Justicia, hacemos lo que debemos

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que los acomodados sean mejores jurados que las personas de entornos modestos. En cualquier caso, la paga y los beneficios siempre se podrían ajustar (como ha hecho el ejército) para atraer a personas con la educación y la capacidad necesarias. La razón de que se reclute forzosamente a los jurados en vez de que se les contrate reside en que nos parece que hacer justicia en los tribunales es una responsabilidad de la que deben participar todos los ciudadanos. Los miembros del jurado no se limitan a votar: deliberan unos con otros sobre las pruebas y la ley. Y las deliberaciones se basan en las dispares experiencias vitales de los jurados, con sus distintas trayectorias en la vida. El deber de formar parte de un jurado no solo es una forma de resolver los juicios. Es además una forma de educación cívica y una expresión de la ciudadanía democrática. Aunque el deber de formar parte de un jurado no resulta siempre edificante, la idea de que todos los ciudadanos están obligados a hacerlo preserva un nexo entre los tribunales y la gente. Algo parecido podría decirse del servicio militar. El argumento cívico a favor del servicio militar obligatorio sostiene que el servicio militar, como el deber de formar parte de un jurado, es una responsabilidad cívica; expresa y ahonda la ciudadanía democrática. Desde este punto de vista, convertir el servicio militar en una mercancía —una tarea para cuya realización se paga a otros— corrompe los ideales cívicos por los que debería regirse. Según esta objeción, pagar a los soldados para que hagan


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