Extremadura. La tierra en la que nacían los dioses por Miguel Muñoz de San Pedro.Conde de Canilleros

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M estas, V egas, M artiladrán , A zab al, Pedro Muñoz y R ib e ra de O veja. E n todos ellos se encuentran las casu cas, que v ista s desde arriba p a re ­ cen colm enas de corcho; la poca tierra de pobre cultivo y los hom bres y m ujeres pequeños, hablan do cerrado dialecto, como ra za a p arte, con una conform idad fa ta lista , m ás propensos a pedir lim osna en las zonas colindantes que a tr a b a ja r en la propia, de la que, sin em bargo, no se derraigan nunca. G abriel y G alán nos dejó en estos versos la visión de una hurdan a m endiga: Como b ajan de las sierras tenebrosas las fam élicas h am brien tas alim añas, por la cuesta del Serrucho v a bajan do la paupérrim a ju rd a n a ... Viene sola, como flaca lob a joven por el látigo del ham bre flagelada... E s la im agen del serrucho solitario de m isérrim os lentiscos y pizarras; es el símbolo del barro em pedernido de los álveos de las fuentes agotadas.

Viejo y típico puente de L a s Hurdes

las hondonadas p a lp ita la an gu stia de considerarse sum ergido en los ám bitos de un astro m uerto. A teniéndose a conceptos norm ales, no se puede decir que aquí h aya pueblos, salvo alguna excepción. T odo se reduce a alquerías, agru p ad as adm in istrativam en te en concejos, en las que las pequeñas ca sas cons­ tru idas con p iedra p izarrosa form an calles peculiarísim as. E ste todo — hoy vencido y m odificado en m ucho— tiene y ten drá siem pre una arrolladora fuerza de originalidad; de agu afuerte obsesivo y av asallad or. ¡Qué asom bro produce el com probar que a la alquería de R iom alo, sum ida en hondonada inverosím il, no llega el sol de noviem bre a febrero! ¿Qué hom bres h abitaron ja m á s lugares como las alquerías de Abellanar, F ra g o sa y G aseo, a las que es preciso subir a pie, trepando con riesgo por los cortes de las e scarp ad as altu ras en que asientan? E ste p a isaje inédito lo delim itan, a N orte y Sur, L a s B a tu e cas, de la provincia de S alam an ca, y la tierra de la com unidad de G ran adilla; a E ste y Oeste, la s frondosidades de H ervás y Sierra de G ata. Sobre las ininterrum pidas y resq u e b rajad as agrupaciones m ontañ osas, en las que no faltan puentes de en can tadora ru sticid ad , se salpican los ocho m uni­ cipios o concejos — Cam inom orisco, C asar de Palom ero, C asares de las H urdes, L ad rillar, M archagaz, N uñom oral, L a P esga y P inofranqu eado— y alquerías como las de R iom alo — de A rriba y A b a jo — , Cabrero, L a s

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E ste cuadro no existe hoy. N i h ay ta l m iseria, ni tienen los hurdanos que alejarse p ara m endigar, porque la lim osna se la traen aquí. Se han a b i e r t o c a r r e te r a s y c a m in o s , q u e h a c e n posible el trán sito ; h ay dispensarios y a sisten ­ cia m éd ica ; la en fer­ m edad y el ham bre no son a z o te s in co n te n i­ bles; a la labor de la Iglesia y el E sta d o se su m a la ca ritativ a fu n ­ d a c ió n d e n o m in a d a Cotolengo. L a geogra­ fía, bella en su desn u­ d e z , ta m p o c o s ig u e in ta c ta , p o rq u e la re­ población fo restal em ­ pieza a crear zonas de pinares. L a I g le s ia fu e la prim era en ir a rem e­ d ia r el a b a n d o n o , lo que testifica el a rru i­ n a d o c o n v e n to fra n ­ ciscano de los Á ngeles, que da nom bre a un río U n poblado hurdano (M artiladrán)


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