LA HERIDA DEL HOMBRE CLAUDIO ALBARRÁN BRISO
LA HERIDA DEL HOMBRE CLAUDIO ALBARRÁN BRISO
A Vicente
(...) No me quejaré. He recibido la vida como una herida y he prohibido al suicidio que cure la cicatriz. Quiero que el Creador contemple, en cada hora de su eternidad, la grieta abierta. Es el castigo que le inflijo. Lautréamont
+ Entre potreros, José de 12 años, mi ahora padre, ebrio ya, cruzaba la noche entre los espíritus apáticos de los árboles de huesos filosos, de cuencas de ojos vacías, ásperos al tacto, de gruesos falos que caen a la manera de un mazo mórbido, pútrido y carcomido. Con los jugos del estómago a punto de hervir y el frío fisurando hasta la médula, José se encuentra con la bestia; el diablo, quien penetra en el interior del infante dejando escurrir una baba putrefacta que baja desde la primera vértebra hasta el coxis, invadiendo desde el sacro hasta el pene, depositando ahí la peste, el cáncer. ++ Mi padre José, con 54 años, entró a pabellón un caluroso día de septiembre de 2012; calor irregularmente viscoso para comienzos de la época estival. Diagnóstico; cáncer al pene. Procedimiento; penectomía parcial con uretroplastía. +++ Se accede al árbol a través de la colocación de la cuerda de ascenso, rodeando el tronco para que el leñador se instale en la parte superior de este. Una vez ejecutado el amarre de torniquete, se dibuja una línea horizontal alrededor del pene, bajo la masa tumoral para dar paso a cortar de forma circular el prepucio. Posteriormente, el leñador ya instalado en la parte superior del árbol, equilibrando ambos pies en el tronco, procede a seccionar el miembro. Apoyado con todo su peso en el mango de la motosierra, incrusta fuertemente la herramienta en la esponjosidad de los cuerpos cavernosos, los que finalmente caen a la mesa junto a los instrumentos quirúrgicos tras ser cercenados. Desde el muñón mutilado brota una secreción pegajosa y brillante, de color miel. El cirujano baja su mascarilla y, aún con sus guantes puestos, recoge un poco del amargo elixir que se lleva a los labios, saboreando un gusto metalizado; un fuerte sabor a hierro.
++++ Soy la bestia que corroe los putrefactos órganos de mis progenitores. Me alimento y nutro de sus carnes infectadas y muertas, las dejo en mi boca, las mastico hasta absorver y savorear sus verguenzas, y las hago mías. Soy el demonio que escupió su saliva podrida en los genitales de mi padre, incluso antes de nacer; yo, él o los anteriores a él. Soy hijo, padre y bestia castradora, castrada. He revivido centenares de veces para autocastrarme una y otra vez, por los siglos de los siglos.
LA HERIDA DEL HOMBRE CLAUDIO ALBARRÁN BRISO Fotografías, edición y diseño: ©Claudio Albarrán Briso Textos: Analuisa Medina Cerda Santiago de Chile, 2021