Por fin llegó el gran día. A la una de la tarde, Jesús estaba puntual en el altar. Cristina llegó unos minutos después. El pasillo del brazo de su padre fue para ella uno de los momentos más emotivos de la jornada, junto con el intercambio de anillos. Cumpliendo con la tradición, llevaba algo nuevo, el vestido de Rosa Clará (un auténtico flechazo para ella), y algo azul, los zapatos, unos stilettos con la suela del
mismo color. Su cuñada le prestó la mantilla que lucía prendida en el pelo, mientras que una sortija en clave de sol, un antiguo pasador de corbatas de su bisabuelo que su abuela le regaló engarzado en un anillo por su primera comunión, fue el elemento viejo. Tras convertirse en marido y mujer ante unos 135 invitados, llegó el momento del aperitivo y el banque-
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