El arriero El manto transitorio El habitar en el enclave se ve interrumpido constantemente por el habitar del arriero, en esta extensión, que de suyo, es lo más próximo a un “ir yendo” con cielo y suelo como completitud. La interrupción tiene en sí lo temporal y lo transitorio. En ésta tres momentos: A. El sonido de las cabras en aumento avisando que vienen. Apenas se
notan, se mimetizan con la extensión. B. Se acerca un manto, rápido. Luego, el silbido y el llamado del arriero. C. Finalmente, el ir desapareciendo en la lejanía da cuenta de una
profundidad y de un “más atrás”. D. La justeza del espacio del arriero revela una holgura que puede recibir
a un “otro” en lo medido.
El arriero y sus cabras son el manto de lo transitorio, dan cuenta de un tiempo, un ritmo y una movilidad posible.
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El arriero cuenta: “Yo ahora soy el más viejo del río, yo me miro muy poco al espejo, no tengo tiempo. Acá siempre estamos apretados, pero igual podemos estar juntos, siempre cabe uno más”