The Maze Runner 0.5 "El virus Letal" James dashner

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James Dashner

Virus Letal

21 Mark se despertó. No fue con un grito; no se incorporó de golpe ni jadeó: nada tan dramático como eso. Simplemente abrió los ojos y enseguida se dio cuenta de que estaban húmedos por las lágrimas y tenía la cara mojada. Ya había salido el sol, que brillaba con fuerza a través de los árboles. La pared de agua. Nunca lograría olvidar lo que había sido verla irrumpir por esas escaleras como si fuera una bestia viviente. Y el horror de contemplar cómo barría a la gente que encontraba a su paso. —¿Estás bien? Trina. Genial. Se secó rápidamente los ojos y se volvió hacia ella esperando que no descubriera que había estado llorando a mares durante el sueño. Pero bastó una mirada para que esa esperanza se esfumara: parecía una madre preocupada. —Humm, hola —murmuró incómodo—. Buen día, ¿cómo estás? —Mark, no soy tonta: dime qué te pasa. Trató de comunicarle con los ojos que no quería hablar del tema. Luego desvió la vista hacia Deedee, que se hallaba apoyada contra un árbol cercano quitándole la corteza a una rama. Su expresión no era exactamente feliz, pero al menos la profunda tristeza había desaparecido. Ya era algo. —¿Mark? —Simplemente... tuve un mal sueño. —¿Sobre qué? —Tú sabes. —Pero ¿qué parte? —comentó ella con el ceño fruncido—.Tal vez hablar te ayude. —No lo creo —repuso con un suspiro y enseguida se dio cuenta de que no había sido muy amable: ella solo intentaba ayudarlo—. Fue justo antes de que apareciera el agua en esa explanada, cuando peleamos con esos aprendices de gángsters. Desperté en el momento en que comenzaba la parte mala —explicó. La parte mala; como si todo lo anterior hubiera sido sencillísimo. —Ojalá pudieras dejar de soñar con eso —dijo Trina bajando la vista—. Logramos sobrevivir. Es lo único que importa. Tienes que encontrar la manera de dejar el pasado atrás —una expresión de disculpa cubrió su rostro—. Bueno, sé que es más fácil decirlo que hacerlo. Es que desearía que pudieras olvidarte de lo ocurrido. Eso es todo. —Ya lo sé. Yo también. Estiró la mano y le dio una palmada en la rodilla, lo cual resultaba estúpido en una situación como esa, pero Alec y Lana regresaban con agua fresca del arroyo. —¿Cómo está? —preguntó el viejo a Trina, haciendo un ademán hacia la niña.

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