BCN Week 090_Resaca

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CON K DE... KRATOCHVIL by Sergi Bellver troeuropeo le ha dado a la literatura universal. Gracias a un esclarecedor prólogo de Patricia Gonzalo de Jesús y a su traducción, En mitad de la noche un canto queda situada en ese merecido contexto, como novela retablo de un tiempo y de una realidad local (la amarga herencia de la Segunda Guerra Mundial, la dictadura del Telón de Acero, la primavera de Praga y la clandestinidad). Sin embargo, y más allá de la visión que el lector pueda recibir de aquel mosaico histórico, la escritura de Kratochvil dialoga con otras a priori alejadas: demuestra la misma destreza que Céline a la hora de construir una voz narrativa que sostenga toda la novela; se mueve entre la inventiva de lo real-maravilloso latinoamericano y la contundencia de autores como Hamsun; reelabora el mito homérico de Telémaco en busca del padre y, con ello, de algún rastro de su propia identidad. Kratochvil reflexiona sobre las consecuencias de un sistema totalitario (de cualquier signo) en la geografía mental de sus ciudadanos, que ya no son tales, sino enfermos a los que el único “médico” disponible receta una y otra vez el mismo suero contra la voz de la esperanza. Pero Kratochvil recuerda también que su canto, tras la larga noche, en mitad de todas las dificultades, de algún modo permanece intacto en el ser humano. En mitad de la noche un canto • Jiří Kratochvil • ● Impedimenta Foto: Martín Frasso

Pasando de puntillas por el hecho de que el autor de La metamorfosis creara en lengua alemana, el mejor linaje de la literatura checa moderna se escribe con K. De Kafka a Kundera y de éste a Kratochvil. Con permiso, claro está, de otros grandes como Bohumil Hrabal o Jaroslav Hašek (tal vez deba ponerme manos a la obra con otra teoría alfabética y considerar una nueva línea dinástica literaria para la H). Precisamente de novelas como Trenes rigurosamente vigilados (de su lirismo útil, de su alegoría contra la opresión) o El buen soldado Švejk (de su agridulce humor) y, por supuesto, de decenas de personajes kafkianos, le han venido a quien esto escribe ciertos ecos durante la lectura de En mitad de la noche un canto. Las sinapsis son a veces caprichosas, y de repente la memoria me ha traído también la figura de Jarmila Kratochvílová, aquella atleta checoslovaca (digo bien, eran otros tiempos) de porte casi viril que batió en 1983 el récord mundial, todavía vigente, de los 800 metros lisos femeninos. Kratochvílová se instaló en la élite del atletismo rondando ya la treintena, algo “tarde” para ese deporte. Espero sinceramente que a partir de ahora, no sé si con demora o no, pero justo a tiempo en todo caso, el escritor Jiří Kratochvil (que también empezó “tarde” a escribir en serio, algo a veces saludable si la vida ha dejado poso para las historias) se gane un hueco entre el público hispano como uno de los grandes autores que el pequeño país cen-

CONCIENCIA SUMERGIDA ESCRIBIR LA LLAMA YEVGUENI ZAMIATIN

INÉS MENDOZA

Por primera vez traducido en nuestro país, este relato de Zamiatin ofrece varias capas de lectura y distintas metáforas de situación: la crecida del gran río como amenaza general para marcar la atmósfera de un conflicto social, la llegada de la mujer joven como desafío a la esposa estéril y, entre ambas, una suerte de Abraham sin Yahvé que le conceda a tiempo un milagro para evitar el crimen. Al trazo expresionista (todo en este libro es como un clima que se instala piel adentro en sus personajes) y al hilvanado perfecto de la narración ayuda el pulso afilado de su prosa (así ha sabido cuidarla Marta Rebón, su traductora). Bajo la superficie de un texto que fluye y en el que cada escena se significa, La inundación nos descubre una escritura sutil en la orilla de los acontecimientos y al tiempo poderosa en el cauce general del sentido. El lector en castellano ha de contar a partir de ahora con Zamiatin como otro indispensable en esa prodigiosa nómina de grandes escritores rusos, porque la pátina de este cuadro cuenta una historia muy de San Petersburgo y de su tiempo, pero su lienzo es permeable y nos toca, nos inunda todavía hoy, anegando ese sombrío rincón nuestro que es la culpa.

Dejó dicho Rodrigo Fresán que el cuento, ese organismo impredecible, es el género del nómada. Como si llevaran el fuego dormido entre rescoldos en una urna de cuero, a punto siempre de incendiar el mundo, arden los relatos de este primer libro de la venezolana y madrileña Inés Mendoza. No es, sin embargo, un trabajo con sabor a debut ni la torpe fogata del principiante en el campamento: sus textos participan de una sabiduría arcana y transportan el mismo anhelo ancestral del hombre-artista al dejar su huella en cada nueva caverna. Ese fuego otro de la palabra como forma de búsqueda trascendente y de liquidación de la inercia en lo real palpita en muchos de los cuentos de Mendoza, los cuales, como dice Eloy Tizón en su bello prólogo, “invitan a soñar, a divagar, a mentir, a emprender cortos viajes imaginarios”. Las pavesas del mejor cuento latinoamericano (Cortázar y Felisberto Hernández), las cenizas de la tradición literaria occidental (de Chéjov a Carver) y la experiencia encendida del surrealismo prenden en la literatura de Inés Mendoza. Se fragua con ello una voz nueva, sí, pero se refleja también el intenso fulgor de algo eterno en la aventura humana: el deseo de despertar a una verdadera vida a través del arte.

La inundación • Yevgueni Zamiatin • Alfabia

El otro fuego • Inés Mendoza • Páginas de Espuma

Suecos/as

Cool Hunting Of brutal Honesty .5 by Iñigo Mielgo Salcedo & Martín Frasso (photo) Es fácil darse una vuelta por el Raval, dejarse caer por bares como El Pepino o el Manchester, o entrar en alguna discoteca, para darse cuenta de la presencia constante de suecos y suecas. Son distinguibles en un presente en que la identidad nacional pierde peso respecto a nuevos tipos de identificación, porque tienen una profunda identidad nacional. Vagamente podríamos asumir que, en la actualidad, la esfera identitaria de la que hablamos es una bandera que enarbolamos cuando la pertenencia a un determinado país nos otorga algo positivo, y que pisoteamos cuando los estereotipos sobre nuestro lugar de origen nos son perniciosos. Los suecos y suecas, representantes de una tendencia de turismo, viajeros/as empedernidos/as y habitantes habituales de nuestra ciudad, tienen algo en común: un sistema cuyas instituciones parece que han funcionado bien, y que ha fabricado, a ojos de los demás, unos/as ciudadanos/as integrados, sanos, cívicos e icónicos. Sin embargo esa esfera identitaria tan marcada, se podría tornar una cárcel de oro, en caso de que el sueco o la sueca de turno no encajasen en lo que se espera de él

o ella. Si analizamos las encuestas mundiales de valores, parece que los suecos/as son los que mejor se han adaptado a la postmodernidad, es decir, a la actualidad de transformación en el que nuestra vida cotidiana pone en duda todo el sistema. Lo que viene a expresar que en el ahora, cuando las identidades son flujos mutables, construidos individualmente, los suecos/as sacan más partido que el resto de su estatus nacional, y se pueden aprovechar doblemente de su condición nórdica. Primero porque años de buen funcionamiento han creado la imagen de un país modélico, segundo porque el producto de ese rendimiento, es decir ellos/ as mismos/as, tiene una gran capacidad de cuestionamiento del sistema y categorías e instituciones que les han criado. Como contrapartida, al asomarse a la locura barcelonesa, esta tendencia escandinava consigue reforzar su identidad colectiva, en lugar de enaltecer sus individualidades. Cuanto más tratan de mezclarse por Barna, más evidentes se tornan las diferencias.


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