Catálogo de los XII Salones Regionales de Artistas, parte1

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turados. (Acaso lo nacional no sea más que otro de los mohosos patriotismos que invitan a la guerra en defensa de los altos intereses del Estado y contra el terrorismo.) Desde aquí es que podíamos preguntarnos de cuál binacionalidad estamos hablando, si ni siquiera nos damos la oportunidad de transgredir la lección aprehendida desde un discurso que sea capaz de contraargumentarse a sí mismo, de no quedarse en el metarrelato del gesto o la postura conceptual de la resistencia o resistencias y de alguna manifiesta abyección de los artistas, que tal vez se desborda en el proceso de creación. Al mismo tiempo que asistimos a los actos de entrega política en nombre de la cultura, esa que se arma en los proscenios para los discursos, la foto, y nos plegamos correctamente a las victorias de los otros, sin cuestionarnos qué sostiene esos discursos, ni siquiera somos capaces de sostener un discurso regionalizante de lo cultural. No importa. Todos tenemos el derecho a ser la vedette de nuestro propio espejo y del cortejo de aplausos que nos acompaña a toda hora. No importa. El 28 todos celebramos. Por el contrario, cerramos la puerta y nos volvemos indolentemente indiferentes, sin permitirnos la posibilidad de reconocernos en el microuniverso de nuestra bioregión. Y no hablo del Plan de Fronteras, que es otra estrategia para arrin-

conarnos en la celdas donde se nos carcomen las vísceras, mientras seguimos impávidos mirándonos al espejo para reconocer las diferencias que alimentan ese apetito rapaz que nos condena a seguir hablando de globalización manteniendo el cerco de las fronteras, como una tara del poder que nos dicta quiénes somos, cómo debemos ser y qué tenemos que pensar, o como la ilusión de la bandera, el himno soporífero que nos sirve de brebaje para nuestro propio adormecimiento: “Te sueño”, vocifera el rey a sus súbditos, y nos cuenta como denarios a la hora de atesorar sus rentas en sus bancos. Entre tanto, nos conformamos con las imágenes que pasan frente a la cómoda posición del que ve derretir sus días frente al circo repetitivo que nos presenta la televisión (El Díos del Tubo) como la noción de realidad objetiva. Buena pregunta Óscar: ¿De qué binacionalidad estamos hablando? De verdad. Nos acerca a un ejercicio que estamos por realizar, porque desde la institucionalidad la intención es otra. Y nosotros no hemos podido superar esta precaria atadura conceptual que se quedó en la postura de la pretensión alucinatoria del performance como vía revolucionaria de transformación política2, en este, mi propio performance. 2

Carlos Salazar, Hacia una noción poética cósmica de la política.

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