Cuadernos Semanasanteros- José María Hurtado Ríos

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Tal vez, tal vez… Es que ni siquiera hemos querido imponernos un único modo de dormir los tambores a las cero horas del Lunes de Mona. Ni siquiera. Cada cual se ha callado a su aire. Y, sin embargo… Yo propugno la unicronía, la unifonía en los toques. Luce mucho más. Uno de los momentos más emocionantes de mi vida tamborilera fue tocando “todos” La Magdalena por las estrechas calles del Bairro do Castelo de Lisboa (Portugal) cuando acompañamos Ao Senhor dos Passos (Pregón 1991). Este hecho se repitió en el Lunes Santo de 2000 en Manises (Valencia) con la mayoría de los tamborileros, críos de las Escuelas de Tobarra. Cuando en las Jornadas Nacionales oyes (que no ves) desfilar a Híjar o Alcañiz, te das cuenta de que su tamborear no tiene nada que ver con el de Hellín, Moratalla, Mula ni con el nuestro. Pero, sinceramente, siento un tremendo desasosiego y una furibunda y reconocida envidia. ¡Ay, esa Palillera! ¡Ay, aquella Correata! ¿Autodisciplina? ¿Anarquía? Tobarra y yo somos así, Mío Cid. REGLA DEL NAZARENO El nazareno de las filas aprende unas normas consuetudinarias que nadie impone, pero que todos respetan. La regla nazarena obliga/invita a estos a ir uno detrás de otro, en dos filas, a ambos lados de la calle, pegadicos a las aceras. Ocupan lo que ocupan, pues no hay unos metros predeterminados de calle para cada Hermandad. Un nazareno se separa de otro, normalmente, un metro y medio por delante y otro metro y medio por detrás. Y así, desde el estandarte hasta la presidencia de la Hermandad, normalmente, hasta ocho o diez metros detrás del anda. Esa es la regla de consueto. Como lo es que vayan en silencio, que no crucen las filas, que no hablen, que no tiren caramelos… 51


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