CUENTOS PREMIADOS, POR AQUILES JULIÁN

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Cuentos premiados / Aquiles Julián

oxidados. Salí a la explanada posterior del mercado. Unos niños alborotaban cerca del pedazo de muralla que sobrevive de la que una vez acordonó la ciudad. La voz destemplada de Marco Antonio Muñiz cabalgó sobre la brisa, fluyendo del bar sin parroquianos. La vellonera siguió sonando a mi espalda. Un quinielero recogía el burro, las tiras de billetes y quinielas flameando, y se iba. Ya la farmacia de la Hostos con Mella comenzaba a guarecer transeúntes. El ventarrón esparció las primeras gotas. Crucé a la acera de la Regia y Mella y seguí hacia la José Martí. En la esquina del hotel 3 Gigantes los pasajeros se aglomeraban, pidiendo ruta a los carros que doblaban casi siempre llenos. Crucé la José Martí hacia la acera de la Mueblería Varona. Bajos los toldos blancos y rojos de hojatala empezaba la gente a refugiarse. Caminé hasta el colmado para, desde ahí avisorarte, y sí, allí estabas, impávida, sin importarte los truenos que hacen apurar el paso a los escasos transeúntes que aun se atreven a desafiar la inminencia del aguacero. Las ráfagas de aire siguen sublevando oleadas de desperdicios y los lentos goterones tibios comienzan a caer, humedecen el pavimento, se intensifican. Entré al colmado, pedí cigarrillos, fumé esperando con lentas bocanadas el momento mejor para acercarme. Superé flaquezas de

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