Arma vacía y otros cuentos para impotentes

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risa, para que la gran mayoría de varones desistiera de la faena y aparte terminaran pidiéndole perdón. Pero a ella no le bastaban las sutilezas, buscaba todos los métodos y los llevaba a extremos francamente culeros. Desde la utilización de imágenes religiosas hasta las más escatológicas escenas. Ya me la imagino en pleno palazo: «Para, para, hijo, ¿acaso no ves quién soy?, soy María, soy Guadalupe, la madre de Dios, tu madre» Puta, pobres güeyes. O el extremo de embarrarse caca en axilas e ingles después de poner casi al carbón a dos de sus alumnos. El «pinche vieja puerca» o el «pinche vieja loca», casi siempre eran mentales, el asunto principal era la caída del fierro, la no cumplida del macho, el ahí muere, el ahora qué hago, el ni pedo, hasta nunca. La última vez que la vi, ya era toda una chingona. No era raro verla en la televisión, escucharla en la radio, ya era toda una santona de una nueva corriente psicológica que buscaba el exterminio de la erección, y que la única alternativa considerada de relación sexual era la masturbación mutua. ¿Para qué?, para erradicar la desigualdad y el sometimiento doloroso de la mujer al hombre. ¿Al pito con la reproducción? Pues sí, decía ella, a ese costo no valía la pena. Lo que podría parecer una locura de una enfermona, para muchos ignorantes y pseudointelectuales, era una teoría revolucionaria y científica. Tenía un chingo de adeptos y su maestría era una de las más solicitadas de la universidad. Me sorprende que haya platicado conmigo aquel día casi tres horas en el café. Yo, un simple pelagatos de oficina, infelizmente casado y padre de cinco chiquillos: ella, toda una celebridad. Ya estaba cascabeleando la mujer pero seguía aguantando vara, las piernotas seguían justo como las recordaba. 11


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