Otoño ruso

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Góngora y Argote, que el lunes llevan examen. Ya han pasado un buen rato con el lascivo esposo vigilante y el doméstico es del Sol nuncio canoro. -Esto lo entenderá su puta madre –dice Esther. -¡Petyx! –dice Kolia. -Pero tú que dices. Espera, que es mi padre. Esther abre la puerta y un señor enjuto aparece y traza líneas curvas con la cabeza mientras habla. -Mira a ver, Esther, que ha venido una amiguica tuya. Esther se asoma por la ventana del palomar. Es Julia, que vuelve desde la puerta al jeep de Bernardo y se asoma luego a la ventanilla para darle un beso. -¿Y esta tía de qué va? –le pregunta Esther a Kolia. -Va aquí, ¿no? –contesta Kolia, ya más lanzado con el castellano. Antes de que suba las escaleras Esther se vuelve a Kolia, le coge por los brazos y lo mira a los ojos. -Y ni una jodida palabra en inglés, ¿me has oído? ¡Es que si no no vas a aprender nunca…! –dice, y afloja un poco la presión sobre los brazos. -¿Helo? –dice Julia nada más ver el cuello de Kolia estirarse desde lo alto de la escalera. -Hola –contesta Kolia. Julia lleva un barbour azul, unos levis antiguos con la cintura que le llega hasta el ombligo, una sudadera rosa y unas zapatillas blancas. Va vestida de excursión campestre. Se ha recogido la melena rubia con un pañuelo bandana del mismo color que la sudadera. A Esther le recuerda un poco el retrato de su madre sentada a mujeriegas en la parte de atrás de la vespa de su padre, con gafas de sol. Julia no lleva puestas las gafas de sol porque está nublado.

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