El libro de Manuel

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—Pero claro, solamente que también hay lo otro, no es por nada que Ludmilla se fue con Marcos y que por ahí se va a hacer matar. —Previsible, en todos ustedes hay un funcionamiento binario, hasta Pavlov se hubiera quedado dormido viéndolos moverse en la Joda o en el sexo, no hay derecho, a mí me toca ser siempre el que le pasa la mano a contrapelo al gato, por lo menos deberían dejar que me divierta un poco pero cuando les muestro el hongo se me hacen los estrechos y cuando le digo tres verdades al que te dije, bueno, honradamente debo admitir que no estuvo tan mal teniendo en cuenta que la cosa era más bien peluda. Andrés no entendió una sola palabra de lo que declamaba vehementemente el rabinito. Bebió otro vaso de grapa, las cosas le daban despacito vuelta, la ventana ya no estaba exactamente donde Manuel había chupado los flecos, todo derivaba blandamente desde y hacia el estómago, si un flan tuviera conciencia, pensé, escribiría así sus memorias. A lo mejor Lonstein acababa dándome los datos, ahora seguía enfurecido y amargo, mejor esperar mirando el famoso papel mimeografiado, alentarlo a que largara el rollo y darle otro poco de grapa, cerrar los ojos, escuchar, al fin y al cabo el rabinito tenía tanta razón, solamente Ludmilla en esa náusea de Verrières, esa necesidad de llegar, de verla, de estar ahí, la Joda, sí, claro que también la Joda porque también Fritz Lang, injusto decirme que solamente Ludmilla y sin embargo, claro, tan claro a esa hora oyendo discurrir al rabinito, cuánta razón tenías, Francine, qué distinto un triángulo de otro para usar la vieja expresión, adonde había ido a parar mi fácil barata machita argentinísima teoría del triángulo conmigo en un vértice y ellas dos cerrando la figura, ahora que Ludmilla y Marcos, el futuro dibujando un triángulo donde dos hombres y una mujer, la hipótesis tantas veces aceptada teóricamente y ahora, ahora. Ahora, Ludlud, ahora. —Mi método es eminentemente racional —estaba diciendo Lonstein sin sacarme los ojos—; la verdadera coordinación y aprovechamiento de estas organizaciones tiene que emanar de las siglas por razones de pura semántica, palabra en la que como notarás está contenida la mántica que es la que cuenta, aunque el cretino de U Thant minga de capte. —Está bien, Lonstein, perdona que te quise trabajar de apuro, estoy al borde de qué sé yo, pero al borde, y entonces. —No se les ocurre que la verdadera fortrán está en esa combinatoria que te da propiamente la boex de las siglas, y que lo primero que hay que hacer es olvidarse


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