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Junio

JUNIO 2020

Fue el mes de la esperanza, de la desescalada progresiva y animada con la posibilidad, cierta y real, de celebrar la cercanía del verano en mejores circunstancias. A nivel internacional, la situación era especialmente crítica en varios países sudamericanos así como en Estados Unidos, donde durante todo ese tiempo el panorama fue cada vez a peor. Aquí, se abría el abanico de actividades que se podían realizar, eso sí siempre con arreglo al respeto a las distancias sociales (y a llevar la mascarilla, que acabaría por ser obligatoria en el espacio público).

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Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

2 de junio 33. Vivir la vida

Vamos a volver a encontrarnos en pocos días y vamos a poder estar enfrente unos de los otros. Eso sí, con la distancia de seguridad, para protegernos del virus. Poco a poco vamos a ir haciendo avances hasta llegar a ese deseado mo mento del reencuentro. Durante estos meses de confinamiento hemos experimentado un cambio total de vida, totalmente invadidos informativa y emocionalmente por la propaga ción del covid-19. Un virus peligroso, que nos confinó a todos en casa con mie do. Expectantes, ante la evolución de la pandemia; dolidos, por los que enfer maron; muy afectados, por los fallecidos; alarmados, por la situación política; y preocupados, por nuestros familiares y amigos. Estábamos tan impactados emocionalmente que se nos olvidó pensar que, en medio de este ciclón de emociones, os echábamos y nos echábamos mucho de menos. Esta fue una de las constataciones a la que llegamos el pasado jueves, en el encuentro del Grupo de Steinert. Cuando decidimos el confinamiento y el trabajo desde casa, nos propusimos seguir manteniendo, al máximo nivel posible, la comunicación y el acompaña miento a todos l@s asociad@s. Pensábamos, entonces, que este confinamiento seria de 15 días y que volveríamos confiados, contentos, cercanos. Creíamos que todo habría sido poco más que una alarma excesiva. Sin embargo, han pa sado: ¡80 días! D urante estas semanas hemos intentado esforzarnos para sentir que no está bamos solos a través de WhatsApp y por e-mail. Q ueríamos crear comunidad y sentirnos unidos, cercanos, cómplices. Para ello hemos ido enviando textos: a veces, muy comprometidos; y otras, ilusionantes o planteando interrogantes. Todos, en cualquier caso, han tenido una buena acogida por vuestra parte. H a habido una gran interacción en respuesta a estos textos. Agradezco el tiempo que dedicasteis a su lectura y también vuestros comentarios. Ahora comienza otra nueva etapa y, si todo va bien, tengo la intención de dar por acabada esta actividad epistolar una vez recuperada la normalidad. N o obs tante, me gustaría que quedaran en nuestro interior algunas de las ideas o pro puestas que he ido dejando en estos escritos: hechos desde el corazón y desde el pulso emocional frente al devenir de la pandemia. N o han sido días fáciles, creo que para nadie. Para mí, no lo han sido.

Por María Ramos. Asem Catalunya

Fue precisamente esa dificultad la que me incitó a escribir y a compartir con vosotros mi mundo interior. Estos pequeños textos han provocado que muchos de vosotros respondierais, creándose así ese sentimiento de pertenencia y de que no estábamos solos; de interacción desde la distancia física pero muy cercanos en lo emocional. Han servido también para reivindicar lo público y descubrir la importancia de la política, ya que todo lo personal es político; y, para asentar valores como la soli daridad, el respeto y la igualdad. H emos constatado que la vida es bella pero no fácil. Y como el mañana nunca llega: hay que vivir la vida.

Reacciones: Isabel: ¡Bien, María! Muy coherente con tus escritos. Nos han servido, como bien dices, para no sentirnos solos. Y también, para colaborar -cosa que ya sentíamos e intuíamos interiormente-. Gracias por tu apoyo y por estar siempre ahí. No cambies. Te queremos. Martí: Ahora que anuncias el final de tus “encíclicas”, quiero decirte que puedes estar muy orgullosa de ellas, pues esta forma de compartir tus vivencias en este tiempo tan especial habrán sido, sin duda, muy de agradecer para muchas personas. Y yo, entre ellas. Realmente, creo que la normalidad ya está llegando de forma acelerada y en pocos días retomaremos las rutinas de siempre y finalmente el tiempo de confinamiento se irá tornando en una anécdota que recordar. Deseo que regreses a esa normalidad con el ánimo de siempre (a poder ser, aún mejor) pues, aunque ya tengas previsto tu retiro, estoy seguro de que te quedan suficientes cartuchos para montar alguna que otra movida con tu marchamo. Como despedida, recibe un cariñoso abrazo. PD.: Mi nieta, María, avanza ya muy deprisa hacia la silla de ruedas. Se me encoje el alma. Joaquim: Muchas gracias por tus palabras y por los ánimos que nos das, pero los políticos en lugar de estar unidos están siendo muy insolidarios. Solo miran por sus intereses.

Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

8 de junio 34. Acompañamiento en el dolor

En los últimos meses nos hemos acostumbrado a ver en los informativos imá genes y estadísticas de personas fallecidas: un elevado número de muertes en un corto espacio de tiempo y por la misma causa. Por eso, hoy estamos de luto oficial: un rito que nos ayuda a poder asumir y contactar con este dolor. Un rito colectivo por las muertes colectivas. Pero en este duelo social hay muchos duelos individuales. Y es por ello por lo que en este escrito intentaré hacer un acercamiento a cómo afrontamos la muerte: tanto para el que acompaña en el dolor como para el que sufre la pér dida.

Miedo a acompañar en el dolor

Cuando fallece alguien importante, querido por nosotros, el dolor es indescrip tible. El abatimiento te deja sin fuerzas, la pena te inunda el rostro de lágrimas, el sentimiento de abandono te sume en la incertidumbre y el miedo al futuro y la rabia te enfrentan a la injusticia de la muerte. En los primeros momentos no hay lugar para la esperanza. Y es aquí cuando las palabras de apoyo, los gestos de dolor compartido y el “te acompaño en el senti miento” cobran valor. Estas palabras reconfortan y ayudan a ver y sentir un poco de esperanza. N ormalmente las personas cuando tenemos que afrontar la decisión de acercar nos a esa persona que está sufriendo por la muerte de un ser querido -lo que se dice “ir a dar el pésame”- dudamos sobre si hablar o no hablar, llorar o no llorar, decir o no decir, o hacer o no hacer. En realidad, esa duda surge porque nos da miedo acercarnos al sufrimiento del otro. N os da miedo escuchar el llanto desesperado del otro y la ansiedad de no saber qué decir. Sin embargo, lo importante, lo más importante, no es ni decir ni hacer: lo más importante es estar. Según cómo hayamos elaborado nuestros propios duelos, seremos más empá ticos para acompañar en esos momentos y, así, poder transmitir el sentimiento: “Tu sufrimiento es el mío”. O, como popularmente se dice: “Te acompaño en el sentimiento”. La sociedad, la H umanidad, se ha ido dotando de ritos para superar y avanzar. U no de ellos es el rito de la muerte y una parte de éste es el gesto del pésame, que ayuda a tener esperanza y a transitar y superar el duelo.

Por María Ramos. Asem Catalunya

El sufrimiento por la pérdida

El sentimiento de pérdida es tan grande y el dolor tan intenso que parece que nunca se superará. La soledad del sufrimiento es tan profunda que parece que no desaparecerá nunca. El dolor lo invade todo. Pero el duelo es un proceso, más o menos largo, que iremos transitando según el sentimiento que tuviéramos hacia la persona fallecida (si era o no para nosotros un gran referente). También, según cómo fueron nuestros últimos momentos con ella o cómo hayamos vivido otras pérdidas (esto nos puede facilitar vivir y sobre ponernos a este inmenso dolor). La muerte no es el final. Siempre nos acompañará el recuerdo de la persona falle cida: en cualquier momento de nuestra existencia vamos a recordar aquel gesto, aquellas palabras, aquellos actos... H asta es posible que nos sorprendamos di ciendo y haciendo cosas como lo decían y hacían nuestros seres queridos. Es por eso que, aunque la muerte es la desaparición física de la persona, su pre sencia persiste en nosotros. Repetimos gestos, comentarios o actos, que mimeti zamos. Hace muchos años, en algún lugar, aprendí que comenzamos a morir en el mo mento que empezamos a vivir. Por lo tanto, deberíamos convencernos de vivir la vida como una oportunidad de aprender, acompañar, colaborar, sufrir y disfrutar cada instante.

Reacciones: Gloria: ROCÍO JURADO, POCOS MESES ANTES -EXACTAMENTE MEDIO AÑO-, PREPARÓ UN ESPECIAL DE TVE PARA HACER UNA GALA. ¡Y EN JUNIO DEL AÑO SIGUIENTE TAMBIÉN FALLECIÓ! ¡D.E.P. DE TANTOS QUE ESTÁN TODOS JUNTOS! Queremos creer que allí, algún día, nos encontraremos con los NUESTROS -y que a día de hoy nos faltan-. Así que lo mejor es VIVIR. PAU DONÉS nos ha dejado. Tenía UN GRAN CONOCIMIENTO: “Vivir hoy, mañana no se sabe dónde podamos estar”. OS DESEO VIVIR FELICES, porque es lo que dejamos en el recuerdo de los nuestros. ¡DECIR QUE NO SE QUEJABA Y CON TODO LO QUE TENÍA! NO TENEMOS QUE DAR PENA. LO QUE VIVIMOS ES UN REGALO.

Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

11 de junio 35. La vulnerabilidad del ser

Las personas solemos comportarnos e ir por la vida de una manera arrogante, como si fuéramos invencibles, arrasando con lo que nos molesta, avasallando a los que consideramos más débiles, mirando con distancia a los diferentes, juzgan do a los que no entendemos, condenando a los que no piensan como nosotros, compitiendo permanentemente por un espacio y una posición. Cualquier cosa y excusa nos sirve para activar nuestras alertas, ponernos a la defensiva y atacar si lo consideramos necesario. N os activamos en el modo: “El hombre es un lobo para el hombre”. N o obstante, la realidad nos muestra y nos enfrenta a nuestra propia vulnera bilidad: el sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Sufrimos porque no somos felices, porque nuestros sentimientos nos juegan malas pasadas y porque el cóctel de emociones se mezcla, se mueve, sube, baja y nos sentimos tristes, confundidos y nos produce dolor emocional. Te nemos la idea romántica que la felicidad es un estado y no nos damos cuenta de que la felicidad son momentos. La enfermedad nos puede afectar en cualquier instante. Puede ser grave, crónica, genética, adquirida, personal, familiar… Y, en estos meses, hemos re cordado también que la enfermedad puede ser social, colectiva: la pandemia. Un virus, el covid-19, nos ha confinado tres meses en casa. En este tiempo, personas que vivieron otros momentos terribles, como fue la Guerra Civil, comentaban que este virus nos había obligado a no salir de casa, cosa que no pasó entonces cuando la vida continuó más o menos igual y la gente solo se confinaba cuando anunciaban los bombardeos. Solo la comparación ya nos demuestra la gravedad del impacto de este virus sobre nuestras vidas. La muerte es nuestra compañera de vida, siempre está ahí, se hace invisible pero está. Es discreta porque nos permite hacer nuestra vida, seguir nuestro camino, elegir nuestros afectos. Pero es la prueba definitiva de nuestra vul nerabilidad. D esgraciadamente, durante estos últimos meses, ha estado muy presente y cercana en nuestra vidas. Están siendo días en los que hemos vivido de manera cercana la muerte, ya sea causada por el covid-19 (y aquí un abrazo para los familiares y amigos, al gunos de ellos muy cercanos a Asemcat, que han sufrido esta pérdida), como por otras causas, como el infarto de una persona con quien horas antes ha bíamos tenido una conversación. Mirándolo en retrospectiva, parecía como si fuera una despedida y me ha hecho pensar: Posiblemente sin saberlo ni

Por María Ramos. Asem Catalunya

detectarlo intuimos nuestra propia muerte. También lo podemos observar en el caso de Pau D onés, que editó y difundió un videoclip, emotivo, especial y que sonaba a despedida, como así fue. Estas son, entre otras, nuestras vulnerabilidades. Y, para sobrellevarlas, para afrontarlas, es necesario el concurso y el apoyo de los otros, de nuestros seme jantes, de los que tenemos al lado. O de los que estando lejos, nos hacen sentir su apoyo y compañía. Para ello, debemos activarnos en el modo: “El hombre es bueno por naturaleza”. Y es que, si aceptamos nuestra vulnerabilidad, nos daremos cuenta de que nos necesitamos para hacernos fuertes, ser felices y sufrir menos. Estar acompa ñados es poner en práctica y hacer bien visible eso de que “el hombre es bueno por naturaleza”. Y ya lo hicimos. Sabemos cómo hacerlo, lo tenemos en nuestro recuerdo cercano. N o podemos olvidar la corriente, el tsunami de solidaridad, que se extendió por todo el país, en todos los ámbitos, mientras íbamos llegando y doblegando el pico de la pandemia. Eso nos ayudó a superar el miedo, sentir nos acompañados, saber que todos estábamos comprometidos para superar el momento y reconocer al otro. Se respiraba un clima de ayuda mutua, en el que la determinación de ayudar prevalecía por encima de la competitividad. Así, en nuestra vulnerabilidad está nuestra fortaleza.

Reacciones: Isabel: ¡Tienes toda la razón! Quedémonos con lo último: el hombre es bueno por naturaleza. Y ganaremos todos. Maturana: Maravilloso artículo, el que nos has dejado aquí, María. Muchas gracias. Defines la realidad de nuestras vivencias durante este tiempo de pandemia con bastante pulcritud. Todos mis ánimos y sigue ayudando de esta maravillosa forma a la asociación. Un gran abrazo para ti y para tu familia.

Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

16 de junio 36. Los líderes sociales

El acto reivindicativo del pasado día 13, en la playa del Bogatell, bajo el lema: “Per què no ens podem banyar?”, me invita a reflexionar sobre los líderes socia les y me retrotrae a las décadas de los 70 y 80, cuando los movimientos sociales de vecinos, sindicatos, feministas, etc. dinamizaron la sociedad. D e ellos emer gieron líderes sociales, que planteaban propuestas para mejorar la sociedad, proponiendo, además, discursos para analizar, entender y reflexionar sobre las actuaciones. Por aquel entonces leíamos “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, de F. Engels y Marx; “El libro rojo”, de Mao; “La bolchevique enamorada”, de Alejandra Kolontai; “El Segundo Sexo” de S. Beauveoir; “N ues tros cuerpos, nuestras vidas”, del Colectivo de Salud de las Mujeres de Boston; “La hora violeta”, de M. Roig, etc. Era un activismo completado con un discurso teórico. Gracias a todo ello se consiguieron muchos de los derechos sociales de los que disfrutamos hoy. D es graciadamente, muchas veces se nos ha olvidado que fueron derechos que cos tó conquistar, que no ha sido fácil y que, aunque parezca mentira, no han estado siempre. Los derechos sociales se fueron reconociendo, pero la sociedad avanzaba hacia otro modelo, en el cual la imagen sobresalía por encima del discurso. Fuimos ‘tragando’, sin apenas analizar psicológica y socialmente a dónde nos íbamos adentrando y nos imbuimos de un nuevo concepto -eso sí, sin discusión- como ha sido la globalización. Se escucharon pocas voces críticas hacia este modelo económico y social. Y prevalecieron los intereses de los mercados. También en aquellos tiempos, década de los 90, se comenzó a valorar a los ser vicios sociales como gasto. En los 80, los servicios sociales habían sido la gran conquista de un modelo de sociedad en el que la primacía era para los servicios públicos y las administraciones invertían en ellos. U na de las lecciones que nos ha dado esta pandemia es que los servicios socia les no son un gasto sino una inversión. N o lo olvidemos nunca, jamás. Las entidades sociales estaban capitaneadas por líderes o agentes sociales: lí deres capaces de pensar, analizar, criticar y plantear alternativas que, con la evolución social, no obstante, pasaron a ser capitaneadas por voluntarios. El cambio de denominación es importante y, por lo tanto, también, su capacidad de liderazgo. La Administración promulgó leyes de voluntariado: todo muy re glamentado, cuya consecuencia fue neutralizar a los líderes sociales.

Por María Ramos. Asem Catalunya

Los años 2000 fueron los años de la imagen, el ‘postureo’ y el consumismo. Los líderes sociales fueron poco a poco quedando obsoletos. La entidad que no tenía redes sociales no existía. Era más importante la imagen que el dis curso. En el acto del sábado, en la playa del Bogatell, durante la reivindicación del baño para personas con discapacidad, destacó por méritos propios la figura de una lideresa en potencia. También fue una demostración de autoorganización, dirigida a la reivindicación de un derecho colectivo como es el de la igualdad: en este caso, igualdad a la hora de poder disponer de condiciones para el baño recreativo en las playas de Barcelona. Son tiempos de cambio, de nuevos liderazgos, de nuevos intereses. Es un mo mento en el que parecen soplar aires de compromiso, de propuestas, de ac ciones… Y de nuevos liderazgos, que asumirán con ilusión la responsabilidad de la dirección estratégica de nuestras entidades. Suerte y mucho futuro.

Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

19 de junio 37. Volver

Como decía la vieja canción: “Y volver, volver, volver”… ¡Qué difícil está siendo la vuelta a la ‘nueva normalidad’! Tenemos unas ganas enormes de “volver a tu lado otra vez” pero las dudas, el miedo, la incertidumbre y las prevenciones nos atenazan y vamos aplazando el momento. N o es fácil volver cuando sabemos que el virus convive con nosotros y que pode mos infectarnos o infectar en cualquier momento. Casi sin querer, hemos relajado las medidas de prevención. Las mascarillas son un elemento más de nuestro atuen do: ya no son aquel elemento sanitario que había que utilizar con enormes medidas de seguridad. Ahora las vemos de diferentes estilos e, incluso, decoradas acorde con el vestuario -aunque esto no sé si es una medida de normalidad o de banaliza cion-; también, colocadas en la barbilla o como diadema. N os las colocamos sobre todo en la boca y la nariz cuando nos cruzamos con alguien, si es que nos da tiempo. El lavado de manos ya no es tan intenso, como observamos cuando entramos en un establecimiento y no encontramos tan a menudo el dispensador del gel hidroalco hólico. Todo es una aparente nueva realidad, pero: Qué difícil es volver cuando la exigencia de salud laboral es que hay que hacer una desinfección general del local y de los sistemas de aire acondicionado, usar mascarillas y pantallas faciales, gel hidroalcohólico, desinfectar al entrar y salir tu puesto de trabajo, y recomendar o exigir a los usuarios el uso de mascarillas y lavado de manos. En algunos casos -y, sobre todo en nuestro ámbito: personas con EN M y, por lo tanto, un colectivo de riesgo-, tenemos que firmar un consentimiento informado en el que asumimos que conocemos los riesgos que significa recibir los servicios. Y, con ello, que la cadena de contactos supone un riesgo de contagio, que nos obliga a informar de cualquier posible contacto con el virus. O tro factor de riesgo es la utilización del transporte público, donde se recomienda evitar las horas punta. En el caso del transporte privado, hay que pedir a la Genera litat un certificado de coche autoresponsable, etc. Qué difícil es volver a esta aparente ‘nueva normalidad’ con todos estos condicio nantes. Y, sin embargo, hemos de volver porque este virus estará con nosotros toda vía un tiempo. Solo un tratamiento médico y una vacuna nos permitirá convivir con él, asumiendo que es otra enfermedad social más y que, tal vez, algún día será erra dicada. En eso están trabajando los científicos. Esa vacuna aparecerá más pronto que tarde y, cuando aparezca, nos enfrentaremos a otro gran reto: el de la justicia social, para que pueda estar al alcance de todas las personas, que sea universal y ac cesible, que haya dosis para todos y que nadie sea discriminado por ninguna razón. Son tantos los retos a los que tenemos que hacer frente que se hace muy difícil volver.

Por María Ramos. Asem Catalunya

22 de junio 38. Solo se puede ayudar a quien quiere ser ayudado

Los profesionales que nos dedicamos a las profesiones de ayuda sabemos que eso de ayudar es una función difícil. No es nada fácil, como se cree. D urante mucho tiempo se ha considerado que esta era una tarea preferentemen te femenina, y que, por lo tanto, con el hecho de ser mujer ya estabas preparada para ayudar. Mi experiencia profesional y personal me hace partir de que “ayudar no es hacer, sino hacer hacer”. En otras palabras, que lo importante no es hacer sino estar. Y que es más importante hablar que comer. También, que ayudar es acercarte al otro con actitud de aprender. Es un ejercicio de humildad por parte de la persona que está en condiciones de ayudar hacia la persona que recibe esa ayuda. Como vemos, en consecuencia, la tarea de ayudar es complicada. Una de las situaciones más difíciles en esto de la ayuda es cuando lo haces con tu propia familia. Con ellos siempre tendrás el rol que te han adjudicado y que has asumido. Así, cuando algún miembro de la familia necesita ayuda es casi impo sible el reconocimiento de tu experiencia, así como salir del rol asignado. Apa recen, entonces, los conflictos emocionales, familiares… Otra de las dificultades radica en poder separar la parte profesional de la personal debido a que en esas situaciones: eres hija, hermana, madre. N o puedes establecer esa sana distancia que te permite observar y pensar de una manera libre de ataduras emocionales. Difícil es, asímismo, ayudar a una persona a la que nada le sirve, que está tan atrapada en esa situación que no puede aceptar esa ayuda e, incluso, en ocasio nes boicotea las posibilidades de ayuda. Son personas con una demanda per manente de ayuda, que sufren mucho, pero que no pueden aceptar la ayuda que se les ofrece: siguen buscando otra ayuda -algo así como un ser superior-, una ayuda mágica que les facilite salir del círculo de sufrimiento en el que están instalados -o, para ser mas exactos, están hundidos-. La ayuda siempre ha de procurar el empoderamiento de la persona. H ay que colaborar con ella para que pueda asumir su estado y ello le permita bajar el nivel de sufrimiento. Trabajar desde las potencialidades, desde lo positivo y desde el “confía en ti” para potenciar sus recursos personales y ponerlos en valor. D e este modo, hay que tratar llegar al punto en el que la persona adquiera autoconfianza, seguridad, se sienta valorada, reconocida y querida. En paralelo a esto es imprescindible que la persona que está en disposición de ayudar lo haga desde la total solidaridad, altruismo y compromiso. La ayuda no busca el pago posterior.

Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

Tampoco sirven los consejos que se suelen dar desde la propia experiencia personal, ya que ésta pueda quedar muy lejos de la experiencia personal de la persona a la que se intenta ayudar. Y es que los consejos están para no seguirse. Las sugerencias, en cambio, están para tenerlas en cuenta. Como todo en la vida, la verdad, la realidad, es imprescindible y está ahí. N o se deben ocultar datos, hechos, etc. amparándonos en que se hace para proteger a la persona o para evitarle sufrimiento. D e una manera u otra, la persona se enterará de que se le ocultan cosas y esto producirá el efecto contrario al que se buscaba. Generará desconfianza y, en algunos casos, incluso sentimientos para noicos (sin entrar a valorar si esa ocultación de información significa o no una minusvaloración de la persona objeto de ayuda). Todas las personas, tengan la situación que tengan, deben ser tratadas con el máximo respeto y reconoci miento hacia ellas. Cierto es que la intensidad y el tipo de ayuda dependerán de las situaciones personales, familiares, de salud, el lugar de residencia etc., pero siempre las ayudas deben tener como eje conductor los valores que han ido apareciendo en este texto. Los profesionales no somos indemnes a las mismas situaciones donde tenemos que desempeñar esas ayudas y, por lo tanto, también necesitamos ser ayudados.

Reacciones: Eduardo: ¡Cuenta con mi apoyo incondicional! Raquel: Gracias.

Por María Ramos. Asem Catalunya

25 de junio

39. La brecha digital

Los tópicos a veces se nos muestran como una realidad. H abíamos oído ha blar de la brecha digital pero era un concepto más, reducido prácticamente a la opinión de algunos expertos. Estos tiempos de pandemia y durante el confina miento, no obstante, han hecho que esta brecha digital se nos haya mostrado en toda su crudeza: máxime, cuando esta necesidad ha afectado muy intensamen te y, posiblemente con consecuencias futuras, a la infancia. Allá por el 15 de marzo se decretó el Estado de Alarma. Antes, el viernes 12, se habían cerrado los centros escolares, debido a la gravedad de la situación derivada del covid-19, sin tiempo para hacer una planificación de cómo sería ese cierre ni para cuánto tiempo. N o había habido tiempo para pensar en cómo sería la relación entre alumnos y maestros. H ubo que ir improvisando sobre la marcha y, en esta -muy positiva- improvisación, de repente descubrimos las multiples posibilidades que nos ofrecían las nuevas tecnologías. Vimos como alternativa la atención escolar on-line, los deberes on-line o las reuniones de alumnos por videoconferencia. ¡Eureka! Teníamos la solución para el segui miento del curso y, además, estábamos en la onda: la modernidad. El reto era ilusionante y se implementaron los mecanismos, las plataformas para ponerlo en marcha pero…. Aquí aparecieron las dificultades. Dificultades derivadas del poder adquisitivo de algunas familias, que no dispo nían de ordenador, wifi, etc. Dificultades ligadas, por lo tanto, a la precariedad en la que viven algunas familias en esta sociedad avanzada, moderna y conec tada. La realidad, la cruda realidad, nos hizo visible que la diferenciación social en función del poder adquistivo es un hecho. En pocas palabras, que la división social en función de clase define nuestra sociedad. La imagen de sociedad rica es una imagen, una foto de un determinado grupo. La realidad es que nuestra sociedad es una sociedad clasista, que dificulta el acceso pleno a la cultura y, por lo tanto, a la igualdad de oportunidades a los grupos más desfavorecidos. Dificultades derivadas de la formación de algunas familias en el manejo de las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Algunos padres moder nos superconectados al móvil, al Whatsapp, Facebook, etc. tenían dificultades a la hora de conectarse y/o conectar a sus hijos a las videoconferencias, mediante las cuales se interrelacionaban los alumnos entre sí y con sus maestras/os. Dificultades, a su vez, derivadas de la actitud de los niños ante la comunicación por videoconferencia. Niños, que conocen y manejan ágilmente las nuevas tec nologías -de hecho, una de las quejas habituales era: “Este niño siempre está

Por María Ramos. Asem Catalunya

con el móvil. Es un problema. N o sé cómo hacer para que no esté enganchado a las pantallas”- pero que hemos constatado que cuando se enfrentan a la vi deoconferencia y ven a su profesora y a sus compañeros no saben cómo comu nicarse. Miran la pantalla confusos, no se atreven a participar, se despistan y no pueden mantener la atención en lo que está sucediendo en el transcurso de la sesión virtual. Y es que la esperteza de estos niños con las nuevas tecnologías está ba sada en juegos individuales, donde están absortos en unas imágenes e historias en las que todo transcurre de una manera vertiginosa. Es una brutal competi ción del niño ante las acciones que le propone la pantalla y donde, en la mayoría de las veces, son historias cuyo objetivo es la eliminación del otro. La lección, el toque de atención que nos ha dado el tiempo de confinamiento, es que la brecha digital es una realidad que tiene que ver con la clase social y con la formación de los padres. Y que las nuevas tecnologías -que creíamos que nuestros hijos dominaban- son un reflejo de un modelo de sociedad competiti vo, vertiginoso, individualista e irrespetuoso con el otro. El daño que hacen las nuevas tecnologías no es el tiempo que los niños les dedican sino el mensaje y el modelo de sociedad que transmiten a través de los juegos, las páginas w eb, etc. El peligro no está en la herramienta sino en la utilización que se hace de ella. La responsabilidad de los padres, los profesores y la sociedad en general es la de dotar a estas nuevas tecnologías de valores y otras finalidades distintas de las actuales.

Reacciones: María Dolores: Gràcies Maria, per fer-nos veure problemes que nosaltres som incapaços de veure. Cada dia espero el teu escrit amb molt interès, perquè cada dia aprenc coses que em són de molta ajuda. Gràcies i una gran abraçada.

Reflexiones durante la pandemia del COVID-19

29 de junio 40. El reencuentro

Hemos vivido unos 100 días en confinamiento; un confinamiento que nos ha obligado a todos a estar protegidos y a proteger a los demás del contagio del co vid-19. El 15 de marzo se decretó el Estado de Alarma y una de sus consecuen cias fue que nos congeló la vida social y familiar. Cada uno de nosotros estába mos haciendo nuestra rutina y aplazando cosas o compromisos y, ese día, todo se paró hasta nuevo aviso. N uestra rutina quedó como una imagen estática; eso sí, envuelta en un clima de miedo, incertidumbre, prevención y protección. El 21 de junio se puso, más o menos, fin a esa situación. Acabó el Estado de Alarma, se levantó la restricción de desplazamientos y pudimos volver a la mal llamada ‘nueva normalidad’. Llegó el momento de los reencuentros, junto a los deseos de recuperar la normalidad, y de volver a ver y a encontrarnos con nues tros familiares. Se cambiaba el estado de foto estática a imagen en movimiento. Surgían las ganas de recuperar nuestra rutina. Podíamos movernos en libertad. Pero, de repente, tomamos conciencia de que ahora lo que nos paraliza es el miedo, la incertidumbre y el desconocimiento de no saber bien cómo compor tarnos. Las normas que nos marcan las autoridades están claras: distancia social de 1,5 o 2 metros, lavado de manos y uso de la mascarilla. Sobre ellas, no hay dudas. Las hemos oído hasta la saciedad; no obstante, cuando estamos frente a nues tros familiares -algunos vulnerables-, que no hemos visto desde que se decretó el confinamiento, la emoción y los afectos se disparan y nos cuesta recordar esas normas. D espués de casi 100 días de distancia impuesta por el virus, nos encontramos y tenemos enfrente a nuestros padres, nietos, hermanos, etc. ¿Q ué prevalece en estos instantes: la emoción o la norma, la prevención o el afecto, las ganas de volver a tocarnos o el miedo al covid-19? Son momentos de duda, cuando la mirada -la importancia de la mirada-, nos impulsa en una u otra dirección. Ambas, necesariamente, son las adecuadas. El miedo, la soledad, la distancia, la falta de una mano amiga que nos cogiera nuestra mano, las ausencias, etc. han sido algunas de las grandes necesidades sentidas durante el confinamiento. Esas mismas necesidades han cobrado una dimensión antes jamás vista y ni tan siquiera imaginada. Por ello, al volvernos a reencontrar, los sentimientos y las normas se mezclan y se desdibujan los límites. La vacilación y las dudas dominan en primer instante para, a continuación, dar lugar al abrazo, las lágrimas o los besos, que nos acercan a ese contacto que tan

Por María Ramos. Asem Catalunya

to hemos echado en falta. En esos momentos es cuando calibramos la impor tancia de la relación, de los vínculos. Tendríamos que ser capaces de relativizar o quitar importancia a lo que nos separa para dar protagonismo a los afectos. Sin embargo, nos resulta difícil porque de inmediato aparecen los recuerdos, a veces dolorosos, de daños recibidos y también -sin duda- de otros infligidos. Estamos atrapados en nuestras propias historias de vida y parece que ni siquie ra la crudeza del confinamiento, el miedo al contagio del covid-19 o el peligro de perder la vida tienen el suficiente impacto como para facilitarnos superar lo que nos separa. D esencuentros, además, que en realidad la mayoría de las veces tienen más que ver con las palabras que con los actos. Aunque el refrán diga que “las palabras se las lleva el viento”, lo cierto es que las palabras dejan una pro funda huella en nuestras almas. Tan profunda, que la crudeza de la pandemia, el reencuentro o la prevención de posibles rebrotes están condicionados por ellas y por nuestras propias historias de vida. ¿Seremos capaces de curar esas heridas y cambiar el rumbo de nuestras historias?