Novela El tren, Frank Correa

Page 60

—¡Eh... dale suave asere...! —me dijo el futbolista. —¡Es que tengo cosas que hacer...! —le dije para ver si se iba. —¡Na’ asere...… no hay apuro...! ¡Vamos a emborrachar a las jevitas y después...! —con el dedo simuló un corte en la garganta— ¡A jamárnosla...! ¡Tú no te preocupes... quédate con la cama... yo mato la jugada en el baño...! Entonces supe que iba a ser una noche fea. Mi compañera no bebía mucho y yo tuve que suplir su parte. A las ocho de la noche todavía quedaban cervezas y entonces el tipo compró una botella de ron. —¡Qué clase de tipo...! —¡De pinga! Me fui de allí a las diez de la noche, muy borracho. Le dije cuando me iba: ¡La habitación es tuya! Me gritó: ¡Eres el mejor amigo que he tenido...! —¿Qué habrá sido de él? —No sé... más nunca lo vi. Siempre que utilicé mis habitaciones, me preocupaba por dejarla lista antes de marcharme y nunca sospecharon nada. Pero muchas veces me pregunto, ¿qué habrá pasado cuando llegó el verdadero huésped a medianoche y encontró la pocilga de cervezas y cabos de cigarros y la gran pachanga que tenía formado el futbolista?

En el cuarto de Arnulfo estaban reunidos una docena de hombres, sentados en el borde de la cama, en sillas o en el

60 LA CASA POR LA VENTANA


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.