| Diario del marionetista Pepe Otal, de Pep Gómez | Hem d’anar a l’Índia, de Joan Vinuesa Baliu | Xavi Cot & Cuc Sonat, de Xavi Cot
Años setenta, Londres, Centro Ibérico, Carnaby Street, Casal Català, Joaquín Sabina, The Slits, Ripped, The Police, The B-52’s, Jordi Valls, París, Ámsterdam,Venecia, Club Helena, Suck Electrònic Enciclopèdic,Oriol Tramvia, Perucho’s, Baf, La Propiedad Es un Robo, Fusioon, Secta Sònica, Sedo, Vuzz, películas de rock, Woodstock, viajes económicos, squatters, Super 8, fumada de marihuana, La Banda Trapera del Río, Peligro, Mortimer, Marxa, Basura, Ramoncín y WC?, Picarol, Els Masturbadors Mongòlics, Canet Rock, French Dogs, Rock and Roll Dämm, Popular 1, Disco Expres, STAR,Vibraciones, Ajoblanco, ODAF, Alfalfa, Saló Diana, JIM, Dalí, Jaume Cuadreny, PAD, Vagina Dentata Organ…
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[biblioteca secreta]
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Xavi Cot | Cuc Sonat
Títols de la col·lecció:
[biblioteca secreta]
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La [biblioteca secreta] rescata originals i reconstrueix moments culturals en la Barcelona dels anys setanta i començament dels vuitanta oblidats o marginats. Una aproximació als anys de més canvis de la segona meitat del segle XX.
Xavi Cot fotografiado por Flowers, 1977
Xavi Cot
| Cuc Sonat Xavi Cot estuvo viviendo entre el 74 y el 75 en Londres y luego residió allí en estancias temporales hasta el 79, en que le prohibieron la entrada. Así pudo vivir en primera persona y sin que nadie se lo contara de qué iba todo aquello y en el año 76 puso todo su empeño, con la imprescindible colaboración de los demás componentes de Cuc Sonat, en fraguar los cimientos y la infraestructura para poner en pie algo similar en la gris Barcelona. Posee la apariencia austera y frugal del corredor de fondo y parece no querer darse por enterado de que él –junto con algunos más que se le parecen– es el responsable y detonante de algunas de las cosas interesantes que han pasado en esta ciudad desde 1976. A él solo le gustan las primeras veces de todo, por lo rompedoras e impredecibles que son las cosas cuando las haces y la ilusión ante el reto. Fernando Muñiz (Barcelona on the rocks2 - Cara B Ediciones, 2014)
Dibujo de Guillem Cifré
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PRÓLOGO
En este libro explico mis actividades, en y alrededor, del Cuc Sonat, en las dos etapas en que funcionó ese nombre: del 1976 al 1979, con los preliminares que empezaron en el 74-75 en Londres, y del 2003 al 2009. Es una autobiografía de esos periodos en la que excluyo las relaciones personales, familiares, íntimas, a pesar de que a veces pueden ser importantes, y me confino básicamente en las actividades en las que actúo como organizador o formo parte de la organización de actividades. Lo que se explica ni es épico, ni espectacular, ni tiene glamour; simplemente es el desarrollo de la inquietud por hacer cosas por uno mismo, enfrentarse a los pequeños retos a los que uno puede tener acceso según sus posibilidades, y, sobre todo, no ser conformista, ni espectador o consumidor pasivo. En lo relativo al Cuc Sonat, me sabe mal no haber podido conectar y contrastar con otros miembros y que ellos hubiesen podido aportar sus recuerdos y opiniones. Los cuarenta años transcurridos no facilitan que esas conexiones sean fluidas, ni que siquiera existan, como el caso de fallecimientos o falta de contacto. También añadir que un libro tiene una extensión limitada y siempre faltan páginas para explicar o detallar más algunas cosas, como por ejemplo poner los artículos completos que 7
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salieron sobre los conciertos, que servirían para demostrar, en la mayoría de los casos, la desconexión que había entre los protagonistas y los críticos. En cualquier caso, agradecer a David Castillo y Marc Valls la oportunidad que me han dado de explicar mis andanzas y las del Cuc Sonat en esos periodos, sobre todo el de los setenta, en que se demuestra una vez más que éramos muchas las personas que, sin dinero, intentábamos hacer cosas a nuestro aire y, sobre todo, por convicción. A ver si se animan otros y otras a explicar sus experiencias. Xavi Cot, 2017
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1974-1979 PRIMERA ETAPA
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1974-1975 PRECEDENTES DEL CUC SONAT LONDRES - PARÍS
En 1974, con dieciocho años y bastante escéptico con las perspectivas que había en una Barcelona bajo la dictadura castrante, y con muchas ganas de vivir ese mundo del que se hablaba que había afuera, me fui a Londres. Allí sobreviví con trabajos ilegales, sin contrato, mal pagados, pero estuve bien y alucinaba con todo lo que veía, era un mundo muy diferente al de Barcelona. En septiembre y octubre hice una fugaz visita a Barcelona para convencerme de que lo mejor era volver a Londres. Vi la obra de teatro musical Jesucristo Superstar y en cine Oh! Calcutta!. Fui a los conciertos de Slade y Gary Glitter en el Hammersmith Odeon, The Ginger Baker Gurvitz Army en el Rainbow, Rare Bird y Greenslade en la Roundhouse, Grand Funk Railroad y Rick Wakeman en Wembley, Chuck Berry y Led Zeppelin en Earl’s Court, etc. En noviembre me apunté en la escuela International House a unas clases de inglés. En enero del 1975 pensé en ir a otro país viendo la facilidad aparente con que se viajaba desde Londres; apunté hacia Australia y Canadá, dos de los países a los que entonces desde allí se emigraba, ya que ofrecían muchas posibilidades de prosperar. No sé cómo, conecté con la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, una corporación que pertenecía a los Testigos de Jehová, aunque yo no lo 11
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sabía entonces, pues lo único que sabía era que mandaban gente a África e India, así que les escribí para apuntarme, pero me respondieron diciendo que no, que allí mandaban a sus «ministros», o sea, a los que ya estaban muy metidos en su rollo. En febrero me apunté a otra escuela de inglés unas horas a la semana. En abril del 75, por medio de la Embajada de España en Londres, se me conmina a presentarme en octubre al servicio militar. Miré por todos lados qué podía hacer para evitar la mili. Alguien me dijo que si me casaba en Gran Bretaña no la haría. Investigué y averigüé que había agencias que te buscaban a alguien para casarte y obtener la residencia británica, lo que solucionaba también la posibilidad de poder trabajar legalmente. Eran agencias bastante alegales, claro. Hablé con una, me dijeron que ni tan solo conocería a la que se casase conmigo, que todo estaba organizado para casarse y separarse inmediatamente, todo era una cuestión de papeles. No salía caro. Por otro lado, me pasaron un contacto en el Consulado Español, fui allí a hablar con ese tío y me encontré con un «patriota» que me insistía en hacer la mili, pero en un momento que abandonó su despacho pude mirar con rapidez en el libro de inutilidades para hacer el servicio militar que tenía encima de su mesa, el apartado de los oídos, y vi que lo que yo tenía —y tengo—, mastoiditis crónica, era un motivo de posible exención. Cuando volvió el tipo le dije que no se preocupara, porque iría a hacer la mili, pero yo ya tenía claro que me arriesgaría alegando lo del oído. El mismo mes la Embajada de los Estados Unidos rechazó darme un visado por tercera y definitiva vez para pasar dos meses en el país. Tenía el dinero para el vuelo de oferta de ida y vuelta en dos meses, averigüé que podías sacarte un pase muy barato para coger todos los autobuses interurbanos Grey12
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hound Lines que quisieses durante dos meses, pensé en dormir en el autobús mientras viajaba de noche, y, calculando el tiempo que tardaban en ir de una ciudad a otra, en dos meses me daba tiempo a dar toda la vuelta al país estando un día en cada una de las principales ciudades, o sea en sesenta. Otro plan abortado.
Carta de la Embajada de EE.UU. en Londres denegando por tercera y definitiva vez el visado.
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En mayo del 75 vino a Londres mi hermano Juan Francisco, que había estado trabajando con Gay & Company. Enseguida pensamos en organizar actividades para los jóvenes españoles que había allí o los que llegaban como habíamos hecho nosotros. Crear una organización que ayudara informando sobre trabajos, viviendas, cuestiones legales, organizando fiestas, etc., un poco lo que nosotros echábamos en falta. Metimos las narices en el grupo español del Guru Maharaj Ji en Londres. Luego yo, por mi parte, estuve viviendo dos días en la mansión Bhaktivedanta Manor, a las afueras de Londres, que George Harrison regaló a los Hare Krishna. Recuerdo que nos levantábamos a las cuatro y media de la mañana e íbamos a una sala con el techo acristalado donde había el altar con las figuritas de los dioses y cantidad de flores de todos colores que cada día
Guru Maharaj Ji.
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cambiaban de sitio, al igual que los vestidos de las figuritas, algo muy barroco y colorista. Me dieron una especie de rosario con bolitas que ibas contando mientras recitabas en voz baja el mantra «Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare», y así durante tres horas, mientras salía el sol, que penetraba por las claraboyas al tiempo que alguien me colgaba del cuello unos collares hechos de claveles recién cortados del jardín. Después desayunábamos leche recién ordeñada de las vacas que tenían allí y comida macrobiótica. No me convencieron ni unos ni los otros. También conectamos con gente politizada como la Comissió Democràtica Catalana a Anglaterra, que llevaba un tal Vilanova y que reunía a gente de diferentes ideologías. Recuerdo una reunión a la que nos invitaron, a la que asistía gente buscada por la policía española, y que empezaron a sos16
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pechar de nosotros porque no veían claro nuestros intereses, ya que no eran los políticos. Llegaron a pensar que trabajábamos para la policía española, y suerte de la intervención de Vilanova, la cual hizo que la cosa no acabara mal. Como cuando conectamos con Miquel García, anarquista reputado que había estado muchos años en las cárceles franquistas, pero no nos entendimos; él solo hablaba de ir a manifestaciones delante de la Embajada Española, etc., y a nosotros nos interesaban otras cosas. Decidimos ponernos el nombre de Patufet como entidad organizadora. La primera actividad que montamos mi hermano y yo fue una fiesta con música española. Alguien nos habló de que había un español que tocaba la guitarra y cantaba en un restaurante mexicano para parejas. Fuimos allí y hablamos con él; era Joaquín Sabina, en aquella época un desconocido, que por algún motivo estaba con papeles de asilo político. 17
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Enseguida nos dijo que se apuntaba y que cantaría en la fiesta. Hicimos unas octavillas con una «vietnamita» a ciclostil, en las que también anunciábamos que haríamos un grupo para ir al Festival de Rock de Reading, que duraba tres días.
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Luego alquilamos el Conway Hall, una sala con escenario. Después hablamos con varias discotecas móviles, en Londres había muchas, y te montaban todo el equipo de sonido con el tocadiscos, etc. El día de la fiesta, el 21 de agosto del 75, tuvimos un problema: por falta de coordinación, mi hermano quedó con una discoteca móvil y yo con otra, de modo que el día de la fiesta-concierto se presentaron las dos y se montó el follón. Decidimos que harían el trabajo los que habían quedado con mi hermano. Los que habían quedado conmigo querían cobrar igualmente y, después de una bronca dura, quedamos en que yo les acompañaría a la comisaría de policía para que ellos nos pusieran una denuncia. Subí a su coche y cuando ya llevábamos un rato me di cuenta de que no íbamos a ninguna comisaría. Me llevaron a las afueras de la ciudad, y eso en Londres es muy lejos. Yo les iba diciendo que tenía que estar en la fiesta y me estaban provocando un perjuicio como organizador —claro que ellos no sabían que estaba mi hermano encargándose de la fiesta. Llegamos a una zona donde solo había solares, sin casas ni calles cerca, pararon y me dijeron que me bajara. Pensé que iban a darme una paliza, pero lo que hicieron fue arrancar y dejarme allí abandonado. Creo que pensaron que si me dejaban allí me fastidiaban la fiesta y eso era venganza suficiente. Anduve bastante rato hasta encontrar un autobús suburbano, y luego otros autobuses urbanos hasta que al final llegué a la fiesta justo cuando ya había acabado y estaban recogiendo las cosas. Mi hermano me dijo que todo había ido bien, aunque con poca gente. Ya solo quedaba una persona, el señor Sala, de casi setenta años. Vivía en Londres desde el final de la Guerra Civil, cuando era juez de la Generalitat de Catalunya. Se nos enrolló, muy animado, y me dijo tres cosas que me dejaron como cuando tomas LSD y percibes el mundo, la realidad, de una manera muy distinta. 19
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La primera cosa que me dijo era que Cataluña estaba dentro del Mercado Común Europeo. En el 75 España no estaba dentro y por eso, cuando entrábamos en Gran Bretaña, teníamos que aguantar estrictos controles e infinidad de preguntas como «¿Cuánto dinero lleva?», «¿A qué se dedica?», «¿Qué viene a hacer aquí?», etc., y, si no quedaban satisfechos, pues podían negarte la entrada. Si entrabas lo hacías con un visado temporal, que en mi caso fue siempre de un mes, así que una vez dentro cada mes tenía que solicitar una ampliación del visado al Home Office con justificaciones inventadas que ocultaban que en el fondo estaba trabajando ilegalmente. Por eso, lo que decía el señor Sala de que Cataluña pertenecía al Mercado Común era una buena noticia en caso de ser cierta, porque la verdad es que Cataluña no era un país sino una región de España, una dictadura fuera del Mercado Común. La explicación que daba el señor Sala se remontaba al Pacto de Génova (20 de junio de 1705), mediante el cual el Reino de Gran Bretaña se había comprometido a garantizar la conservación de las constituciones de Cataluña si esta se sumaba a la causa del archiduque Carlos de Austria, en pugna por el trono español, incluso en el caso de una eventual victoria de Felipe V. Que Gran Bretaña incumpliera el pacto no lo anulaba y, según el señor Sala, seguía vigente, por tanto Cataluña seguía vinculada a Gran Bretaña y, si esta estaba dentro del Mercado Común, Cataluña también tenía que estarlo. La segunda cosa que me explicó fue que estaba legalizando el Banc de Catalunya en Gran Bretaña. Cualquier persona puede fundar un banco si cumple unas condiciones. De hecho, el Banc de Catalunya empezaría como banco privado y, cuando Cataluña fuese independiente, se convertiría en el Banc Central de Catalunya. En un principio se trataría de que catalanes 20
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adinerados en el exilio o en Cataluña ingresaran dinero en el Banc de Catalunya a un interés muy bajo o cero. Evidentemente lo harían por la causa. El Banc de Catalunya invertiría ese dinero o lo prestaría cobrando intereses, con lo cual ganaría dinero que podría destinar a empresas favorables a la independencia de Cataluña. Me pareció que todo eso era legal y no dudaba de que había gente con mucho dinero que apoyaría la causa. La tercera cosa que me dijo era que estaba a punto de imprimir dinero catalán. Se llamaría «lliura catalana» y tendría paridad con la libra esterlina, de modo que su valor sería en todo momento el mismo de esta última. Evidentemente, era una paridad mucho mejor que si se hiciera con la peseta española, que sufría fuertes devaluaciones en aquellos tiempos y malas perspectivas de lo que pudiera pasar a la muerte de Franco. Dijo que había hablado con la empresa que imprimía las libras esterlinas para el Banco de Inglaterra y le habían dicho que le harían los billetes con la misma calidad. A ellos la validez de esos billetes no les incumbía. Incluso le habían hecho un molde de uno de los billetes, que el señor Sala había pagado como pudo. Como todos los billetes, la libra catalana tendría en su diseño la imagen de un personaje catalán, y el señor Sala ya tenía una lista de preferidos: Macià, Companys, Gaudí, etc., y un fondo de paisaje: la montaña de Montserrat, la Costa Brava, los viñedos del Penedès, etc. La idea era que la libra catalana estaría avalada por el Banc de Catalunya, de manera que, cuando algún «patrocinador» del Banc de Catalunya diese dinero —en cualquier moneda legal—, el Banc de Catalunya le diese a cambio libras catalanas por el mismo valor avaladas por el Banc de Catalunya, de modo que cuando quisiese podría hacer el cambio a la inversa. Mientras tanto, 21
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el Banc invertiría esa moneda y, a medida que ganase dinero, podría ir avalando más y más libras catalanas hasta el día que Cataluña fuera independiente, y entonces oficializaría la libra catalana de libre curso. Cuando yo ya estaba literalmente alucinando con lo que me decía, le dijimos que malvivíamos en una habitación alquilada, y entonces nos dijo que podíamos ir a vivir a su casa sin pagar alquiler, solo ayudando con los gastos, electricidad, etc., porque su casa era el Casal Català de Londres. Mi hermano y yo esa noche le acompañamos a su casa en Dalston, un barrio con mucha gente de raza negra contiguo a Hackney, en el noroeste de Londres. La casa tenía tres plantas y unos bajos, y solo un par de espacios o habitaciones en cada planta, un pequeño jardín descuidado en la entrada y otro un poco más grande en la parte trasera. Todo muy descuidado, desordenado y sucio. Por ejemplo, tenía la bañera en medio de la cocina… Dos días después nos instalamos en los bajos de su casa. Una vez instalados tuve largas conversaciones con el señor Sala. No hay que olvidar que había sido juez, así que era una persona culta, aunque su único tema era Cataluña vista desde el exilio. Jugábamos al ajedrez y a veces se levantaba y se dirigía a la ventana de la segunda planta; desde allí me hacía indicaciones para que me acercara con cautela y me señalaba una camioneta aparcada en la calle. «Son la BBC, que me espían. ¿Ves esa antena?, graban todo lo que decimos…», decía paranoico. Entre otras cosas me contó que había denunciado a Franco ante la ONU como criminal de guerra. También que él era el secretario del Casal Català de Londres, aunque ahora estaba inactivo, y que de algún modo él se sentía responsable de todos los catalanes de Gran Bretaña. 22
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Su idea de casal no estaba muy alejada de lo que nosotros queríamos hacer. Nos dijo que podíamos traer a catalanes que lo necesitaran a vivir a su casa. Incluso hicimos varias incursiones a la casa de al lado, que era un poco más grande y estaba en venta, pero descuidada y con las puertas abiertas (era un milagro que no la hubiesen ocupado), y nos decía que tendríamos que comprarla y habilitarla como residencia para catalanes de paso, como el Casal Català. Pese a que no sabíamos de dónde saldría el dinero, imaginábamos cómo la distribuiríamos por dentro. Un día nos presentó a un galés, creo, que tenía una pequeña escuela de inglés en Carnaby Street; se conocían de haber trabajado para él haciendo traducciones. La Nelson School of English and Foreign Languages estaba en el número 44 de Carnaby Street, y era un edificio estrecho de tres plantas. El que la llevaba, cuando mi hermano y yo le explicamos nuestra idea de hacer actividades para los españoles, nos dijo que nos podía dejar el espacio de la planta de arriba para que montásemos la oficina. A cambio nosotros le traeríamos alumnos para sus cursos de inglés. Después de hablar con él, salimos a la calle, teniendo una oficina en la histórica Carnaby Street y sin pagar nada, así que estábamos como en una nube.
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