Revista 48- Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires. Edición junio de 2011.

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en el Gran Valle del Rift. Dentro de su perímetro, se encuentra el lago Nakuru, conocido por su antigüedad geológica y por su alcalinidad. La zona del lago es refugio de unas 400 especies de aves y se observan principalmente flamencos. Recorrimos el lago, teniendo contacto visual con los primeros mamíferos; rinocerontes blancos, cebras, la jirafa de Rothschild, búfalos, impalas, gacelas de Thomsons, gacelas de Grants, primates, como babuinos, colobos blancos y negro y verbet. Al atardecer, nos dirigimos al campamento, rodeados de babuinos que esperaban la oportunidad para robarnos algo, cosa que logró un macho de porte importante, saltando a la cabina del camión; se llevó una caja de jugo, en menos de un minuto, mientras montábamos las tiendas de campaña, algo que realizaríamos por cinco noches seguidas.

Reserva Natural Masai Mara Al día siguiente, emprendimos camino hacia el Masai Mara. Antes de ingresar, visitamos a los indios pertenecientes a esta tribu, que hoy día no habitan en sus tierras originales, sino que desde que se han creado las reservas, aproximadamente en los años 50, fueron desplazados a otra parte… sin palabras. La tribu Masai históricamente era nómade y compuesta por guerreros muy feroces. Muchos exploradores que se aventuraron a África, dejaron su vida en manos de los Masai. Hoy día su vida cambió. Son pastores y, producto de la globalización, que llega a todos lados, tienen celular. Sin embrago, solo lo observé en los hombres. Es un pueblo machista, que aún practica ciertos rituales, como la circuncisión en los hombres y la abolición parcial del clítoris en las mujeres, que a diferencia de la total, no les hace perder el placer. Lemiso fue quien nos acompaño a visitar la Maniata, o aldea Masai. Las bomas, hechas con estiércol y barro, y construidas por las mujeres, son sus casas. Existen tantas bomas como mujeres tenga un hombre. Cada mujer está en un hogar, que tiene tres “habitaciones” con una hoguera en el medio, sin salida de aire; es un ambiente sofocante, que no se soportaba ni un minuto estar dentro. El hombre la visitará según su antojo. Solo en ese momento la mujer puede dormir en el “cuarto” donde hay una cama destinada exclusivamente para usar con el marido; si él no está, lo hace en una de las otras, donde duerme con sus hijos más pequeños. Los hijos adolescentes varones usan otra habitación. Por supuesto que las mujeres, además de todas las tareas que tienen a cargo, se dedican a las artesanías

para el turismo, y son muy buenas vendedoras. Ya en la reserva natural nacional Masai Mara, llamada así porque la tribu Masai era la que habitaba la zona y porque está atravesada por el río Mara, comenzamos nuestro safari. Los primeros en hacerse ver fueron unos herbívoros de varias especies, como por ejemplo, la Jirafa Masai, y diferentes tipos de antílopes y los miles y miles de ñues que, junto a otros ungulados, suman casi dos millones de ejemplares que migran según la época de lluvias y cruzan el río, buscando pastos más tiernos para alimentar a sus crías. En esta odisea arriesgan sus vidas, ya sea por fracturas en sus extremidades, por vejez, ahogándose o siendo víctimas de los cocodrilos u otros predadores que están al acecho. En la época del año de nuestro viaje, los ñues estaban en el Masai. Ya casi la migración había terminando, para comenzar nuevamente el cruce hacia el Serengueti, en el mes de noviembre. Lo curioso de la migración es que las cebras son quienes hacen de punteras, ya que tienen buena vista, habilidad que escasea en el ñu, que provee el olfato, muy desarrollado en ellos; una perfecta simbiosis de migración. Ya teníamos en nuestro haber dos de los cinco grandes de África, el rinoceronte y el búfalo, vistos en el Lago Nakuru, pero la figurita difícil del álbum es sin dudas el leopardo. Luego de andar a través de la reserva, allí estaba, sentado majestuosamente en un árbol, tomando un descanso, muy cómodo, como quien se arrellana en el sofá de su casa. Nos quedaban, entonces, dos de los cinco grandes. El cuarto en aparecer fue el león, que sin duda es el Rey de la selva. Y finalmente apareció el elefante africano. Nos encontramos con una manada descansando bajo una típica acacia africana. Al llegar al río Mara, vimos hipopótamos, cocodrilos, y algunos cadáveres de ñues, que en un intento de cruce quedaron de banquete, para ser comidos por los cocodrilos. Dejamos atrás el Masai Mara, y nos dirigimos al Lago Victoria.

Parque Nacional Serengueti Al día siguiente, seguimos hacia el Parque Nacional Serengueti, declarado Patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1981. Este parque es la continuación del Masai, que en lengua Kiswahili significa llanura sin fin. Recorrimos el parque cerca de dos días, encontrando prácticamente la misma fauna que en el Masai, excepto por los ñues, que en esta época están en terreno keniano.

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