dará la misma fuerza a todas, ni los sarmientos podrán desparramarse por el espacio libre. [Profundidad del hoyo] Quizá preguntes cómo de hondo es el hoyo. Yo me atrevería incluso a plantar cepas en un surco liviano; el árbol que es alto se hunde más en tierra, y el que más la encina, que se estira tanto al cielo con la copa como con la raíz a la región del Tártaro. Así no la arranca el invierno, las lluvias, las ráfagas de viento: inmóvil permanece, a muchos descendientes sobrevive, ve a muchas generaciones de hombres pasar mientras perdura, y extiende por doquier sus ramas vigorosas, y en el centro sostiene la sombra inabarcable. [Otros preceptos] Cuida que a poniente las viñas no te miren ni plantes avellanos por medio de las vides, ni escojas tampoco los vástagos más altos, o deja sin podar esquejes de la copa (pues tanto es el amor que tienen por la tierra), ni con romo podón los pámpanos lastimes ni plantes de acebuche troncos intercalados. Que a menudo a más de un pastor desprevenido se les escapa el fuego, que se mete primero escondido debajo de la untosa corteza y se propaga todo alrededor del tronco y la llama al saltar a las hojas más altas provoca un tremendo estallido en el cielo; desde allí continúa e invade las ramas y reina por las altas copas y el bosque todo envuelve con las flamas, y al cielo negra nube arroja engordada de espesa resina, sobre todo si se echa encima la tormenta, y el viento se revuelve, que aviva los incendios. Cuando esto sucede no se nutren las vides de la raíz ni pueden revivir si se podan, ni en esa misma tierra otras nuevas salir; se salva, con sus hojas de hiel, el acebuche.
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