CARTA AUSJAL 23: El Llamado de las TICs

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TEMAS

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también costosas y difíciles de utilizar, con lo que la consecuencia lógica era limitar su uso solo para quienes estaban capacitados para aprovecharlas sin ponerlas en riesgo. En este momento, el resto de la comunidad universitaria apenas se enteró de la existencia de estos equipos o se mantenía como mero espectador. Posteriormente, y en un primer paso hacia la integración, se incorporaron en los pensa de estudio materias destinadas a enseñar computación a los estudiantes de las universidades. Bajo una justificación de alfabetización para una nueva cultura se dieron clases sobre los aparatos, su composición y su funcionamiento. De esta manera podríamos encontrar a estudiantes de diversas facultades estudiando las partes de un computador, las generaciones que marcaron su desarrollo e incluso estudiando los procedimientos para manejar el código binario que utilizan los computadores para su procesamiento. El énfasis técnico que se encontraba en los objetivos de estas clases hizo que, luego del entusiasmo inicial, resultaran poco significativas para muchas carreras, ya que no eran directamente aplicadas a los campos laborales o de investigación. Comenzaron entonces a aparecer materias en las que se sustituía la enseñanza de la informática o computación “puras” para dar lugar a cátedras en las que el objetivo era la aplicación de estas tecnologías al campo de acción de la carrera en particular. Se realizaron intentos de contextualizar la enseñanza de la computación enfatizando en la funcionalidad y en los usos que, desde el campo de acción de la carrera en particular, podían darse a estos recursos. El profesor de informática tiene la misión de enseñar a sus estudiantes a utilizar herramientas y a aplicarlas a contenidos de la carrera que los estudiantes deberán adquirir en otras materias que cursarían de manera independiente. Así, un estudiante de contabilidad vería por una parte los métodos contables apoyados con herramientas tradicionales, mientras que en otra materia exploraría el uso de hojas de cálculo para, al final, realizar la integración de ambos conocimientos y generar una propuesta personal para desarrollar en la hoja de cálculo los métodos contables estudiados. Un último nivel en la integración sería la desaparición de las materias destinadas a trabajar aspectos informáticos y su sustitución por la incorporación de contenidos tecnológicos dentro de las materias fundamentales de las carreras. En este caso, por ejemplo, el profesor de estadística será el encargado de enseñar a sus estudiantes a utilizar un software de procesamiento estadístico, y esto lo hará dentro de la dinámica cotidiana de su materia. Aquí se presenta la ventaja de la completa

contextualización del recurso, ya que su aprendizaje se integra totalmente dentro de la disciplina de estudio. Puede argumentarse que el aprendizaje simultáneo de los dos aspectos implica una mayor exigencia para los estudiantes. Esto puede ser cierto, pero también es cierto que permite una integración tal entre el contenido esencial y el instrumental que puede utilizarse ahora esta herramienta como recurso para potenciar el desarrollo de los contenidos sustanciales. Diferentes software pueden ser usados como exploradores o incluso como simuladores en los que, con muy poco esfuerzo, los estudiantes tienen la posibilidad de interactuar con los conceptos y apropiarse progresivamente de ellos.

Cotidianidad Esta idea se desarrolla muy cercana a la de la integración, pues en la medida en la que las TICs estén más integradas a las instituciones, en esa misma medida serán elementos cotidianos de sus ambientes. El día que entremos a un aula de clases y sin ninguna sorpresa utilicemos la computadora que se encuentra allí para hacer una demostración a nuestros estudiantes y les mostremos varios sitios de Internet en esa aula de clases, habremos logrado convertir estas tecnologías en elementos cotidianos en nuestro ambiente. Podremos dedicar todo nuestro esfuerzo a reflexionar y planificar sobre la mejor manera de aprovechar estos recursos dentro de las labores de investigación, docencia y extensión, en lugar de dedicarlos a “conseguir y poner a funcionar” estos aparatos. Probablemente la realidad de la mayoría de nuestras universidades se parezca más a la situación en la que para usar alguno de estos equipos debamos realizar un esfuerzo extra de planificación y organización. En muchas de nuestras universidades quizá esto resulte inevitable, el presupuesto limitado para la dotación o los problemas de seguridad conspiran contra esta


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