Dossier prensa Jordi Esteva

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de Ajoblanco y desde sus páginas (hasta 1993) Esteva fue pionero en difundir una nueva sensibilidad libre de clichés hacia los países del Tercer Mundo. Un poco por fatiga, otro poco por su impulso nómada, dejó la revista, y la Unesco le encargó un inventario de los caravensarais y madrazas del Atlas marroquí. Pero los libro que más impacto produjeron fueron Mil y una voces, en el que recoge conversacions con artistas e intelectuales árabes y Viaje al país de las almas, resultado de su larga estancia con la comunidad akán, retratando las ceremonias de iniciación animista. “Entré en gran empatía con la sacerdotisa, cabalgada por la diosa del agua y el rey de los cazadores, y me dejaron fotografiar todo el proceso. Dominan la farmacopea, los poderes de la música y el ritmo, y practican una sabiduría ancestral que les permite conocer una parte de sí mismos a la que sólo acceden cuando entran en trance. Yo no creo en los espíritus, claro, pero eso les ayuda a superar sus problemas”. Esteva, que sólo viaja cuando tiene un encargo o un proyecto que realizar, regresó en 2002 al mar Rojo y viajó a Omán y al África oriental, en busca de los árabes que navegaban por el Índico aprovechando los monzones para comerciar con sedas, marfiles o piedras preciosas. “Quise encontrar a los capitanes, ya retirados, de aquellos navíos, y logré entrar en su mundo, gente amable pero muy reservada, con una gran nostalgia. Eran los últimos protagonistas de una ruta muy antigua, que había llevado la civilización árabe por la costa africana. En Mombasa, por ejemplo, me encontré a un poeta fascinante, de lengua swahili, descendiente de los omaníes que se exiliaron allí el siglo XII, Cheij Ahmed Nabhany. Y todos ellos me contaron historias extraordinarias de un mundo que sólo existe ya en sus voces y en su memoria”.

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