Cartilla vf

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Alexandra Londoño, Pasante Bibliotecas Públicas 2017, gretals@gmail.com En colaboración con Merly Lora, Juan Avilez y Bartolomé de la Espriella. Fragmento crónica de la experiencia de pasantía en bibliotecas públicas. Disponible en: http://bibliotecanacional.gov.co/es-co/actividades/noticias/enla-rnbp/contar-y-cantar-historias-de-rabolargo-y-su-biblioteca

RABOLARGO HUELE A VERDE, huele a cosecha de maíz, huele a tierra húmeda. Los primeros en cantar aquí en Rabolargo son los gallos, al rato rugen las motos y con el aclarar del día el canto de los pájaros pasa de los árboles al cielo. A los pocos días de estar aquí, tuve una impresión que cada día se reafirma: “Rabolargo tiene mucho por contar y por cantar” y algunas veces estos verbos resultan siendo sinónimos.

De por qué este pueblo se llama Rabolargo Hay aquí tantos relatos, que para contar la historia de su nombre no me bastaría con uno. Hace unos años esta misma tierra llevaba el nombre de San José de los Campanos. Los primeros habitantes nos contarían la historia de un árbol de campano en el que apareció la imagen de San José, a quien tomaron como patrono desde entonces. En aquellos tiempos convergían allí diferentes rutas desde las cuales podías tomar camino hacia San Pelayo, Chimá, Ciénaga de oro, entre otros. Por ello, fue paso recurrente de muchos vaqueros que en aquel entonces viajaban largas distancias de a pie guiando el ganado incluso hasta Medellín y los Santanderes. Sus condiciones materiales eran otras, no existían las jaulas ni los camiones, pero sí estaba aquella larga vía principal sobre la cual se desarrolló el pueblo.

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