Atenea 15

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Número 15 ·

Atenea

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FOTO: Doug Mills/The New York Times/cordon press

UNIDOSRUSIA

pasando por Viena, Versalles o el final de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores han utilizado su victoria para asentar su primacía estratégica, antes que para buscar una relación más equilibrada en la que el vencido también pudiera ser tenido en cuenta. La lista podría ser interminable. Refiriéndonos sólo a lo más próximo, podemos recordar la incursión occidental en el bajo vientre de la antigua Unión Soviética, en forma de bases en las repúblicas caucásicas, la integración en la Alianza Atlántica de los antiguos socios del Pacto de Varsovia y, muy especialmente, de los tres países bálticos, a pesar de la promesa en sentido contrario del Presidente George H. Bush (1999-1993), o la denuncia unilateral en 2001 del Tratado ABM (que databa de 1972), a su vez

El Presidente Obama de EEUU y el de Rusia, Dmitry Medvedev, en la Conferencia Mundial sobre el Clima del pasado 18 de diciembre en Copenhague.

reafirmada por la no ratificación por parte occidental de la puesta al día en 1999 del Tratado FACE a causa de la alteración de los anteriores bloques –a pesar de la ratificación rusa-, con la consecuencia de la posterior interrupción del Tratado por parte de la Duma con unos

A pesar de algunas predicciones, tras la ruptura del Pacto de varsovia no apareció la unipolaridad norteamericana muy perjudiciales efectos para el equilibrio estratégico internacional en forma de rearmes, falta de inspecciones, nuevas desconfianzas y un etcétera que ha incluido carreras de armamentos como la de Armenia y Azerbaiyán, por citar tan sólo una.


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