Número 49 de la revista Taurodelta

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Javier Abella

Su página web se inicia con una cita de Marcel Proust en la que puede leerse: “El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos”. Estarán con nosotros que la elección de la cita desvela mucho sobre el personaje con el que a continuación nos vamos a encontrar. Francamente, Javier Abella es un invitado de difícil engranaje en esta sección; sí, difícil mas no imposible. Suya es la imagen que ilustrará esta temporada las entradas con las que accederemos a Las Ventas. Texto: Laura Tenorio Fotos cedidas por Javier Abella

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u fotografía fusiona imagen y arquitectura con una intensidad donde el negro es protagonista. Negro, negro toro, que diría aquél. Pero no, en su obra no asoma burel alguno. Solo fachadas, que no trapío. Solo ángulos, planos, cielos y perfiles – skyland, que pronuncian los más cosmopolitas entre los que no solemos habitar los taurinos. También en sus negativos –que son siempre positivos- vemos gente, gente que contempla la monumentalidad inacabada de una catedral –la Sagrada Familia-, gente como la que ocupa los tendidos de otras catedrales de piso redondo y cielo a la intemperie. Aunque él: Javier Abella, fotógrafo profesional con gran predicamento entre los de su gremio, jamás ha dirigido su objetivo al interior de una plaza de toros. De momento. Pregunta | Una vez debutado en los medios (por su acercamiento a los toros en estos últimos tiempos), ¿cómo enfocaría desde su cámara a los protagonistas de la Fiesta? Respuesta | Con la curiosidad de un nuevo reto. Sería curioso realizar una serie de retratos en negativo. Cuando hago ese tipo de trabajo, me gusta jugar con distintos colores en el sujeto fotografiado, que me dé pie a buscar una composición más artística quitándole importancia a las caras. La policromía de los trajes de luces es para ello estupenda. Las caras no resultan muy agraciadas en el arte del negativo, pero que se lo digan a Picasso con sus retratos. Al observar su obra, Otras realidades, es fácil concluir que para usted traducir en curvas lo que a la vista de un observador de a pie es pura geometría es casi inevitable. ¿Cómo lo hace? Carl Jung decía: “Todo depende de cómo ve-

mos las cosas y no de cómo son en realidad”. El negativo reafirma esa frase, ya que mis “Otras realidades” no alteran la realidad. La muestran de otro modo realzando aspectos más imperceptibles. Posiblemente un daltónico vea Las Ventas de un modo parecido al que yo muestro. ¿Qué forma geométrica ve, entiende, observa en el toreo? ¿Por qué? Juan Barjola y Picasso plasmaron magistralmente la geometría en el Toreo. Incluso el gran Francis Bacon parece como que estuviera pintando el toreo en redondo del propio Morante, en sus pinturas en movimiento. Cuando un pintor se enfrenta a un lienzo, suele hacer una geometría para una correcta composición. Como fotógrafo busco en las composiciones el equilibrio, y la geometría siempre ayuda a encontrarlo. Ramón Masats y Anya Bàrtels, más recientemente, dan una lección con sus

fotografías taurinas. Cualquier lance del torero ante el toro es un devenir de líneas y curvas trazadas, compuestas estratégicamente para captar la atención del toro. Como fotógrafo el arte estaría en saber plasmar ese baile. En un catálogo de una de sus exposiciones (sobre la Flor del Ceibo) decía que “las heridas de lo real se hacen luces al invertirlas”. ¿Cómo fotografiaría una taleguilla desgarrada, un muslo herido? ¿Sería capaz de invertir también el dolor que tales imágenes generan? Supongo que trataría de buscar composiciones abstractas que al aparecer como luces y sombras invertidas nos hicieran olvidar el dolor del desgarro producido. Nunca me he visto en ese lance. De cualquier modo, no todo vale en negativo y me cuesta imaginarme ese ejemplo a no ser de un modo abstracto. El embroque –momento en el que el toro entra en la jurisdicción del torero, se reúnen ambos en el mismo espacio– entre toro y torero, digo que a veces en ese embroque se crean tensiones imposibles, al tiempo que la faena va narrando su discurso, tanda a tanda. Entre cámara e imagen, ¿cómo se produce ese embroque, es espontáneo, o es buscado y provocado como la embestida del burel? Con la fotografía se dan todas esas situaciones, la espontaneidad suele darnos las grandes fotografías de la historia: El beso, de Doisneau; Los milicianos, de Cappa; El cura portero, de Masats son embroques instantáneos. En mi obra hay muchos edificios estáticos, mi búsqueda es habitualmente en función de la luz. Repito escenarios con el fin de conseguir una composición más precisa según el momento del día, pero por supuesto siempre está presente la espontaneidad de la vida cotidiana. ¿Qué tiene el negro –capa por excelencia del toro–, y qué tiene el grana –color de la muleta–, que tanto juego le dan en su “faenas”? –ver su sthendaliana serie Le rouge et le noir. Cuando me encuentro con la flor del Ceibo por primera vez descubro que, según como la coloque, podía dar lugar a diversos personajes. Homenajear a “Le rouge et le noir” era una buena idea. El rojo intenso de la flor me recordaba a los rojos renacentistas. Un rojo pasión que resaltaba aún más por la gran carga

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