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la calle I enero 2010
Sociedad RT 47 HURGANDO EN LA HISTORIA
pueblo saben dar a sus guisos… Las casas de ‘los Carlos’, del ‘Tío Carlos’ y de sus hijos Pepe, Paco y Juan, del ‘Tío Rufino’, ‘la Viuda del Pintao’, ‘la Primitiva’ y alguna otra que hayamos olvidado, hacían deliciosas cabezas de cordero al horno, patas de cabrito, costillas de bareta asadas en brasas de sarmientos y otros platos murcianos como michirones, patatas con aquel ajo amarillo y fuerte, la original longaniza santomerana frita ¡con vino!… Y todo ello acompañado de abundante vino tinto, especial, que los ventorrilleros santomeranos traían directamente en sus propios carros de las mejores bodegas de El Rodriguillo, finalizando las comilonas con el consabido café de olla y las copas de aguardiente, coñac, anís… Para aliviar los estómagos, tomaban sifón del ‘Tío Franco’, refrescos Orange y Sinalko, y muchas veces agua de litines o bicarbonato. Detallamos aquellas merendolas de cada año –resultaban costosas para ser frecuentes– porque probablemente la euforia colectiva de las primeras cuchipandas fue causa de cul-
minar las jaranas con algo sonado, alguna broma impensada que hiciera afamadas las noches de quintos santomeranas. ¡Y vaya si lo consiguieron! Posiblemente, si el célebre ‘Gila’ lo hubiese conocido, habría incluido en sus inolvidables ‘Bromas de pueblo’ algo de cuanto hacían los quintos de Santomera. Para realizar las faenas agrícolas, muchos huertanos santomeranos tenían carros que por las noches dejaban en las puertas de sus casas. Entre las ocurrencias de los quintos estaba llevarse algunos de estos carros y situarlos en otros lugares alejados, con lo cual sus dueños tenían que andar buscándolos al día siguiente y preguntando a unos y a otros… Un año los llevaron al olivar de D. Pedro Artés, más allá de la Mota. Muchas peripecias hacían los quintos con estos carros. Alguna vez no sólo los cambiaron de sitio, sino que también tuvieron la “feliz” idea de intercambiar las ruedas, colocando las de unos en las de otros. Naturalmente, además de las molestias de encontrar sus carros, los dueños tenían que averiguar dónde estaban puestas sus ruedas…
Q Abd el-Krim, sanguinario líder de las tribus rifeñas que causaron 9.000 muertos españoles, algunos de ellos santomeranos, en el Desastre de Annual.
En otra ocasión, al pobre ‘Capel’ le colocaron en el tejado de su casa el humilde carromato que tenía para hacer sencillos portes. Asimismo, un pequeño carro que utilizaba Antonio ‘el Ireno’ para servir materiales de construcción apareció colgado con cuerdas en lo alto de un eucalipto que había en la plaza de D. Luis Barcala… En fin, divertidas bromas –y algunas de ellas sólo posibles, como es de suponer, con grandes esfuerzos físicos– que hacían reír a las gentes, aunque
tuvieran poca gracia para los dueños de los carros; hasta el punto de que algunos pasaban de guardia toda la noche para evitar las chuflas de los quintos. De todos los bromazos de aquellas noches de quintos, el más recordado, por atrevido y algo irreverente, fue cuando el sacristán de la Parroquia no pudo tocar la Misa Primera –entonces era a las seis, hora solar– al encontrarse la puerta principal de la iglesia tabicada con ladrillos. Igualmente, muchas personas tuvieron que esperar para entrar al templo –hasta que quitaron la pared y se llevaron los escombros–. Queremos recordar que aquella broma resultó cara a los quintos, pues terminaron en el cuartel de la Guardia Civil y, aunque no les hicieran nada –realmente tuvo gracia la cosa–, tuvieron que pagar, con creces, los gastos de quitar la pared y dejarlo todo limpio. Por lo referido, podemos entender por qué las noches de quintos de Santomera se hicieron populares en su tiempo, y también que al día siguiente, domingo, los comentarios jocosos estuvieran asegurados.