, cuando colaboré con el equipo de trasplante de órganos; el de la Sociedad Sanmartiniana Josefa Balcarce y San Martin; el del premio nacional Virginia Henderson debido a la trayectoria profesional de 30 años en la Emer- gencia y al voluntariado; entre otros. Todos esos parches son mis parches, mi historia, mi esencia, mi vida.Estoy internado hace 17 días, en coma, por este covid que nos acecha. Estoy feliz. Sé que mi hijo Martín es, sobre todas las cosas, un hombre de bien. No es casual que sea despachante de emergencias del SAME y Oficial de Bombero de la Ciudad, tal vez el calco de mis genes. Mi esposa Alejandra, una compañera de vida increíble con su escucha, su cariño, su atención. Mis alumnas y colegas están junto a mí en la sala de terapia intensiva del Sanatorio Santa Isabel. Son enfermeras y aprendieron de mí lo que hoy me dan.

Qué alegría, mis compañeros me pudieron salvar. Me repongo, salgo a flote y me encuentro lagrimeando en el cordón de la vereda, pensando en todo lo que alguna vez hice para ayudar, en todo lo que me ayudaron y en todo lo que está por venir. Lo que más me gusta es el servicio al prójimo, el voluntariado que atraviesa mi vida como una necesidad. Hacia ahí voy. Me sigo capacitando, la emergencia no tiene revancha, son solo minutos.

Sigo juntando parches y sigo viviendo. Gracias Dios por estar junto a mí en todo momento y todo lo que me das día a día.

MARCELA MABEL CARABAJAL

HOSPITAL MUNICIPAL DE CORONEL PRINGLES.

Hobby: Leer y escuchar música. Coronel Pringles, Buenos Aires, Argentina.

Mi vida tomó un

helo fue estudiar medicina. Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí, y el cierre de la empresa de camiones de mi padre, el mismo año en que debía mudarme desde la ciudad de Coronel Pringles a Buenos Aires para iniciar mis estudios en una facultad de medicina, cambió completamente mi trayectoria. La realidad económica no permitía grandes aspiraciones, y mudarme a esa ciudad para ocupar el departamento ofrecido por los dueños de la empresa era una opción fuera de alcance. Con resignación, convencí a mi madre y decidimos adentrarnos en el mundo de la enfermería estudiando en el Hospital Municipal Manuel. B. Cabrera, donde ella desempeñaba labores de limpieza. Lo que comenzó como una adaptación a las circunstancias, con el tiempo se transformó en una determinación inquebrantable. Superé las adversidades y, después de varios años, completé mi formación como enfermera.

En los primeros tiempos en el hospital, mi labor era variada; desempeñaba el papel de enfermera, pero también colaboraba en tareas de limpieza. Me vienen recuerdos en mi cabeza, como la dificultad que tenía en llamarla “Mabel” a mi mamá en el ámbito laboral. Atravesé años intensos que me llevaron a ocupar el puesto de subjefa del Departamento de Enfermería en el Hospital Municipal. A lo largo de mi carrera en ese sitio, he mantenido un firme compromiso con la calidad y seguridad del paciente. Mi enfoque principal se ha centrado en la capacitación y el desarrollo de prácticas que garanticen la atención óptima a quienes confían en nuestros servicios.

Junto a un equipo dedicado, hemos implementado iniciativas como “El hospital sale a la calle”, con la cual brindamos a la comunidad conocimientos sobre primeros auxilios y reanimación cardiopulmonar (RCP). Además, coordinamos jornadas de capacitación institucional de manera regular, abarcando a todo el personal del hospital y a profesionales de diversas áreas de la salud.

Participamos activamente en simulacros que abordan situaciones críticas, desde paradas cardíacas hasta emergencias obstétricas, asegurándonos de cumplir con las normativas internas del hospital. Estas prácticas no solo fortalecen nuestras habilidades clínicas, sino que también refuerzan la cultura de seguridad y cuidado del paciente.

Mi compromiso con la calidad se extiende a la participación en el Comité de Docencia e Investigación y en el Departamento de Calidad y Seguridad del Pa- ciente, donde trabajamos para mejorar continuamente los estándares educa- tivos y promover la investigación en el ámbito de la enfermería. En situaciones desafiantes, he asumido roles similares a los de un médico, actuando con orgullo y seguridad. Mi experiencia y formación constante me han permitido liderar con confianza, contribuyendo a un entorno hospitalario que prioriza la seguridad y el bienestar de nuestros pacientes. En mi casa me han visto estudiar mucho, llenando las mesas de apuntes y carpetas. Será por eso que uno de mis hijos eligió la música y no el hospital. La pasión que tengo por la enfermería la comparto con los futuros profesionales a través de la docencia, fomentando un ambiente de aprendizaje en el que la calidad y seguridad del paciente son valores fundamentales. Este com- promiso se ve reflejado cuando tengo el honor de entregar diplomas a las nue- vas generaciones de enfermeros, marcando un hito en sus carreras y reafir- mando mi convicción de que la enfermería es una opción valiosa y gratificante en el campo de la salud.

ALBA AREVALOS ESPINOLA

PUESTO DE SALUD IRUÑA.

Hobby: Compartir tiempo en familia. Iruña, Alto Paraná, Paraguay.

Vivo en esta tier

como también algunos de los paraguayos. Se entremezclan con nuestra cultura los hermanos extranjeros. Vivo en Iruña, en un distrito del Alto Paraná donde hablamos el jopará, una mezcla de español, guaraní y portugués. Vivo en este lugar hermoso protegido por la Virgencita de Caacupé, que es Santa Patrona del Paraguay de los Católicos. Dicen que Iruña es sinónimo de Pamplona y significa “gente buena” en euskera.

No es casual que en mi familia seamos tres las que nos dedicamos al cuidado de la salud. Soy licenciada en Enfermería al igual que mis hermanas Ilda y Carmen. Es que nuestra madre, Clementina, es conocida en el pueblo por su poder de sanación. Y una de mis sobrinas, Marlene, también estudia Enfermería. Parece que esta familia lo lleva en la sangre. Trabajo en el puesto de salud pública y me aboco junto a mis colegas a la prevención y promoción de la salud. Aquí la gente acude poco a los centros de salud y somos nosotras, las enfermeras, quienes tenemos que acercarnos a ellos. Vamos a pie o en moto a sus casas para vacunarlos y concientizarlos sobre la importancia de estar atentos a su cuidado. Es que a veces ni ambulancia tenemos a disposición en nuestro servicio y utilizamos nuestro vehículo particular si hay necesidad.

La gente, tereré en mano, nos recibe muy bien y se alegra de vernos llegar. Les informamos cuándo estaremos dando charlas sobre, por ejemplo, el cáncer de mama o sobre el programa PANI (Programa Ampliado de Nutrición Integral) para bajo peso infantil. Todo lo escuchan y se interiorizan. Incluso cuando les hablamos de la alta tasa de hipertensión que tenemos debido, fundamentalmente, a que nuestro tipo de alimentación se basa en carnes y harinas. ¡Es que es tan rica la sopa paraguaya, el chipá guazú o la mandioca! Y son parte de nuestra cultura.

También son parte de nuestra cultura las reuniones familiares, donde suena desde la polka hasta la cumbia, donde los más chicos bailan con los mayores y donde nunca falta una guitarra que decida acompañar los cantos a capela.Nuestro pueblo, mitad paraguayo mitad brasilero, es de gente alegre. Nuestro pueblo es así, el de la gente buena.

CARLOS SEBASTIÁN NAVIA

YACIMIENTO RÍO COLORADO PLUSPETROL.

Hobby: Trail Running, Mountain bike y Montañismo. Malargüe, Mendoza, Argentina

plir con su tarea.

El enfermero mu

Después de graduarme trabajé en APS como enfermero rural en una localidad al sur de Malargüe, en Mendoza. Un día de invierno de 2017 fui en ambulancia con mis compañeros a visitar a un paciente que hacía bastante tiempo que no se acercaba a nuestro centro de salud y padecía una patología respiratoria de base. Para llegar a su chacra tuvimos una hora y cuarenta minutos de ruta inaccesible, pero no lo encontramos en su casa. ¿Cómo podíamos dejarle un mensaje a una persona que vivía en un lugar aislado, sin señal de teléfono, sin internet?

En el suelo delante de una tranquera encontramos un pedazo de cartón, era de una leche popular en la región. Le escribimos un mensaje con un bolígrafo y lo colgamos en un poste en la zona de arriado de ganado. Sabíamos que en algún momento él pasaría por ese lugar. Lo que no sabíamos es si vería nuestro cartel y si respondería a nuestro llamado. A los dos días volvimos al mismo lugar y vimos su respuesta en el reverso del cartel. ¡Qué emoción y alegría nos dio el saber que había recibido nuestro mensaje!

Finalmente, el señor llegó al centro de salud a caballo y fue atendido. A partir de ese momento creció un vínculo con los enfermeros del lugar, un compañerismo de muchos mates compartidos.

El enfermero es un referente de salud y, por su trabajo, además, tiene la posibilidad de conocer y estrechar vínculos con su comunidad.

AZUCENA EDITH HUINCA

HOSPITAL DR. JUAN JOSÉ POSE.

Hobby: Jugar al fútbol y salir a caminar. Zapala, Neuquén, Argentina.

Soy de Zapala, u

tista y Gael junto a mi esposo que es militar y recibió el pase para Mar del Plata. Al terminar el secundario nunca pensé en irme del pueblo. Busqué una salida laboral y encontré la enfermería. No supe lo que iba a ocurrir hasta que comenzaron las prácticas: me enamoré de la profesión.

Es que la clínica médica es mi fuerte. La Pandemia trajo eso, que mucha gente joven pudiera empezar a trabajar en el área de salud. Atender a los pacientes, ver su recuperación, sentir la gratificación de sus familias que llenan el alma. También hubo momentos difíciles en los que hemos tenido que hacer “tripa corazón” y encontrarnos de frente con la muerte como algo natural, pero con una frecuencia ajena a todos. El covid fue así. Estuvimos permanentemente a la espera de lo desconocido. Vestidos con equipos de protección de color azul, cual “pitufos”. Con un pin distintivo que indicaba nuestro nombre, apellido y profesión, para ser individualizados.

En ese tiempo, en el 2020, en el Hospital Zabala fui parte de un equipo formado por siete médicos y treinta y tres enfermeros. Se generó un grupo humano increíble: médicos, enfermeros, gente que proveía materiales, mucamos, todos trabajando articuladamente. Se necesitaban manos que estuvieran dispuestas a ayudar, no importaba la hora ni el cansancio. Teníamos que estar allí. Y allí estuvimos siempre, como aquel día que me encontré sentada en un pasillo junto a mi colega Roxana y al Dr. Martínez. Una situación que se daba con frecuencia. Esperando. A ver qué pasaba en los minutos venideros. Otra vez más a la espera de lo desconocido, toda la noche, porque al hospital ingresaba una persona detrás de otra.

Dicen que los enfermeros somos el brazo derecho de los doctores. Es que hacemos una gran labor y estamos mucho tiempo en contacto con el paciente y con sus familiares. Fue difícil. Pero dentro de todo lo malo rescato el equipo que se formó.

Recuerdo un caso que me tocó especialmente el corazón. Cuando se habilitó el ingreso de familiares al hospital, hubo una familia que se reunió para despe- dir a su abuelita. Ellos pidieron vestirla, acondicionarla para el obituario. Noso- tros ese día, vimos, una vez más, la muerte de pasada frente a nuestros ojos. Esta vez, con cierta distancia, pero con igual congojo.

JUANA NOELIA SANDOVAL

ENFERMERÍA DEL CAMPAMENTO TACA TACA EN LA PUNA SALTEÑA.

Hobby: Ser mamá y realizar capacitaciones de salud. Tupungato, Mendoza, Argentina.

Ando por la vida

compañero. Su corazón está repleto de buenos valores y deseos, como el de construir un avión cuando él sea más grande y poder llevarnos a Pepe y a mí a recorrer el mundo. Este es mi núcleo familiar más íntimo. Andamos de a tres por la puna argentina y por la vida.

Cuando hablo de la puna hablo de Salta, de Jujuy, de Bolivia. Este lugar de montaña del altiplano donde el frío es intenso y del sol hay que protegerse. Donde en invierno todo se congela, hasta el agua de las cañerías. Lugar donde se respeta a la tierra madre, se adora a la Pachamama y donde se encontraron las momias niños de Llullaillaco. Es que soy hija de gente boliviana que desciende de la comunidad quechua y también de la que desciende de mexicanos. Será por eso que en mi casa se come mucha llajua, ese ají picante o locoto.

Toda mi vida se rodea de términos norteños. Desde el Campamento de Taka Taka, como se lo llama por aquel tren que golpeteaba a su andar, donde trabajo quince días corridos para luego descansar otros quince, hasta el salar de Arizaro y Tolar Grande, a unas horas del salar de Pocitos y de San Antonio de los Cobres. En estas zonas del altiplano salteño las empresas mineras trabajan sin cesar. Y yo, junto a mis compañeros, estoy a cargo de atender las enfermerías. Aquí nos ocupamos de las emergencias, pero también llevamos controles, historias clínicas y realizamos primeros auxilios y consultas por telemedicina, entre otras cosas. Pensar que yo alguna vez pensé en estudiar medicina en Córdoba. Sin embargo, hoy me considero una enfermera proactiva y estoy feliz por ello. Es que soy cruzrojista de alma. Tuve instructoras divinas, muy samaritanas. Siempre me capacito y hago cursos como, por ejemplo, el de escucha activa. Este me ayudó mucho en lo que es la atención psicológica y universal de la gente. También me encargo de los festejos de cumpleaños y de las fechas especiales. Esa área es de mi especialidad. Soy la que lleva globos, pide la torta a la sección de cocina y sorprende a los homenajeados con cotillón.

Es que aquí en el campamento minero se vive en módulos armados con comedor, con dormitorios y enfermería, y somos una gran familia. Y hablando de familia, mis padres y hermanos viven en el campo a una hora de Salta capital. Producen tabaco. Con ellos se queda Mateo las quincenas en las que yo trabajo en el campamento. Al principio, cuando yo me iba a trabajar, todo era una lloradera. Yo le decía a Mateo: “no cuentes los días, haz que los días cuenten, ya que prontito nos volveremos a ver”. Y es así como cuando regreso de trabajar todo es disfrute. Tengo un buen tiempo de paseos y salidas. Atesoro estos momentos. Como el de mi último cumpleaños, con torta Rogel de por medio, con una foto que nos reunió a todos y un pícaro Mateo diciendo: “sonrían, digan ‘imata’”, y dejando en el clic un registro de mis días de descanso.

YANINA ESCOBAR

REFINERÍA AXION ENERGY, CAMPANA, BUENOS AIRES, ARGENTINA.

Hobby: Cantar. Zárate, Buenos Aires, Argentina.

Calamaro. Sí, An

Es que en mi piel llevo tatuajes de aquello que me marca. Llevo los piecitos de Uma en mi espalda. Llevo flores y mariposas, que reflejan cambios en mí; un florecer que sucedió dejando atrás momentos difíciles. También una estrellita, un globito aerostático con la palabra “Libertad” y una pluma están grabados en mí. Un poco de rebeldía adolescente, otro poco de etapas que supe sortear y un regalo de mi hermana que feliz recibí. Una florcita es la que llevamos mis cuatro hermanas y yo. Una para todas y todas para una. Falta la frase de Calamaro y diseñaré el tatuaje de Rómulo, el golden retriever que me acompañó durante trece años. Y en mi brazo, allí bastante grande y a la vista, está el tatuaje que tiene que ver con el amor a mi profesión: la enfermería.

Aunque escuché por ahí que “no se puede vivir del amor”, en mi caso es distinto. Estudié enfermería en la ciudad de Zárate, la que custodia al río Paraná, la que fue declarada Ciudad Capital del Tango por ser cuna de grandes figuras que enamoraron a personas de todas las latitudes del mundo como lo hicieron los hermanos Expósito con su bello Naranjo en Flor. Aquí donde está el puente que abre la puerta de Buenos Aires a la Mesopotamia argentina. De aquí soy yo. Estudiar medicina en el costoso y lejano Buenos Aires no sería una opción.

Ni bien empecé mi carrera me di cuenta de lo amplia que era. También de la importancia del enfermero en el bienestar del paciente. Tomarle la mano, escucharlo, tranquilizarlo y, sobre todo, el “estar” junto a él. ¡Qué difícil se hizo en tiempos de covid estar lejos del paciente! Cada instante parecía durar “mil horas”.

En mi comunidad muchas veces nos encontramos con esas lindas devoluciones de pacientes que alguna vez atendimos. ¡Qué gratificante es! Desde el dibujito de un nene que vacunamos hasta personas que nos marcan en el camino.

Recuerdo a Carlos, un paciente de mediana edad, que llegó al hospital con un fuerte dolor en el pecho. Ni bien lo examinamos, lo estabilizamos y derivamos.

Pasado el año lo volvimos a ver por el hospital y él nos dijo: “ustedes me salvaron la vida”. Carlos, aquel día, estaba entrando en un infarto. La agilidad con que lo derivamos hizo posible la operación posterior. Esa intervención le salvó la vida.

También recuerdo a Norma, con esos hermosos ojos color turquesa que me parecían tan familiares. Ella, con su avanzada edad, llegó descompensada. Vestida como el protocolo del covid indicaba, no podía determinar quién era. Luego, al ver que su acompañante era una monja, mi memoria recordó a esos ojos tan lindos. Los descubrió dentro de las aulas. Ella era una de las pocas monjitas que quedaban en mi colegio cuando estaba yo en secundario. Pensar que tantos días había compartido con ella y ahora casi no la reconocí. Es que en la Pandemia el detrás de escena era todo un operativo. Estábamos todos cubiertos de pies a cabeza. Mis tatuajes, mis marcas, no asomaban por ahí. Tanto paciente como enfermero parecían estar “sin documentos”. De a poco, todo fue volviendo a la normalidad. Vestimos “sin gamulán” ni trajes especiales. Volvimos a tener contacto con los pacientes. Mi brazo volvió a relucir el orgullo por la profesión, mis frases se expresaron otra vez y la tinta en mi cuerpo expresa mi historia nuevamente. Claro que aún falta y “algún lugar encontraré” para que Calamaro quede por fin en mi piel.

MIGUEL ÁNGEL GARAY AROCA

UNIDAD SANITARIA “AGUADA DE LA ARENA” EN LA PATAGONIA NEUQUINA.

Hobby: Esquiar, bucear, cabalgar o Trekking. Ciclismo, fútbol y diseño gráfico. Neuquén capital, Neuquén, Argentina

Aunque mis rasg

dio de comer placenta de mapuche pudo tener hijos. Ella era del campo del sur de Chile, de Curacautín, que significa “Piedra de Reunión”. Humilde pero muy tenaz, cruzaba la cordillera a caballo para hacer trueques: tejidos por alimentos. Heredé de ella no solo su sangre sino su fuerza y su orgullo por pertenecer a los pueblos originarios.

Tal es así que cuando estudiaba Enfermería llamó mi atención una compañera de estudios.

Probablemente me atrajo su belleza, pero con certeza me atrajo su origen. Tranquila y calma, ella era la princesa de una comunidad aborigen, allá en la cordillera detrás del volcán Lanín. Yo anhelaba conocer su tierra, aquella donde vivían sus abuelos. Ese lugar donde dormís en el piso, donde no hay baños ni agua caliente que corre por canillas. Donde uno tiene que adaptarse porque uno es el intruso. Donde el cariño y el amor son grandes. No tardamos en ponernos de novios.

Siento orgullo y pasión por mis orígenes y también por la Enfermería, profesión que la Chela inculcó a cuatro de sus cinco hijos. Durante diecinueve años, de más joven, he trabajado en el Hospital Provincial de Neuquén Dr. Eduardo Castro Rendón, donde también realicé un posgrado en emergencias y otro en medicina laboral. Gracias a ello, hoy en día trabajo en la unidad sanitaria rural “Aguada de la arena” en la precordillera de Neuquén (Argentina), a unas tres horas del lugar donde vivo, Plottier. Allí realizo turnos de 14 x 14. Vivimos en trailers, asistimos emergencias, brindamos capacitaciones y realizamos prevención y promoción de la salud. Es una zona de grandes nevadas. Recuerdo cuando en una gran tormenta de nieve nuestra ambulancia quedó atascada. La nieve nos llegaba a las rodillas. Tuvimos que actuar con agilidad porque mucha gente necesitaba de nuestra ayuda. Han sido momentos duros.

El tiempo pasa lento en el campo, pero pasa rápido en la ciudad. De repente, Morenita, mi hija menor, me comenta que se va a vivir a la cordillera, donde va a administrar un grupo de cabañas. Ella es licenciada en turismo. También estudió profesorado de inglés. Pero, ante todo, ella es la más pequeña de mis tres hijos. En diciembre 2023 se independiza así, de un día para otro, pareciera. Ya no me necesita. Ella ya tiene veintidós años. Miro para atrás y siento que me perdí festejos, navidades y cumpleaños estando en el campo. Por eso digo que es un trabajo gratificante, pero en lo personal se torna duro. Estas situaciones me hacen reflexionar.

Con mis otros dos hijos, Sabino y Roger, comparto una pasión que es “la pelota”. Yo me siento un futbolista frustrado, pero ellos son como Iniesta y como “el Dibu”. Recuerdo cuando falleció mi papá y la Chela quedó solita con noso- tros cinco. No había tiempo para la pelota. Había que estudiar y trabajar por- que éramos pobres, pero necesitábamos salir adelante. Hoy en día, las cosas cambiaron y me animé a soñar. Cuando la Chela falleció en época de Pandemia, surgió en mí la necesidad de inmortalizar su nombre. Formé el Club Deportivo Chela, muy relacionado con gente de los pueblos originarios y con personas de bajos recursos. Nuestras camisetas, que llevan la bandera wiphala, se entregan a niños de las comunidades del interior, como los de Ruca Choroy, cerca de Aluminé. Niños que están acostumbrados a recibir ropa usada, la que aceptan, pero no eligen. Vuelvo a reflexionar y pienso que no todo en la vida es dinero. Que hay que vivir de otra manera. Sentir la tranquilidad de la tarea cumplida. Como aquella que sentí en Kioto frente al templo Kinkaku-ji que, según dicen, fue la casa del Buda. Y emerge la necesidad de hacer cumbre en aquel tan soñado y bendito volcán Lanín, con sus 3776 m de altura sobre nivel del mar; como un desafío más en la vida.

BÁRBARA NOELIA RIVERO

HOSPITAL SANTA ISABEL DE HUNGRÍA.

Hobby: Decoración de interiores.

Mendoza, Mendoza, Argentina.

Mi nombre es Bá

presión. En mi caso, lo siento fuerte y determinado, a veces rígido, como soy yo. Es que sé luchar por lo que quiero, por lo que veo justo y por lo que siento. Bárbara. Ese es mi nombre. Esa soy yo.

Vivo en Mendoza, tierra de vinos y vendimia, una provincia preciosa con parques y una cordillera majestuosa. Tengo mi hija Guadalupe, de ocho años. Aquí estudié enfermería e hice mi licenciatura. Me queda presentar mi tesis. En mi trabajo pienso que hay que poner atención a las necesidades de los pacientes. Estoy convencida de que al enfermo no podemos llevarle más problemas de los que tiene. Tenemos que brindarle soluciones, cuidados y confort, dentro de lo que podamos y con los recursos que tengamos. Pienso en mi nombre otra vez. Pienso en mi profesión. Todo en la vida de un enfermero es fuerte, como mi nombre. He pasado por muchas áreas como, por ejemplo, unidad coronaria, cirugía cardiovascular y terapia intensiva. He vivido muchas situaciones de estrés en Pandemia, pero hubo momentos importantes en los que pude ayudar y eso me hace sentir bien.

Presto tareas en un hospital privado, en el departamento de Guaymallén, en la sección de unidad coronaria. Es lo más parecido a una terapia intensiva al corazón, por lo cual se restringen algunas cosas como celulares, para disminuir el estado de estrés del paciente y proteger la intimidad del resto de las personas, ya que es un espacio común separado por unidades, y además interfiere con la señal de algunos equipos. Poniéndome en el lugar de los pacientes, imaginé lo largo que se hacían los días al estar allí internados. Como paliativo para la ansiedad, propusimos la instalación de televisores en el sector, de manera tal que puedan desviar la atención y evitar centrarla solo en la enfermedad.

Pensamos también en esas personas que no pueden levantarse para ir al baño, que tienen restricción para deambular.

Toda su intimidad y su espacio de privacidad quedan vulnerados, como también las personas que se encuentran con asistencia respiratoria mecánica. Por este motivo, recomendamos a la coordinación la posibilidad de que pudieran disponer de un cuarto de baño móvil por medio de un inodoro portátil. María fue nuestra paciente de 70 días de estadía, con un diagnóstico irreversible, pero con una calidez y una ternura que no se modificaron en ningún momento de su internación. Todos los días nos recibía con una sonrisa al lle- gar a nuestra guardia, ya sabía nuestros movimientos, nuestros días francos, conocía cada sector del servicio. Por supuesto, tenía a su marido, que la venía a ver siempre que se podía; un hombre también de avanzada edad. Daba ter- nura verlos. María solo compartía con su familia dos horas al día, aunque no siempre sucedía por disponibilidad de la familia, pero estaba todo nuestro equipo para entretenerla. En mi turno, con mis compañeros le poníamos películas, le lle- vábamos colores para que pintara dibujos. Incluso, un día, pedí permiso a la coordinación para llevármela a la capilla, ya que ella era muy religiosa. Fue el día antes de que le hicieran el procedimiento con el que pronto seguiría de alta; ella lloraba emocionadísima.

En esta foto solo está parte del equipo de unidad coronaria, solo una fracción del equipo que compone mi turno. Acá estamos con mi compañera Pía, faltan Juan Pablo y Silvia. Pero detrás de nosotros, y ausentes en la foto, se encuentran un montón de personas que han trabajado para que María pudiera ir de regreso a su casa.

Es así como aquí trato de que mi nombre no pese, sino que acompañe esta vida que elijo, la del enfermero Que cada accionar sea digno de una “Bárbara”

FRANCISCO JAVIER SALDIVIA REY

Hobby: Cantar y viajar. Comodoro Rivadavia, Chubut, Argentina

BRISA SALUD Y BIENESTAR.

Llevo como segu

sobre las tablas del escenario, la flamante canción del enfermero, escrita por el maestro Omar Serna.

Siempre me gustó trabajar mi voz. Siento que a través de ella rompo barreras y comunico. Soy “fan” de la comunicación. Por eso lo de estudiar radio y ser locutor. Recuerdo cuando mi madre, en mi Comodoro Rivadavia natal (en plena Patagonia argentina), llamaba a la radio para que pusieran tal o cual tema. Generalmente un tango. Yo era chico entonces, pero todo ese mundo algo despertó en mí. Terminé visitando un estudio de radio y apasionándome por la locución. Y eso que me inclinaba más por las series de detectives, ¡donde me imaginaba siendo el policía!

Mi otra gran pasión me encontró en el camino. Hijo de Rosa, enfermera de profesión, y de Francisco, empleado de una petrolera, la vocación de servicio nació en mí cuando era recepcionista en una clínica. Al principio no sentía que yo tuviera el perfil de enfermero, pero estudié para formarme y terminé haciendo mi licenciatura en la Universidad San Juan Bosco. Siento que, en mi profesión, como en la vida, es importante cómo transmitís las cosas, cómo las decís, con qué tono de voz. Es importante escuchar al otro y ser empático. Uno siempre encuentra en el camino gente buena, valoro conocer a una buena persona detrás de un buen profesional.

También me gusta observar, y por eso será que la fotografía es otra de mis pasiones. Muchas veces veo “la foto” antes de sacarla. Imagino todo lo que va dentro de ella y lo que no. Imagino su encuadre. Me pasa cuando ando por la vida y también me pasa cuando trabajo. Es que las fotos representan historias de vida. En mi profesión hay “fotos” que representan el proceso de la vida: el nacer, el vivir, el enfermar y el morir. Todo es muy fuerte, como lo fueron las reanimaciones que tuve que realizar. Esos momentos me conmueven. Es la vida en sus distintas expresiones.

¿Qué cómo soy? Soy un poco melancólico y sensible, aunque no de tiempo completo. También tengo mi lado de humor. Humor blanco y absurdo, otras veces ácido y picante. Prefiero sonreír y ser positivo ante la adversidad. Todo eso soy yo. Una contradicción equilibrada.

Ahora vivo en Almagro, Buenos Aires, rodeado de asfalto y edificios. El barrio de Caballito me presta a menudo su Parque Centenario. A veces soy feliz disfrutando: de los buenos momentos que la vida regala, de descubrir cosas nuevas que somos capaces de realizar y no lo sabíamos, de ser útiles para al- guien. Todo eso me hace feliz, como también los recuerdos en Comodoro de aquellos domingos en la casa de la infancia donde había pastas en la mesa y juegos en la vereda. La familia, los amigos, las vivencias. ¿Que si extraño Comodoro? Soy Comodoro. Uno no puede extrañar lo que es. Eso se lleva siempre consigo.

NAZARENO CASTRO

SERVICIO DE EMERGENCIAS DEL HOSPITAL GENERAL DE AGUDOS CARLOS G. DURAND.

Hobby: Música, deporte y estar con mi familia. CABA, Buenos Aires, Argentina.

Suena un violín e

historia de una vida. Otra, se llena de colores, los que descubren cómo alguien se siente hoy.

Justamente esa es la pregunta que le hago a mis pacientes: ¿Cómo te sentís hoy? Y esa fue la pregunta que ocupó mis pensamientos hasta encontrar la respuesta. Cómo se sienten los pacientes que están en cuidados críticos. Cómo es pasar días y días mirando el techo, enfermando más de lo que la propia enfermedad lo hace. Cómo se pasan las horas sin un entretenimiento, sin conversar, sin desafiar el intelecto. Y la respuesta vino de la mano de la creatividad: crear una ludoteca de emergencias.

Me llamo Nazareno y trabajo en el Hospital Durand. Quizás hubiera sido médico, pero las vueltas de la vida me llevaron por el camino de la enfermería, mi pasión, mi lindo caos. Mi gran amigo y colega Carlitos, “el correntino”, fue quien me introdujo en el mundo del violín hace quince años.

El folclore, nuestro grupo llamado “Los Changos del Durand” y un armonioso ensamble musical dispararon la loca idea de tocar para los pacientes. Loca idea, para otros, para los que se oponían por temas de protocolo, pero enloquecedora para los pacientes que disfrutaron no solo de la música sino de los juegos, del dibujo y de la lectoescritura.

“Quiero saber si te sentís bien atendido” fue la consigna para quienes escribían. Reflexiono: ¡qué importante es el cuidado humanizado! Sin duda alguna este proyecto no sale de una sola persona, sino que se da gracias a la complicidad y sinergismo de tu compañero y amigo de guardia: Claudio (gran motivador de crecimiento personal y profesional para mí).

Pensar y pensar qué más se puede hacer en una sala de cuidados críticos, frente a personas intubadas o en coma, por ejemplo, nos llevó a despertar aún más la creatividad. Colocar fotografías del paciente en su entorno familiar, ahí, pegadito a su cama, de manera que al despertar lo primero que viera fuera esa imagen, fue una gran idea.

No solo para quien está enfermo sino para nosotros, los enfermeros, ya que nos condiciona, a veces para bien y otras para mal, pero nos acerca a la individualización del paciente.

Pegar notitas de la familia esperando que puedan ser leídas por quien yace en la cama del hospital también genera empatía con el paciente. Emociona.

También me emocionan las charlas con mi hija Isabella, de tres añitos, cuando me pide que le cuente de mi trabajo. Y todo lo que comparto musicalmente con Valentina, de veintidós.

Es que esta carrera me dio todo: viajes, satisfacciones, lo personal y también lo material. Y soy feliz con lo que hago. La paso bien en el hospital, en mi rol de docente y cuando estoy con los pacientes. Y la satisfacción de haber dado lo mejor de uno es grande. Son gestos, esos que uno brinda y permiten hacer el bien. Son vínculos que se gestan y hacen que no pueda dejar de presentarme en el velatorio el día en que Marcelo nos dejó. O que a la noche siga pensando en esa jugada que quedó pendiente en la partida de ajedrez que jamás me dejará ganar Juan, el de la cama frente a la ventana.

Sé que un enfermero no debería involucrarse sentimentalmente con sus pacientes, pero creo que cuando eso me pase, será el día en que tenga que dejar la enfermería.

Fotos de Norberto Ducasse

DIGNA CORONEL

HOSPITAL GENERAL DE LUQUE, IPS CENTRAL.

Hobby: Leer.

Itá, Paraguay.

Recuerdo mis viv

de hace mucho calor y donde la laguna grande ilustra el paisaje. Está a unos treinta kilómetros de Asunción, pero parece otro mundo. Allí, en esas tardes de quietud, yo esperaba ansiosa la llegada de las enfermeras que vendrían a vacunarnos. Es que no acudíamos a centros de salud, sino que las enfermeras iban casa por casa.

Una carpa precaria hecha de retazos de tela, hilos y maderas. Una cruz roja pintada en témpera y muchas pero muchas jeringas que conseguía en las esperadas campañas de salud Ese era mi mundo de pequeña, a los seis años Ese era mi espacio, mi lugar. En esas tardes silenciosas, típicas de pueblo chico, yo jugaba “a la enfermería”. Las jeringas llamaban mi atención. Esas piezas tan mágicas, las que prevenían enfermedades, las que nos protegían. El merendero de plástico que usaba para guardarlas ya me quedaba chico. Por eso armé mi camping, mi hospital, en el que Mami, mi muñeca preferida, se convirtió en mi paciente de todas las tardes.

Ya en la escuela, mi voluntad de ser la primera de la fila para vacunarme iba delineando mi vocación. No lo dudé. Cuando terminé la escuela comencé a estudiar enfermería.

“Vivir para servir”, ese es mi lema, el de una enfermera digna, o el de Digna, de profesión enfermera. Es que así me llamo yo, Digna Coronel, y estudié la carrera aquí en Asunción, Paraguay, donde hoy vivo y trabajo. También aquí hice mi posgrado en nefrología. Es que sigo en contacto con las jeringas trabajando en la sección de hemodiálisis en mis dos turnos.

Lo que ocurre en las salas de hemodiálisis es muy especial. Veo a los pacientes entrar sin esperanza de vida, muy tristes y, luego de esa sesión que suele ser de cuatro horas conectados a una máquina, se retiran caminando, más aliviados, bien. En esos encuentros hablamos de todo. Se tornan en espacios de soporte emocional, para lo cual me capacito también.

Ellos se expresan con la libertad que no pueden tener frente a la familia, se abren y la carga se les hace más liviana.

Hay situaciones muy difíciles, duras, como la de Andrea, una paciente jovencita, muy humilde, que es diabética de nacimiento y que está perdiendo la vista. Su único anhelo es que su hijo Paco tenga un buen porvenir. ¡Cuánto hablamos de él!

También hay días más felices en los que llega la noticia de un posible trasplante. Es que en nuestras salas pasan cosas, como les pasó a Perla y Juan, que se conocieron, se enamoraron y se pusieron de novios en pleno tratamiento. Y así sigue mi vida, rodeada de pinchazos. Yo los llamo “pinchazos de vida”.

SOBRE BRISA SALUD Y BIENESTAR

Somos una compañía vinculada a la salud y especializada en la gestión integral de programas, campañas y eventos de salud para el ámbito privado, así como también realizamos acciones abiertas en beneficio de la sociedad.

“Brisa Enfermeros” es nuestra marca educativa, cuya misión es formar enfermeros líderes en la promoción de hábitos saludables dentro de la comunidad. Para ello, ofrecemos Webinars para enfermeros latinoamericanos y nuestro anual Congreso de Enfermería, entre otros servicios.

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Cura, Leila

Historias de Enfermeros Latinoamericanos 2024 / Leila Cura - 3a ed -

Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Leila Cura, 2024

144 p. ; 30 x 21 cm. - (Historias de Enfermeros Latinoamericanos)

ISBN 978-631-00-3663-2

1 Enfermería 2 Cuentos 3 Narraciones I Título

CDD 610.73092

Historias de Enfermeros Latinoamericanos. Impreso en Buenos Aires, Argentina Por The allbum Mayo 2024.

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