Revista Anakrónica #2

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quedado sin cabeza bajo los efectos del virus respondía a funciones básicas motoras a bordo de un tren sin frenos. El sembradío donde se había dado el percance era ya el ring de una batalla entre heridos, médicos y “caminantes” hambrientos. Por suerte llegó aquel recién formado equipo que luego nos haría el paro con la crisis del 42 en los Arcos de Guadalajara para controlar la situación. Desde luego el control de la plaga se llevó a cabo con la ayuda del ejército Estadunidense. Claro que el incidente quedó impune para el país vecino, en lugar de una sanción para la OSS, el presidente de los Estados Unidos se limitó a invitar a nuestro gobernante a dialogar en secreto un acuerdo para futuras eventualidades similares. Ávila Camacho y Delano Roosevelt debatieron el asunto por días, el resultado fue una mutua colaboración en casos de “Fenómenos de Naturaleza Incierta”. Cabe hacer mención de que dicho acuerdo resultaría perjudicial tiempo después para los soldados del incidente de Coyame en el 74. Hoy día aquella maquinita de ferrocarril que llegó a Apizaco conducida por un fogonero

decapitado es exhibida como emblema de la ciudad tras un acuerdo con los habitantes del hoy Museo de la Casa de Piedra de jamás revelar el siniestro incidente zombiesco de México en el que un hambriento gendarme que era arrastrado por el ferrocarril desde hacía varios kilómetros, un aviador sanguinario atorado en el tumbaburros y un maquinista decapitado sembraron el terror en aquel pueblo ferrocarrilero.


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