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Anton Pannekoek - Los Consejos Obreros Página 6 de 85 disminuyen sus ganancias. En contradicción con la cuidadosa organización que reina dentro de la fábrica, hay una completa falta de organización en la totalidad de la producción social. El rápido aumento del capital a través de las ganancias acumuladas, la necesidad de lograr beneficios también para el nuevo capital, impulsa un rápido crecimiento de la producción, que inunda el mercado con bienes invendibles. Entonces ocurre el colapso, que no sólo reduce los beneficios y destruye el capital superfluo, sino que también elimina de las fábricas a la multitud acumulada de trabajadores, forzándolos a depender de sus propios recursos o de una mezquina caridad. Entonces bajan los salarios, las huelgas son ineficaces, las masas de los desocupados pesan como una fuerte carga sobre las condiciones de trabajo. Lo que se ganó con duras luchas en épocas de prosperidad se pierde a menudo en épocas de depresión. El desempleo fue siempre el principal impedimento que se opuso a una elevación continua del estándar de vida de la clase trabajadora. Ha habido economistas que alegaron que mediante el desarrollo contemporáneo de las grandes empresas comerciales desaparecería esta perniciosa alternancia de crisis y prosperidad. Esos economistas esperaban que los carteles y los trusts, que monopolizan grandes ramas de la industria, aportarían un cierto monto de organización que contrarrestaría el desorden de la producción y reduciría su irregularidad. No tomaron en cuenta que subsiste la causa principal, es decir, la avidez de ganancia, que impulsa a los grupos organizados a entablar una competencia más encarnizada, ahora con fuerzas más poderosas. La incapacidad del capitalismo contemporáneo para remediar su desorden apareció con siniestra luz en la crisis mundial de 1930. Durante largos años la producción parecía haberse arruinado definitivamente. En todo el mundo millones de trabajadores, de campesinos e incluso de intelectuales quedaron reducidos a vivir de la asistencia social que los gobiernos se vieron obligados a proveer. En esta crisis de producción se originó la actual crisis bélica. En esta crisis la humanidad pudo percibir a plena luz el verdadero carácter del capitalismo y la imposibilidad de mantenerlo. Había millones de personas que carecían de los medios necesarios para atender sus necesidades vitales. Había millones de trabajadores con fuertes brazos, deseosos de trabajar; había máquinas en miles de talleres, listas para entrar en funcionamiento y producir abundancia de mercancías. Pero no era permitido. La propiedad capitalista de los medios de producción se interponía entre los trabajadores y las máquinas. Esta propiedad, afirmada en caso necesario mediante el poder de la policía y del Estado, impidió que los operarios tocaran las máquinas y produjeran todo lo que ellos mismos y la sociedad necesitaban para su existencia. Las máquinas tenían que permanecer detenidas oxidándose, y los trabajadores tenían que permanecer ociosos y sufrir necesidad. ¿Por qué? Porque el capitalismo es incapaz de manejar los poderosos recursos técnicos y productivos de la humanidad para que cumplan con su finalidad original, que es la de proveer a las necesidades de la sociedad. Sin duda, el capitalismo está tratando ahora de introducir alguna clase de organización y de planeamiento de la producción. Su avidez insaciable de ganancia no puede satisfacerse dentro de los viejos dominios; se ve impulsado a expandirse por todo el mundo, a apoderarse de los recursos, a abrir los mercados, a someter a los pueblos de otros continentes. En una feroz competencia cada uno de los grupos capitalistas debe tratar de conquistar o conservar para sí mismos las regiones más ricas del mundo. Mientras la clase capitalista en Inglaterra, Francia, Holanda realizó fáciles ganancias mediante la explotación de ricas colonias, conquistadas en guerras anteriores, el capitalismo alemán con su energía, sus capacidades, su rápido desarrollo, como había llegado demasiado tarde a la división del mundo colonial sólo podía lograr su parte esforzándose por conseguir el poder mundial mediante la preparación para la guerra mundial. Tenía que ser el agresor, mientras los otros eran los defensores. Así fue el primero en poner en acción y organizar todos los poderes de la sociedad con este propósito; y luego los demás tuvieron que seguir su ejemplo. En esta lucha por la vida entre las grandes potencias capitalistas ya no podía permitirse que persistiera la ineficiencia del capitalismo privado. El desempleo era entonces un desperdicio insensato, más aún, criminal, de mano de obra que se necesitaba angustiosamente. Una organización estricta y prolija debía asegurar el pleno uso de toda la fuerza de trabajo y de la capacidad de lucha de la nación. En ese momento se mostró también desde otro ángulo igualmente siniestro el carácter insostenible del capitalismo. El desempleo se transformó en su opuesto, el trabajo compulsivo. El trabajo compulsivo y la lucha en las fronteras, donde millones de hombres fuertes y jóvenes, mediante los medios más refinados de destrucción, se mutilan, matan, exterminan, aniquilan unos a otros, en bien del poder mundial de sus patrones capitalistas. El Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques - cica_web@yahoo.com - http://www.geocities.com/cica_web


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