Arquitectura y Seres Urbanos Novena Edición

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hay algo que iguala a ricos y pobres: la dignidad y derechos que tenemos todos como seres humanos. Por eso la vivienda —en relación con los pobres y como derecho en sí mismo— es una cuestión de justicia social y de respeto a la dignidad humana. Sólo se puede llevar una vida digna si se goza, al menos mínimamente, de la posibilidad de ejercer las capacidades humanas básicas, como la salud física y emocional y “disponer de un lugar adecuado para vivir” (Oliveira, 2016, p. 74). La emergencia de salud pública que vivimos actualmente ha demostrado su capacidad de sacar a flote las desigualdades y no pocas contradicciones: el hipermentado hashtag #QuédateEnCasa

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tina, 2017, p. 14). Sin embargo,

Agosto 2020

mos en este respecto es, a mi juicio, una profesión bastante desnortada y ensimismada, que responde principalmente a estímulos de dinero, fama (o reconocimiento) y poder, y con escasos referentes éticos, intelectuales y humanísticos. Los pobres, simplemente, parecen no existir; se les ignora. Prestarles atención no es rentable económicamente; siendo esa la base de conductas aporófobas (o de rechazo a los pobres),

al entender que, al menos en apariencia, “no pueden devolver nada bueno a cambio” (Cor-

Mayo

Si la profesión llega a ser mínimamente sensible a las condiciones socioeconómicas de México, es evidente que el ejercicio profesional de la arquitectura y la propia formación de los arquitectos no pueden ser idénticos en todos los países. Curiosamente, el COVID-19 ha revelado algo parecido. Como dijo Zepeda Patterson, “el coronavirus es el mismo, los países no” (Zepeda, 2020). Lo que ve-


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