cuentos cortos

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colección los ríos profundos

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—¡Qué niño tan estúpido! —exclamó el Molinero—. No sé realmente de qué sirve enviarte a la escuela. No parece aprovecharte mucho. ¿No comprendes que si el pequeño Hans viniera aquí y viese nuestro buen fuego, y nuestra buena cena, y nuestro gran barril de vino tinto, podría darle envidia? Y la envidia es una cosa terrible, que echa a perder la mejor naturaleza. Y yo no puedo consentir que se eche a perder la naturaleza de Hans. Yo soy su mejor amigo, y debo velar por él y procurar que no caiga en tentaciones. Además, si Hans viniera, quizá me pediría que le vendiese al fiado un poco de harina, y esto no me sería posible. La harina es una cosa y la amistad otra, y no hay por qué confundirlas. ¡Me parece que las palabras se escriben de modo bien diferente y significan cosas bien distintas! Creo que esto todo el mundo puede verlo. —¡Qué bien hablas! —dijo la mujer del Molinero, sirviéndose un gran vaso de cerveza caliente—; me siento casi adormilada. Lo mismito que si estuviera en la iglesia. —Muchas personas obran bien —continuó el Molinero—, pero muy pocas hablan bien; lo que prueba que hablar es mucho más difícil que hacer y, desde luego, más hermoso. Y miró severamente por encima de la mesa a su hijo, que se sintió tan avergonzado de sí mismo, que, bajando la cabeza, se puso como un tomate y comenzó a llorar sobre su té. Era tan niño, que debéis disculparle. —¿Y ahí acaba la historia? —preguntó la rata de agua. —Ciertamente que no —contestó el verderón—; no es más que el comienzo. —Entonces, estáis muy atrasado —dijo la rata de agua—. Todo buen narrador, hoy, empieza por el final, continúa por el comienzo y concluye por el medio. Es la nueva escuela. Se lo he oído a un crítico que el otro día paseaba con un joven alrededor del estanque. Habló extensamente de la cuestión, y estoy segura de que debía tener razón, pues llevaba unas gafas azules y tenía una gran calva; y, cuando el joven le hacía alguna objeción, siempre contestaba: “¡Pssch!”. Pero, os lo ruego, continuad vuestra historia. Me es extraordinariamente simpático el s El

verdadero amigo


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