A pesar de todos los esfuerzos el fuego no se apagaba. De repente, Vulcanín se acordó de sus amigas las nubes. Les envió señales de humo y éstas acudieron enseguida a salvar el bosque. Abrieron sus compuertas y el agua empezó a caer a chuzos sobre el bosque. Por fin consiguieron apagar el fuego y decidieron hacer una gran fiesta en las laderas del volcán para celebrarlo.