Hacedores
Repuestos Brooks recién llegados al taller. Bici de un cliente en pleno desarme para comenzar su restauración.
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En un PH al fondo, en el barrio de Villa Urquiza, luego de un estrecho pasillo lleno (¡completamente lleno!) de bicicletas propias y ajenas de todos los modelos, años y estados, Santiago Oliver armó su taller privado del cual, hace aproximadamente dos años, salen piezas de culto en dos ruedas. Este mecánico de bicis de oficio (y de alma) confiesa que le hace bien estar un poco alejado de la vidriera cotidiana. “Yo no hago parches, no cambio gomines y tampoco vendo timbres. Mi intención es tener un taller mecánico de culto donde vengan bicis que merezcan ser tratadas con una mecánica de época”, nos cuenta. Santi creció investigando cada cosa que encontraba en el taller de su papá (donde nació Capra, la primera marca nacional de bicis BMX) y fue probando qué era lo que se podía hacer para refaccionar y volver a sacar al ruedo a aquellas bicicletas que quedaban relegadas en los distintos galpones por los que transitaba. “Eso es lo más lindo para mí; lo que sé lo aprendí porque alguien me lo enseñó. Yo llegué hasta séptimo grado, pero siempre busqué mi propio estudio. Lo que sé se lo debo a muchísimos maestros de distintos oficios. Como el viejo Mansal, un maestro tornero, que me enseñó a ser un
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Ruedas de culto Santiago Oliver |
Su espíritu autodidacta y su pasión por las bicis de época hicieron que se convirtiera en uno de los mecánicos más buscados sobre en el tema. Santiago Oliver, nacido y criado en el garaje.
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Por Noelia Medina Fotografía Javier Agustín Rojas
aprendiz silencioso mientras yo le cebaba sus sagrados mates. No hacía falta que me dijera ‘tenés que hacerlo así’. Creo que hoy falta mucho de ese estímulo, los chicos están muy poco incentivados para la lectura, en cómo aprender a hacer las cosas, porque todo es apretar el botón, clic y ya”. Born in Garage viene entonces a reivindicar ese espíritu.
“Lo que sé se lo debo a muchísimos maestros de distintos oficios. Como el viejo Mansal, un tornero, que me enseñó a ser un aprendiz silencioso mientras yo le cebaba sus sagrados mates.” Un mundo aparte La formación autodidacta de Santiago hizo que adquiriera los conocimientos necesarios para no solo saber sobre mecánica y conocerles las mañas a las bicis de antaño, sino también para saber dónde buscar los repuestos que solo se consiguen en el exterior o poder armarlas a partir de partes de otros modelos. En 2011, lo convocaron de la firma japonesa Shimano para darle el primer empujón al departamento urbano en Latinoamérica. “Se trataba de contactarse y hablar con fabricantes e importadores de bicipartes de la región sobre lo que es una bicicleta urbana: no necesitamos ni una playera ni una mountain bike para andar por la ciudad. Podemos tomar de ejemplo a las bicis holandesas para darnos cuenta de qué es realmente una bicicleta de paseo que, con agregados confortables como el asiento o los sistemas de masas con cambios integrados, puede llegar a ser un vehículo adecuado a las necesidades de la calle. Y me convocaron porque, si bien ahora mucha gente se interesa por las bicis urbanas, no hay nadie que haga este tipo de trabajo en piezas antiguas. Yo soy el mecánico que arregla esas bicis, tengo todas las herramientas, y puedo ofrecer el servicio y los repuestos para hacerlas funcionar”. Oliver hace, según sus propios términos, “mecánica histórica de culto” buscando diferenciarse un poco de todo el auge actual de las bicis, porque, confiesa, lo pone nervioso. Lo lindo e interesante de sus creaciones es que cada bicicleta es un mundo aparte dentro de su propio mundo aparte que es la “Casa de la Vieja”, como denominan sus amigos el taller-casa donde Santiago se mueve a gusto.
www borningarage.blogspot.com.ar
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Mientras charlábamos con él, una mañana fría de julio en su patio, Santi recibió el llamado de alguien pidiendo su servicio “para ya” de modo bastante imperativo, esperando que le dijera el valor aproximado de cuanto le saldría el arreglo. Y ese trato impersonal con él no va. “Me piden presupuestos por mail o por teléfono, y yo no puedo; si no veo la bici, no puedo. Yo trabajo de esta manera: me llamás, te venís un día con tu bici y conseguimos algo que se adapte a lo que querés”. Su trabajo de investigación y desarrollo de diseño es particular a cada bici, y eso tiene un valor de mano de obra. “Primero necesito más o menos cuatro horas para desarmarla y fijarme qué es lo que le tengo que mandar a los distintos especialistas”. Luego, dependiendo lo que el cliente quiera y pueda gastar, Santiago terceriza las labores al equipo de gente con el que trabaja, que incluye a los cromadores, el cuadrista y el pintor. En el medio consigue las partes que le faltan, pidiéndolas afuera por correo o refaccionando lo que estaba en mal estado. Después, cuando ya se juntó con todas las partes de la bicicleta, viene el momento del armado: “Por ahí arranco a la mañana y ya a la tarde está lista, o quizá me lleva un par de días… yo trabajo de lo que me gusta, entonces no me jode quedarme más tiempo”.
Psicología de las dos ruedas Antes de tomar la decisión de tener su propio taller, Santiago trabajó tres años como bodypiercer en el estudio de tattoo de unos amigos, lo que influyó en su obsesión por el orden y limpieza de las piezas, herramientas y mesa de trabajo. Fueron sus propios amigos los primeros clientes que con el boca a boca comenzaron a tejer redes para que Born in Garage creciera. “En ese momento lo único que hacía era recibir. Recibir de todos los que me traían cosas que me pudieran servir y me di cuenta de que estaba siendo un avaro. A nivel energía, sentía que con lo que hacía no tiraba mi cable a tierra. Y ahí conocí La Fabri”. La Fabricicleta es un taller de reparaciones de bicis dentro de la Asamblea de Villa Urquiza, radicada en la ex pizzería Ideal. Es un espacio que surgió con la premisa de que la gente vaya y aprenda a arreglar su bici con el fin de socializar con otras personas con las mismas inquietudes y poder, de esta manera, enseñarles luego a aquellos nuevos que se acerquen. Además reciben contribuciones de material bicicletero para cooperar con la causa. “Yo me encontraba con repuestos que servían, pero que no podía utilizar en las
“A nivel energía, sentía que con lo que hacía no tiraba mi cable a tierra. Y ahí conocí La Fabri.”
bicis de clientes, así que empecé a llevarlos como material de reciclaje a La Fabricicleta”. En La Fabri, Santiago empezó a dar talleres de pura casualidad. “Un día le dije a un pibe: ‘¿Pero cómo vas a llevar una rueda a arreglar a la bicicletería? ¡Vení que yo te enseño!’. Coordinamos y cuando me quise dar cuenta, ya habían hecho un flyer y se juntó un lindo grupo de personas con la misma inquietud. Por ejemplo, otro día hicimos un taller de ‘bipsicología’ para tratar sobre los traumas que tienen las bicis… Siempre se te sale la chaveta izquierda y, bueno, ¿por qué será?”.
Cambiando el ritmo Aquellos referentes que aparecieron a lo largo de la vida de Santiago lo marcaron en la técnica, pero, por sobre todas las cosas, lo formaron en el compromiso que se debe tener a la hora de ofrecer un servicio como el suyo. “En La Fabri me preguntan por qué no cobro por los talleres que doy. ¿Pero cómo en un rato que dura el cursito le enseñás a alguien a estar realmente comprometido con lo que hace? Lo que es éticamente correcto se aprende en el día a día. En la bicicletería aprenden mal, porque muchas veces los bicicleteros tienen los conceptos equivocados.
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Es muy difícil que le enseñes a alguien, que te entienda realmente y vos le firmes un papel que diga ‘ahora sos mecánico’. Hay otra parte fundamental que es la ética, el profesionalismo. En mis trabajos cobro un costo determinado por mano de obra del service, de la restauración y del desarrollo según la complejidad. Eso tiene un valor agregado, un poco mayor a sólo desarmar la bici y volver a armarla con criterio. Después el cliente elegirá cuánto quiere gastar y yo lo voy guiando para que quede un producto que nos de satisfacción a ambos, porque de alguna manera, la bici también es un poco mía, es mi creación. Y lo que más me gusta, además de armarla, es transmitirle a mi cliente cómo usarla, cómo volver a subirse para que pueda disfrutar al máximo de la ciudad arriba de la bici y se tome la vida con otro ritmo”.—