Estudios de historia de Cáceres (1) por Antonio Floriano Cumbreño

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m itad del sig lo X I co n o cía n esta parte de la C uenca del T a­

gráfica de «R eino de Extrem adura», com prensiva, p oco más

jo, y con el cual es designada en crón icas y docum entos, es

o m enos, de lo que h o y son las p rovincias de C áceres y Ba­

el de Transierra. Este in d ica ya una localización precisa, g e o ­

dajoz,- sin que ello refleje n in gu n a clase de uniform idad g eo ­

gráfica e históricam ente determ inada, ya que con tal d icta­

gráfica n i histórica, pues el T ajo nada tien e que ver con el

d o trátase de significar, o b v io es decirlo, el territorio que es­

Guadiana. C áceres es una tierra de dehesas y de pastores, Ba­

tá «del otro lado, de la otra parte, más allá o allen d e la sie­

dajoz de agricultores y de moriscos,- la cultura de Cáceres

rra». H ay que aclarar que en un p rin cip io este nom bre no

arraiga en lo septentrional, leonés, la de Badajoz en lo m e­

se aplicó a la totalidad de la C uenca, sino solam ente a la

ridional y es típicam ente andaluza,- las posibilidades de C á­

zona com prendida entre las cordilleras del Sistem a Central

ceres no son, desgraciadam ente, las mismas de Badajoz, y,

y el Tajo, pues éste form aba en los siglos X I y X II la fronte­

por últim o, históricam ente h ablando, el T ajo fué el ápice de

ra superior de la M arca, que se ex ten d ía desde él a la d iv i­

la conquista leonesa,- m ientras que el G uadiana representa

soria del Guadiana, pero a partir d el X II ya se co n o cía com o Transierra a la totalidad d el territorio.

el in icio del av an ce castellano. Esta es una realidad qu e a m uchos cuesta trab ajo reco n o ­

El dictado de Transierra aparece por primera vez en tiem ­

cer, y que otros tratan de desviar de su verdadero significado,

pos de A lfonso V I, y, tenuem ente, em pezó a confundirse

para derivar de ella rivalidades entre las dos provincias,- lo

c o n el de Extrem adura en la centuria siguien te (Cbronica Ade-

cual es una estupidez, que solam ente puede albergarse en

pbonsi Jmperatoris); pero fué solam ente a partir del segundo

m entes estrechas, de lim itados horizontes e incapaces de

tercio del sig lo X III, concretam ente en los tiem pos de A lfo n ­

com prender toda clase de convivencias,- pues h o y Cáceres y

so X , y más precisam ente aun en lo s d ocu m entos de la Mes-

Badajoz, sin ser herm anas, com o tópicam ente se dice con e x ­

ta, cuand o el nom bre de Extrem adura empieza a predom i­

ceso, y pese a su diversidad, tien en intereses com unes, y tie ­

nar, com o aplicad o a toda la C u en ca media del Tajo,- pues

nen, sobre todo, un hogar espiritual com ún: Guadalupe, que

para los pastores que trashum aban desde el N orte (tierras de

las une b a jo el sign o im perecedero de lo providencial.

Zamora y de León) a las com arcas lim ítrofes (Sur de Salam an­ ca y después Transierra) en busca de los pastos de in v ier­

El asalto a la com arca

no, «ir a la Extrem adura» se co n v irtió en lo cu ció n sinónim a de «trashumar» fueran las que fuesen las regiones m eridio­ nales hacia las que se d irigían c o n sus ganados.

rada en la Transierra, com o o b je tiv o de conquista y estabili­

A partir de en ton ces pues, el nom bre Extrem adura va

zación. Su pensam iento era certero: la ex p an sió n occid ental

desplazando progresivam ente a la verdadera denom in ación

im ponía la con qu ista de la lín ea del T ajo y el traslado a élla

histórica, que term inó por ser olvidada en el siglo X IV . En

del cen tro p o lítico de la M onarquía, p ró log o in elu d ible pa­

el X V ya tom a carta de naturaleza la exp resió n político-geo-*

ra el av ance h acia el Sur. Para ello n o bastaba co n apoderar­

A lfonso V I es el prim er m onarca cristiano que fija su m i­


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