BOCA DE SAPO Nº15

Page 5

| BOCADESAPO | RESEÑAS 3

Vacilante, el actor Alex –contratado para su primer papel en el cine– cuenta con obsesión nabokoviana los encuentros amorosos con la señora Gray. Uno de los problemas es que la excitante señora Gray no sólo tiene la edad de su madre sino que es la madre de su mejor amigo. Este hecho, escandaloso para los tiempos de la historia, es aún más sombrío y siniestro, ya que es narrado sin culpa, sin una sombra de remordimiento. Alex disfruta, a la manera nietzscheana, de lo que cuenta. La novela, entonces, no se centra en el carácter ético de la traición, sino que, acertadamente, propone un personaje narrador que se regodea en el lado idealista y evanescente del amor. Los vericuetos de la trama, las idas y vueltas de los personajes, los escarceos de la memoria, dependen menos de una estructura sólida que de las recurrentes y secuenciales espirales que arma la mente de Alex. Banville se vale del narrador en primera persona –que dispone y oculta los recuerdos– para organizar los episodios. Se podría decir que compone un rompecabezas sentimental y arbitrario siguiendo los caprichos de la memoria. Y al decir memoria, el lector debe pensar en el olvido como su exergo necesario. A pesar del bello azar que domina la mente de Alex la historia no se reduce a la mera evocación de los benéficos fantasmas del pasado. A la par que cuenta su versión del pretérito, narra una serie de escenas que tienen que ver con el presente. Mientras evoca su antiguo affaire –tan antiguo como la lejana y grácil luz de la casa del amor– cuenta la relación con su esposa, con el director de cine Toby Taggart, con la inefable y suicida actriz Dawn Devonport, con la temible y pícara Billie, con el curioso personaje real llamado Fedrigo Sorrán. Astuto actor y curioso

especialista en los meandros del amor adolescente, vive la angustia por su hija Cass muerta en Portovenere. La novela oscila, prudente, cautivadora y verosímil, entre el pasado, las conjeturas sobre el pasado, el presente y las interpretaciones del presente. De hecho, el sorpresivo giro que reordena el sentido de los hechos hacia el final de la novela, no podría haber ocurrido si Banvilleno hubiese usado el recurso del narrador dubitativo o vacilante. El propio Alex confiesa al comienzo de la novela: “Madame memoria es una gran y sutil fingidora”. Ahora bien, el relato podría ser la narración trivial de escenas eróticas o pornográficas. Banville lo convierte en la narración detallada y obsesiva de un breve amor que fracasa. En Antigua luz importa menos la serie de certeros episodios que la forma brillante del recuerdo. Si bien es cierto que Banville se demora en repetir oportunamente –al modo de Alfred Hitchcock en El hombre que sabía demasiado– el hecho que va a demoler el amor, lo crucial es el método de narración, el escorzo narrativo, la mirada indirecta y reflexiva, el análisis que disfruta de las palabras, las evocaciones proustianas y sus usos. Hay cierta arrogancia en la prosa de Banville. Hay cierto dominio profesional, cierta corrección llevada al paroxismo. Pero el lector lo agradece. La desmesura controlada de la prosa es una virtud. Es difícil ser discípulo de Nabokov. Y Banville lo es. Pero no es un mero epígono. Es un nabokoviano que va más allá de su maestro. Cuenta su historia con el placer inobjetable de los narradores que saben que detrás de una prosa brillante, sensorial y minuciosa, está la poesía: ese regusto por la lengua que logran los poetas desde su extraño y atribulado corazón. MIÉRCOLES, 12 DE DICIEMBRE DE 2012

“Desenmascarar la conciencia”, por Anna Rossell El eterno pequeñoburgués. Novela edificante en tres partes, de Ödön von Horváth. Trad. de Isabel García Adanes. Barcelona, Marbot Ediciones, 2012, 218 págs.

U

n acierto la publicación de esta novela de Ödön von Horváth (Fiume –hoy Rijeka–, 1901/París, 1938), autor austrohúngaro de expresión alemana. Sobre todo porque es la pieza que le faltaba al lector para disponer al completo de lo que nació como una trilogía, de la que El eterno pequeñoburgués, que vio la luz en 1930, es el primer volumen –el sello Espasa había publicado en 2001 y 2002 los otros dos: Juventud sin Dios y Un hijo de nuestro tiempo-. Horváth, que se dio a conocer en los años veinte del siglo pasado como prolífico dramaturgo, dejó sólo cuatro novelas, escritas en los últimos años de su vida, y nos legó con ellas en clave de ficción un documento

del ascenso del nacionalsocialismo al poder. Horváth nunca se afilió a ningún partido político, pero simpatizaba con la izquierda y supo reconocer como pocos los síntomas sociales que propiciaron el caldo de cultivo en el que iba fraguando el nazismo. Él, que había cursado en Munich estudios en psicología, literatura, teatro y arte, supo captar la psicología de la desclasada clase media emergente, que con su actitud haría posible el proyecto de Hitler. La obra de Horváth, en su conjunto, es una afilada crítica político-social de su tiempo a través de un amplísimo abanico de representantes de la pequeña burguesía. Sus personajes son individuos alienados, casi


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.