Otoño ruso

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Entonces Kolia dice: -Es una extraordinaria coincidencia. También yo cumpleaños. Las chicas se alegran y se vuelven y le dan dos besos y le tiran de las orejas. -Pues toma –dice Julia, y se saca del barbour un paquete. A los tres les parece ridícula la posición en la que están pero ninguno quiere modificarla- Es el regalo de Laurita. -Joder, un áifon –dice Esther. -No es un áifon. Es un LC con televisión digital terrestre. Bueno, sólo le regalamos el primer mes del contrato. Pero ella ya tiene un áifon, así que quédatelo tú. La necesidad de ver el objeto deshace el gnomon apiñado que formaban. -Vámonos a mi casa a celebrarlo –dice Esther. -Yo voy a comprar la merienda –dice Julia. -No, tú mejor compra el alcohol y yo pongo la coca-cola. -Yo tengo una botella de vodka –dice Kolia. Los tres amigos bajan por la carretera mientras oscurece. Cuando llegan a casa de Kolia, oyen un ladrido. Detrás del corral está Canelo, el podenco de Bernardo. El animal gime y menea el rabo, y olisquea las hierbas que nacen al pie de la tapia. Julia todavía no sabe que ese perro es suyo. La última vez que Julia estuvo en Alfambra Canelo no había nacido.

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