01 mia esta noche

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volvió a extender el edredón. La habitación estaba a oscuras, pero la claridad de la luna le bastaba para ver que Simon tenía el ceño fruncido. ¿Se arrepentía de lo que acababa de ocurrir? ¿Le molestaba haberse acostado con una mujer a la que apenas conocía? ¿Tanto le enfadaba que quería librarse cuanto antes de ella, devolverla a su cama y borrar de un plumazo aquella unión que lo había transformado todo? O quizá lo que ocurría es que aquella noche solo le había cambiado la vida a ella. Simon se agachó para darle un beso inocente en la frente y susurró con voz sensual: —Gracias, Kara. Jamás olvidaré esta noche. Las lágrimas le provocaron un nudo en la garganta que le impidió respirar. No podía responder ni hacer las preguntas que eran tan importantes para ella. Simon salió del dormitorio y cerró la puerta sin apenas hacer ruido. Se marchó. Así, sin más. Ni siquiera había mostrado el más mínimo interés en dormir con ella. Kara dejó de reprimir el llanto y apoyó la cabeza sobre la almohada. Las lágrimas le recorrieron las mejillas mientras se preguntaba qué diablos acababa de ocurrir. Después de la relación sexual más excitante de su vida Simon la había devuelto a su cuarto sin ningún miramiento. Se sentía como si le hubiera pegado una bofetada. Un mazazo de realidad. «Abre los ojos, Kara. Es multimillonario. ¿Pensabas que quería algo más que echarte un polvo?». Se forzó a recordarse a sí misma que ya era mayorcita y que no se había embarcado a ciegas en esa aventura: sabía que solo se trataba de una noche. «Entonces, ¿por qué duele tanto, joder?». Salió de la cama sin hacer ruido, abrió un cajón de la cómoda y se puso el camisón. Le temblaba todo el cuerpo, así que volvió a meterse en la cama y se hizo un ovillo bajo el edredón. En la cama de Simon todo había sido tan cálido, tan ardiente… Pero ahora tenía frío y se sentía vacía. Para buscar una explicación a lo que acababa de pasar Kara dejó a un lado que Simon la había rechazado de mala manera y que se sentía muy dolida. Sintiera lo que sintiera por ella, estaba claro que Simon tenía algún problema. Las esposas, la venda, el hecho de no querer que mirara mientras lo hacían… Puede que le gustaran los juegos morbosos —ella acababa de descubrir que tenían su punto—, pero pasaba algo más.


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