JM Times

Page 21

desde que mandé comprarlos. En éste momento me doy cuenta de que estos libros, simbolizan lo fácil y asequible que tuve mi felicidad y la de los que me rodeaban, pero la cambié por mi cegadora ambición. (Fran Hernández, 4º ESO A)

* No puede ser. No encuentro el maldito folio. Es increíble cómo se puede echar a perder el trabajo de meses en un simple momento- decía el Eberhard muy malhumorado. Había pasado cerca de cuatro meses trabajando día y noche en un proyecto muy importante, quizás algo de lo más significativo que había hecho nunca. Eberhard era un científico de poca monta, al que encargaban pequeños trabajos de investigación. Pero este significaba algo más, pues lo estaba haciendo por separado, sin que se le fuera ordenado, tal vez por simple aburrimiento, tal vez por amor a su trabajo, eso es algo que ni tu ni yo sabremos nunca. Su sitio habitual de trabajo era un pequeño despacho situado en la parte más alta de una vieja y destartalada casa en el norte de Hanover. Era una casa fría, que luchaba contra sí misma para no caer, tal vez por eso era para prefecta para este señor que ya había cumplido más de los 65 años y poseía similares características. El despacho no estaba en desacorde. Era pequeño, frío y en él una simple lámpara que brillaba por costumbre lo alumbraba. Podías encontrar cualquier cosa que en otro despacho harías. Tenía estanterías llenas de libros, algunos de ellos nunca leídos y un par de mesas de despacho, una recubierta de una espesa capa de polvo que llevaba años sin usar y otra en la que él yacía a alta horas de la noche buscando un folio. Justo fue en ese momento, cuando descubrió que lo que llevaba horas buscando y meses investigando estaba justo debajo de un pisapapeles con forma de bola, que compró hace más de 20 años en Hamburgo. Fue entonces cuando paso por alto el folio, cogió la bola de cristal, miró su reflejo y dijo: -¿Dónde has estado todo éste tiempo? (Anselmo López, 4º ESO A) 21

Corría el año 1923, y yo estaba en Noruega, era pleno Diciembre y en la calle no se escuchaba ni un susurro, ni siquiera el crujir de las ramas de los árboles secos, tras el duro otoño. Yo últimamente había estado frecuentando un bar muy escondido, al que acudía poca gente, en la ciudad de Oslo. Siempre que iba allí a tomar un trago de whisky, para entrar en calor y olvidar un poco mi dura vida de bibliotecario. Siempre en ese bar había un hombre, de tez pálida, barbudo y con unas vestimentas un tanto macabras, que le tapaba casi en su totalidad. Un día tras otro él seguía acudiendo allí, al igual que yo. Un día tuve el valor de entablar conversación con él, era un hombre de pocas palabras y lo único relevante que pude sacarle fue que le gustaba practicar rituales esotéricos, yo como bibliotecario, había leído cientos de libros de muchos géneros diferentes, pero nunca nada sobre magia negra ni brujería ni nada por el estilo. Pero el día después de la conversación con el hombre del bar, fui otra vez al bar informarme sobre al tema, al ver que no estaba allí una increíble sensación de curiosidad invadió mi cuerpo. Fui directamente a la biblioteca a altas horas de la noche, no importaba ya que vivía solo y nadie me iba a echar en falta. Abrí un libro que encontré, llamado “Brujería y esoterismo II”. Abrí el índice y lo que más me llamo la atención fue el apartado de “Predicción del futuro”. El libro decía que el mejor método para adivinar el futuro era haciendo un ritual con una bola de cristal. Siempre se habían escuchado historias sobre las brujas y sus bolas de cristal, pero yo lo tomaba a broma. Lo que me llevo a ir a la tiendo de esoterismo y me hizo reflexionar fue la imagen de aquel hombre del bar, que tenía en mente desde hacía días. Llegué a la tienda y el dependiente que me atendió me dijo que sí disponía de tal objeto, pero que tuviera cuidado ya que su uso podía conducir a la locura. Yo lo tomé a la ligera, y esa misma noche, con mi libro de brujería en mano, empecé a recitar las palabras que según el libro darían inicio al ritual. El primer día que lo intente no ocurrió nada, seguí probando día tras día, los días se convertían en meses, y los meses en años. Mi vida estaba girando en torno al intento de saber que iba a suceder en mi futuro, incluso dejé de trabajar. Realmente me estaba volviendo loco, al final


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.