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Domingo 5 demayo de 2013, Comunidad Cristiana • Nº 2579

CULTURA

ARTE SACRO

Conjunto parroquial de San José, de Cd. Hidalgo (II)* E l templo y ex convento franciscano de San José, de Cd. Hidalgo es un ejemplo del trabajo en piedra realizado por artesanos indígenas que dejaron evidencia de su destreza que, habiendo asimilado las técnicas de los alarifes españoles o criollos, eran el medio para expresar también sus propias inquietudes y visión estética del mundo. Tal es el caso, según nos lo refiere el prematuramente desaparecido Arq. Manuel González Galván [1], de la cruz atrial, la pila bautismal y otros detalles del conjunto:

La cruz atrial

Así, de las cruces atriales, dicho autor señala que “no sólo florecieron durante el siglo XVI, sino que prolongaron sus manifestaciones importantes durante toda la época virreinal y aun después, como lo prueban tantos ejemplares michoacanos fechados”, y destaca entre ellas la de la antigua Tajimaroa, “que se hermana con la de San Felipe de los Alzati, también próxima, y constituyen dos preciados ejemplares de indudable influencia prehispánica, sobre todo por la presencia en ellas de discos de obsidiana insertados en el cruce de los brazos, en forma similar a las horadaciones que a las esculturas de dioses prehispánicos se les hacían en el pecho o zona central para depositar en ellas piezas de jade u obsidiana, materiales sagrados que se convertían así en el ‘corazón’ de la figura, comunicándole un carácter sacro. Este animismo, ‘pagano’, otorga a estas cruces, ya cristianas, un interés y originalidad extraordinarios como expresión tanto artística como cultural por la clara reminiscencia prehispánica que significan”. El propio González Galván anota que “esta observación ya la hizo Rafael García Granados en su artículo ‘Reminiscencias idolátricas en monumentos coloniales” (Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Vol. II, No. 5, 1940)’”[2], y describe la cruz de nuestro atrio parroquial de la manera siguiente:. “En el atrio del ex Convento franciscano de San José Tajimaroa (hoy Ciudad Hidalgo), se levanta una gran cruz del siglo XVI. El pedestal de forma piramidal, con el cráneo y las tibias característicos, alude al ‘monte de la calavera’ o Monte Calvario. El escudo franciscano de las llagas nos recuerda el paso de esta Orden por el lugar, en tanto que los geométricos y enigmáticos relieves ‘en negativo’ que lo enmarcan, nos traen a la memoria los sellos prehispánicos”. “Si el basamento de la cruz atrial [v. foto inferior], en San José Tajimaroa, nos sugiere elementos autóctonos, en el alzado no hay duda de la presencia de alguno de ellos, como es el disco de obsidiana que anuda los ejes del símbolo cristiano por excelencia, al tiempo que se clava en su centro. Así, este “espejo” indígena se refugia y salva en brazos de la nueva fe” [3]. Acerca de esta misma cruz, la monografía “Templo de San José Taximaroa”, editada conjuntamente por la Parroquia de San José y la Iniciativa Privada de esa ciudad hace 10 años, apunta además que “fue erigida en 1550, simultáneamente con el Convento y la iglesia”, y que en las otras caras de la

cruz “podemos observar los sellos de la Corona Española”, y especifica “un escudo de cinco llagas, emblema franciscano”, y que “en toda la cruz se observan varias representaciones del Sagrado Corazón”; y pasa también a precisar, acerca del disco de obsidiana, que “representa al Corazón de Jesús, y simultáneamente al dios Tezcatlipoca (al que los naturales relacionaban con la imagen de Cristo), por representarse éste usualmente bañado de sangre”[4]. La pila bautismal

Acerca de las pilas bautismales, González Galván dice que son “normalmente talladas en piedra y con una gran variedad de diseños y tamaños donde la mano de obra indígena transforma, al interpretar, motivos y reminiscencias de origen gótico, mudéjar o renacentista, tanto en forma aislada como eclécticamente fundidos para complicar la estilística y enriquecer la plástica. Estas obras, adscritas genéricamente al plateresco, optan pues, en muchos de los casos, por acentuar sólo alguno de sus ingredientes artísticos, de manera que, como en las

cruces, el anónimo cincel ha dejado su influencia por selección formal”. En particular, de la pila bautismal del templo que nos ocupa, afirma: “la pila bautismal actual fue taza de derrame en la primitiva fuente pública del siglo XVI. Angelillos y leones estilizados chorreaban el agua de servicio en tanto letras, que no forman palabras lógicas, bordean la taza y servían, según es tradición, para “alfabetizar”. Admirable doble utilidad -material e intelectual- de esa fuente”, y fijándose en particular en uno de sus detalles, añade: “emerge de la monolítica pila bautismal un angelillo desnudo, a la manera renacentista, pero con arcaico sentido plástico medieval”[5]. Finalmente, no deja de llamar la atención acerca de otros detalles, como el de la portada de acceso al claustro, del que señala “El cerramiento de la portada, con apenas insinuado arco conopial, da un toque gotizante a este rincón de la portería en el viejo convento [6]. Acerca de la pila bautismal, la citada monografía anota: “El P. Antonio de Ciudad Real, cronista del viaje del P. Ponce, Visitado Comisionario General de la Orden Franciscana entre los años 1584-1589, arribó a la población [Taximaroa] el 11 de octubre del año primero citado, se refiere así: ‘En la plaza de Tlaximaloyan hay una fuente muy vistosa de buena agua, labrada de piedra, con mucha curiosidad’. Indiscutiblemente se refería a la célebre pila bautismal, que posteriormente fue trasladada al interior del templo, tallándosele [en su cara exterior ] ángeles y demonios, así como letras del alfabeto, en grupos sin llegar a formar palabras lógicas, y que según la tradición sirvieron para alfabetizar. Tiene la particularidad de estar realizada en una sola pieza, lo cual la hace sumamente valiosa; tiene forma circular y se trata de un tazón monolítico labrado en roca volcánica de tipo melonócrata, muy pesada y ferruginosa, tiene una altura de 0.97 cms, un espesor de de entre 7 y 17 cms, dos metros de diámetro y un peso aproximado entre 5 y 6 toneladas. La monografía también da un breve apunte sobre el lavamanos de piedra que se ubica muy cerca de la pila: “Ubicado en el bautisterio, se observa el escudo de Carlos V, dos águilas bicéfalas por un lado y al frente el grabado de una nave con velas desplegadas simulando el arca de Noé”.[7] Notas.[1] González Galván, Arq. Manuel, Arte virreinal en Michoacán, Ed. Frente de Afirmación Hispanista, A.C. México, 1978. [2] Ídem, pág. 26. [3] Ídem, pág. 40. [4] Palomino Galán, Pbro. Benjamín (coord.), “Templo de San José Taximaroa”, Coed. Parroquia de San José e Iniciativa Privada de Cd. Hidalgo. Ciudad Hidalgo, Mich., 2003, págs. 3 y 4. [5] González Galván, Arq. Manuel, op. cit., págs. 27 y 53. [6] Ídem, pág. 71. [7] Palomino Galán, Pbro. Benjamín (coord.), op. cit., pág. 10. * Agradecemos al Sr. Cura de San José P. Vicente Rodríguez Arellano, a su Vicario P. Carlos E. Campos Zacapu, a la Srita. Rosa Amalia Pérez Correa y en especial al Sr. Luis Álvarez, Sacristán del templo, por las facilidades prestadas.


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