40 años construyendo el picarral

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cho, un estudio elaborado por esta comisión al año siguiente, revelaba que la relación entre los sueldos que pagaban algunas empresas del barrio y lo que una familia media gastaba en comer, había que destinar a gasto en alimentación entre el 50% y el 133% de dicho salario.

mía más. El pan ocupaba una parte muy importante de la dieta diaria de las familias obreras. Si bien nutricionalmente no aporta mucho más que hidratos de carbono, el pan era una de las formas esenciales que estas amas de casa de mediados de los setenta tenían de completar las necesidades caloríficas del menú diario.

Consumidoras conscientes

Pongamos que una familia media consumía al menos dos barras de pan de 350 gramos al día. A razón de 8 pesetas por barra, esto suponía un gasto mensual de 496 pesetas. Pero entonces, los despachos de pan tenían la obligación de vender el que se dio en denominar el pan familiar, que eran piezas de 800 gramos de peso con un precio máximo fijado en 7,50 pesetas, es decir, en 9,40 pesetas el kilo, frente al pan de libre fabricación, que en enero de 1975 solía costar entre 19 y 26 pesetas, según un estudio de la Comisión de Consumo de la ACF del Picarral.

Estos datos ayudan a entender una lucha que las vecinas del Picarral habían venido desarrollando desde los momentos finales del franquismo. Que la mayor parte de los ingresos los engullese la alimentación da una idea de la importancia que para las economías familiares tenía la subida de precios de alimentos tan básicos como el pan. De ahí la demanda del llamado pan familiar, reivindicación que quizás hoy día podría llamar la atención pero que en 1975 era de suma importancia para las amas de casa de las familias obreras. “El tema era la carestía, que comprar cuatro o cinco barras de pan te suponía un pastón”, apunta Mari Carmen Langarita. Uno de los temas más trillados en la Comisión de Consumo “fue precisamente el de la carestía de la vida”, reafirma Pilar Añón. El pan sigue siendo hoy día un alimento muy generalizado, pero hace 35 años todavía se consu-

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Para Mari Carmen, “era como una forma de dar alternativas a la gente para que sobreviviera y llegara un poco mejor a final de mes”. Bien es cierto que quizás ese formato de pan les resultaba menos práctico a las amas de casa a la hora de preparar el bocadillo para que el marido se lo llevase a la fábrica. “Eran unas hogazas que no tenían más que miga. ¡Menos mal que entonces estábamos delgadas! Nos lo podíamos comer


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