LA MUERTE DEL REY ARTURO

Page 32

La muerte del rey Arturo

Anónimo

Por la noche, cuando volvió su escudero y se lo encontró tan gravemente herido, se asombró mucho y Lanzarote le dijo que le diera el escudo que había traído y las coberturas, y añadió que las cosas eran de tal forma que ahora convenía quedarse. Permaneció allí quince días enteros antes de poder cabalgar según su voluntad. La historia deja de hablar de él en este punto y vuelve al rey Arturo.

66. Cuenta la historia a continuación que el rey Arturo estuvo en Camaloc, después de la muerte de Gaerín, hasta la fecha de la asamblea. Ese día podíais ver por todas partes alrededor de veinte mil hombres en la pradera de Camaloc, y no había ninguno que no fuera tenido por noble, ni por buen caballero. Cuando estuvieron todos reunidos, podíais ver derribar caballeros a menudo y frecuentemente. En aquella jornada, se llevó el premio Boores de Gaunes y dijeron todos aquellos que estaban en la plaza, que los había vencido a todos. El rey, que lo reconoció, se acercó a él y le dijo: «Boores ya os tengo; conviene que vengáis conmigo y que os quedéis dándonos compañía tanto como os agrade. —No iré de ninguna forma, responde Boores, ya que mi señor primo no está aquí; si estuviera, gustosamente me quedaría y permanecería tanto como a él le agradara estar con vos; y, así me ayude Dios, si no hubiera estado seguro de encontrarle en esta asamblea, yo no hubiera venido: cuando se separó de mí, tiempo atrás, me dijo que vendría y que no faltaría por nada del mundo, a no ser que se encontrara un obstáculo que lo retuviera a la fuerza. —Vos os quedaréis conmigo, insiste el rey, y esperaréis hasta que Lanzarote venga a la corte. —Señor, responde Boores, por nada me quedaré, pues no creo que lo volváis a ver en mucho tiempo. —Y ¿por qué, pregunta el rey, no vendrá? ¿Acaso se ha enfadado con nosotros? —Señor, contesta Boores, ya no sabréis nada más por mí; preguntadle a otro si queréis saber la verdad. —Si yo supiera de alguien en mi corte que me lo pudiera decir, le preguntaría, responde el rey; pero ya que no lo sé, me conviene aguantar y esperar a que venga aquel de quien os pregunto.» Con esto se separó Boores del rey y se fue con su hermano, con Héctor y con todos sus compañeros; mi señor Galván les acompañó un gran trecho y dijo a Boores: «Me maravilla mucho que mi señor Lanzarote no haya estado en esta asamblea. ——Ciertamente, contesta Boores, yo sé, sin lugar a dudas, que está enfermo, o en prisión, o donde sea, pues si hubiera estado en su libre poder, bien sé que hubiera venido.» Con esto se despiden el uno del otro. Boores se dirige hacia allí donde piensa que podrá encontrar al rey de Norgales y dice a su hermano y a Héctor: «Sólo temo que mi señor haya enfermado a causa de la reina, que está enfadada con él. ¡Maldita sea la hora en que empezó este amor! Temo aún que nos lleguen cosas mucho peores. — Ciertamente, añade Héctor, ¡si es que alguna vez supe de algo! Veréis aún la mayor guerra que jamás habréis visto entre nuestros deudos y el rey Arturo, y todo por este motivo.» Así empiezan a hablar de Lanzarote aquellos que más lo amaban y que tenían mayor deuda con él. 67. Cuando Galván se separó de ellos, cabalgó hasta llegar a Camaloc; al llegar, subió al palacio y dijo al rey: «Señor, sabed que —en verdad— mi señor Lanzarote está enfermo, pues no ha acudido a esta asamblea. No hay nada que no quiera saber con tantas ganas como la realidad de su situación, para enterarme si está herido o si ha faltado por cualquier otra enfermedad. —Ciertamente, responde el rey, si está enfermo, lo siento porque no ha venido, pues con su ausencia y con la de aquellos que son deudos suyos, me ha quitado mucho más de lo que nadie podría valorar.» Tales palabras dice el rey Arturo de Lanzarote y del linaje del rey Van, permaneciendo allí con gran compañía de caballeros. Al tercer día después de la asamblea, sucedió que Mador de la Puerta llegó a la corte: no hubo nadie tan atrevido que osara decirle las nuevas de su hermano, pues sabían que era caballero de gran corazón y estaban seguros de que, tan pronto como supiera la* verdad, si podía, no dejaría de vengarse por nada del mundo. Por la mañana, fue a la iglesia mayor de Camaloc y cuando vio la tumba recién puesta, pensó que era de uno de los compañeros de la Mesa

Página 32 de 98


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.